29 August, 2005

Cuando la felicidad es efímera y la tristeza se torna eterna

Anoche, camino a casa, las lágrimas me abordaron con una naturalidad tan cotidiana como dolorosa. Lo cierto es que vuelvo a estar cansada, o quizá, llevo mucho tiempo cansada. De ti, de mí, y de esta maldita obsesión por seguir manteniendo en pie "algo" que ya ni pende de un hilo de esperanza. Y cuando no hay esperanza no hay nada, porque era la único que quedaba y ya no está. Y quizá, era lo único que me ataba a ti.
Ni siquiera puedo escribir sin echarme a llorar. Me duele en el alma un corazón roto, más roto aún de lo que ya estaba. A diario, casi a cada segundo, he intentado encontrar algo por lo que luchar y siempre has aparecido tú. Sea como fuere, o estuviese donde estuviese, siempre, en cualquier lugar y bajo cualquier circunstancia aparecías tú. Pero ahora ya no queda nada sabes, nada de nada. Estoy vacía, tan vacía que me atraviesa todo lo que me rodea y eso me enfurece. Me atormenta el pasar desapercibida delante de todos, el mirar hacia otro lado o correr a un lugar sin sentido, a un horizonte que no existe. Y todo esto es por ti.
Más de dos años a tu lado, y aún después de tanto tiempo y de tanto tiempo juntos, seguía pensando -hasta ayer- que era posible sacar todo esto a flote.
Ahora no. Quizá sea la definitiva, o quizá sea sólo la enésima vez que me prometo a mí misma que ésta será la última vez que confíe en ti. No lo sé.
Sigo teniendo miedo a perderte, mucho, pero ahora es más el vacío de sentirte tan lejos lo que me inunda, es mucho más la tristeza en la que se ha convertido cada una de mis días lejos de ti, que ese antiguo miedo a no saber qué hacer cuando te necesite.
Voy a intentar ponerle remedio a todo esto. Como dicen muchos, voy a "comprarme" una coraza, ya que mi corazón siempre acaba empujándome hacia ti. Hoy, ahora, espero que no.
Aunque probablemente, sólo tú y yo sabemos qué pasará... sólo tú y yo.

07 August, 2005

El prototípico y doloroso Te echo de menos

Estoy un poco cansada. Pero no sabría definir muy bien de qué. Lo cierto es que, a pesar de intentar disimular esta tristeza que ahora mismo llena todas las horas que paso lejos de ti, sucumbo sin querer a un desencanto que me aprisiona en lo que he venido en llamar el olvido. Con el temor de recurrir a frases tópicas y sin poder definir demasiado bien por qué me siento tan sola, he de decirte -si a tí, que sé que lees estas letras- que te echo de menos, mucho, aunque tal vez demasiado. Es típico en mí, pero es el sentimiento más claro que ahora mismo puedo definir, aunque tenga otros que se agolpan en la antesala de este alma vacía.
Lo cierto es que no sé porqué te echo tanto de menos. Pero tengo una necesidad intrínseca en el alma de verte a todas horas, un deseo de besarte que se agarra con ahínco al corazón y que apenas puedo disimular cuando te tengo delante. No sé porqué ahora, no sé porque de esta forma, sólo sé por qué contigo. Contigo porque sigues siendo aquel héroe al que un día escribí, contigo, porque sigo escribiéndote pese al tiempo que ha pasado desde la primera vez que lo hice. Contigo, porque sigues siendo el único al que tengo la necesidad de sentir cuando ni siquiera quiero abrir los ojos al mundo; cuando por la mañana, me lamento por no tenerte y respiro con fuerza para encontrarte escondido en algún rincón de este alma vacía. Tan vacía sin ti, tan vacía que te echo de menos más de lo que querría. Incluso, más de lo que un día pude imaginar que lo haría.
Sea sólo esto tal vez, maneras de pasar el tiempo, tal vez, maneras de no entristecerme más aún. Pero lo cierto es que cada una de las sinceras palabras que conforman esta carta lleva inscrito un solo sentimiento: la sensación de estar vacía cada vez que cuelgo el teléfono y termino de hablar contigo. Cada vez que dices adiós y temo no volver a escucharte nunca más.