02 May, 2008

Para lo que quedó el National Geographic...

Serían las doce cuando apareciste enfundado en aquella camisa verde, similar a las que cubrían los pechos de los soldaditos que habían estado desfilando por la ciudad aquel 12 de octubre.
Ya era hora de que llegaras. En cualquier caso, por lo que había visto nada más abrir la puerta era consciente de que la espera había merecido la pena.
Yo, sentada sobre el sillón de cuero que había a un lado del salón, te esperaba llena de ansia y deseo, inquieta por tanta fantasía imaginada y cubierta por un camisón negro, lleno de margaritas de terciopelo y con un escote en V que dejaba entrever mis dos pechos e insinuaba parte de mis ganas de hacerte el amor al dejar ver unos pezones duros y erguidos.
Sin decir nada, te acercaste a mí y me mordiste el cuello tan fuerte que te ganaste un buen azote. Te busqué con los ojos y te atraje hasta mí con las manos y las piernas al mismo tiempo.
-Paciencia, pequeña…
Estaba ardiente, pero tenías ganas de hacer travesuras. Me cogiste en brazos y me llevaste hasta la terraza de aquel precioso edificio. Abajo, la piscina estaba del mismo color que tu camisa, el césped cubierto de hojas y el barrendero peleándose con las primeras malas hierbas. Como yo. Allí, sentada en el mismo balcón y apoyada en la pared, colocaste mis piernas de forma que mis tobillos quedaron a la altura de mis caderas, el camisón liado en la cintura y mi sexo, húmedo y enrojecido, algo más abajo que tus labios. Pasaste uno a uno tus dedos por mis muslos hasta dejarlos caer hacia el fondo de mi cuerpo, casi hasta las entrañas mientras con la otra mano bajaste mis tirantes y me acariciaste los pechos. Acariciarlos es un decir. Los apretabas con fuerza, intentabas cogerlos a la vez. Seguías moviendo los dedos cuando empezaste a pasar la punta de tu lengua, llena de calor, por mis pechos, mi barriga… Bajaste un poco más y sacaste los dedos para meter la lengua. Y la moviste dentro, rápido, con fuerza, mientras me apretabas con ansia los dos muslos. Te tiré del pelo hacia atrás. No podía más, quería que pararas. Quería hacerte el amor ya, o que tú me lo hicieras a mí, pero en cualquier caso quería que fuese ipso facto. Reíste un poco, con cara de niño travieso.
Volviste a cogerme en brazos, me llevaste dentro –no sé en qué momento perdiste los pantalones- y me colocaste contra la estantería. Me agarraste por las caderas y, apoyada contra los libros de la última colección de Nacional Geographic, sentí un intenso brote de placer entrar de nuevo en mis entrañas. Lo más hondo de mí te sintió llegar tan fuerte como las primeras lluvias de enero. Golpeaste una y otra vez mi sexo contra el tuyo, mi espalda contra los tomos de la estantería, mis pechos contra el tuyo; me faltaba el aliento, se me entrecortaba la respiración, volaban mis latidos y mis gritos se hacían más eternos conforme tus embestidas se hacían más fuertes y profundas. Clavé mis uñas en tu espalda, grité un poco más fuerte y abrí todo lo que pude las piernas para que la última fuese la más intensa y la más potente. Y así fue.
Reposé mi cabeza en tu hombro aún contigo dentro de mí en el más amplio sentido de la palabra y me tumbaste sobre el sofá.


Para aquellos que eligieron en la encuesta la opción "Me encantaría". Gracias.

15 comments:

Anonymous said...

Muy bueno, amiga Rocio TU SI QUE VALES.
UN BESO

Alberto García said...

Reconozco que vote por "Me encantaría", pero ahora creo que tenía que haber contestado "Miedo".
Un montón de imágenes inundan mi tímido cerebro y se sonroja por dentro. No estoy preparado para tanta embestida. ¿Para cuándo el próximo capítulo?

Piter said...

que buen relato, me puso la carne de gallina
bueno y me provocó otras cosas también
me gusta esa pluma candente, que no pueden apagar las primeras lluvias de enero

Anonymous said...

Vamos que lo que queria decir el amigo Pedro, que le puso a mil por hora. Pues los hay mejores.

Ro said...

Claro que los hay mejores, si no, de quién podía aprender? Poco a poco, como me dice Alberto. Por cierto, no sé si habrá próximo capítulo. A ver.

Anonymous said...

Si Rocio,publica otro en el blogs.

Anonymous said...

El relato es brillante, una erótica elegante y femenina.

P.D.: Para el anonymo maleducado. Lo menos que podias hacer es dar la cara.

Firmado: Tu cordi rubio.

Anonymous said...

Nadie ha dicho que este relato no sea bueno o que no brille todo lo contrario, e incluso yo he tenido el privilegio de leer otros que me ha mandado la propia autoras y me parecen muy brillantes.
Pero yo que sepa esta literatura provoca lo que provoca y por eso no me parece adecuado que se le llame maleducado a nadie, yo no tengo que dar la cara a alguien que tampoco la da.
Y mas cuando la autora del blgs me conoce.
seguir escribiendo de este tema me parece una perdida de tiempo.
Rocio tu sigue escribiendo que a mi me encanta y asi lo vote. un beso.

Ro said...

Bueno, haya paz chicos y chicas. Ha sido un malentendido. MEa culpa. Habrá un próximo capítulo. Lo prometo. Dentro de muy poco.
Un besazo a todos

RÿSkA said...

Efectivamente, un malentendido.

Tu segundo comentario se entendio mal. Si tengo que pedir disculpas por lo dicho anteriormente, me retracto.

No tengo necesidad ninguna de entrar en una trifulca con nadie, y menos en los comentarios de un blog.

Espero aceptes mis disculpas amiga de rocio.

Saludos y una buena calada a la pipa de la paz por mi parte.

Petons

Tu cordi rubio.

Ro said...

¿Qué le respondes, querida Anónima?

Anonymous said...

Disculpas aceptadas.un beso.

Ro said...

Así me gusta, chicos. Portaros bien. Por cierto, ya está empezado el segundo capítulo. Espero colgarlo mañana. Besos

Alberto García said...

Impaciente

Anonymous said...

Yo diría querido Alberto ansiosa