30 April, 2011

¿Por qué has tardado tanto?

Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Pablo Neruda.

¿Acaso pensaste que ya te había olvidado? Por un solo instante, ¿creíste que había logrado enterrar todo lo que me diste? ¿De verdad?
Apareciste sin más. De golpe. Sin avisar. Sin anuncios. Sin preguntar. Apareciste como antaño, ataviado con tus mejores galas, lleno de sonrisas y radiante de alegría. Llevaba tanto tiempo sin sentirme así que mi corazón se sobresaltó y pensé que exhalaría su último aliento, pero aguantó. Aguantó un asalto más. En el último intento le arrebató a cada uno de mis huesos un poco de la fuerza que tú le infundiste, sacó del tuétano de mis huesos cada uno de los besos que tú escondiste, expulsó del alma la tristeza y el vacío y la llenó de besos, de tus besos, y se levantó.
Y allí estábamos, contigo. Mi corazón y yo. Mi alma y yo. Mi cuerpo y yo. Llenándose de tu amor, absorbiéndote en cada latido, empapándose de la ternura de tu aliento y absorbiendo el calor de tus ojos, guardando con ahínco cada una de tus palabras de consuelo.
Te había echado mucho de menos, a ti, a tu cuerpo, a tu amor, a tu ternura, a tu aliento, a tu voz, al olor de tu pelo, al tacto de tus manos, a la dulzura de tus ojos. Te había echado tanto de menos.
Pero allí estábamos, juntos, de nuevo, como antes, como antaño, como cuando éramos inseparables, con distancia o sin ella. Juntos, al calor de las sábanas blancas de una habitación de hotel. Juntos, unidos en cada latido. Atados al mismo deseo y a la misma pasión. Encadenados a la felicidad que estábamos viviendo, a la felicidad de la que estábamos siendo partícipes. Juntos. Sí. Juntos. Tus manos recorriendo mi cuerpo, mi cuerpo recorriendo tus manos. Llenándose de ti, galopando entre suspiros y retando al tic-tac del reloj. Mi ropa por el suelo, tu ropa junto a la mía.
Poco a poco fui sintiéndome tuya, tan tuya que dejé de sentirme mía. Tan tuya que volví a encontrar mi hogar en ti, tan tuya que me abandoné a la vida para alojarme en tus besos, para quedarme por siempre unida a ti. Tan tuya y tan mío, juntos, volviendo a hacer el amor más puro, volviendo a disfrutar de la pasión más inaudita. Tú y yo dejando de ser tú y yo para ser nosotros. Para ser uno. Como antaño.
Cómo te había echado de menos... ¿Por qué has tardado tanto?

Daniel Glattauer... Estupendooooo

En menos de 24 horas me he leído (o mejor sería decir me he bebido) los dos libros de Daniel Glattauer: "Contra el viento del norte" y "Cada siete olas".
Estoy deseando comprarme "La huella de un beso". El último que ha publicado.
Me he apuntado a un sorteo que hay en el blog:
http://www.mideclipse.com/2011/04/22/sorteo-la-huella-de-un-beso/

Nunca tengo suerte.
Pero si alguien quiere apuntarse, pues ya está... Os dejo el link.

24 April, 2011

Entre el pasado y el futuro

Quiero olvidarte. Y en el intento pierdo mis ganas de vivir.
Quiero olvidarte. Y en el intento pierdo las sonrisas que me enseñaste a construir.
Quiero olvidarte. Y en el intento pierdo el hilo de voz que me queda.
Quiero olvidarte. Quiero aislarte. Sacarte del alma, a base de gritos, de golpes, de lágrimas...

Y cómo olvidarte si a cada paso apareces en el alma, sin avisar, sin hablar, recodándome por qué te he querido tanto y por qué no puedo siquiera querer olvidarte. Son palabras vacías. Son palabras teñidas de tristeza, tan vacías como el aliento que me dejaste al marcharte.
Te escribo para olvidarte cuando, siendo sincera, te escribo para no olvidarte. Te escribo para contarte que sigo aquí, para gritarte que te echo de menos, para golpear la amenaza de olvido que ha sobrevolado toda la tarde este cuerpo inocuo y vacío y enviarla al rincón del cuerpo donde las telarañas se hacen hueco y los recuerdos no llegan.
¿Olvidarte? No, no puedo, no quiero. Sí quiero. Como si tuviera opción.
Cómo voy a poder olvidar la forma en que me mirabas, la forma en que me hacías sentir guapa, la forma en que agarraste mi barbilla y me obligaste a mirarte a los ojos, la forma en que, entre el tenedor y el cuchillo, mientras estaba haciéndole la autopsia a una dorada a la sal, acariciaste mi mano con suavidad y deseo; aquella forma en que tú me besaste bajo ruido de trenes que llegaban y vidas que partían, aquella forma en la que acariciaste mi cara en la última despedida dejando entrever un adiós entre lágrimas furtivas.

El problema es que todas estas frases se han construido en pasado. Siquiera en presente. En futuro era impensable.

16 April, 2011

No merecía la pena...

Necesito esconderme. Necesito que descuelgues el teléfono y me recuerdes por qué te hice caso cuando me pediste que siguiera adelante, que merecería la pena.
- Cielo, merece la pena, seguro. Te lo prometo.

No. No merece la pena. No la merecía entonces y no la merece ahora. Llevaba yo razón. Pero tú, tú no quisiste dejarme. Cerraste los ojos antes mis lágrimas amargas, cerraste los labios para no recoger mis gritos de auxilio, cogiste mis manos y me pediste que siguiera adelante. Me pediste que no llorara, que no había lágrimas necesarias ni necesitadas, que no había besos perdidos ni de compromiso, que no había alguien en el mundo que no quisiera quererme.
Ahora me levanto y recuerdo, dolorosamente, esas palabras. Una a una. Ese discurso horrible pero precioso en aquel momento; recuerdo esa declaración de amor oculta en palabras de consuelo; recuerdo todo lo que me pediste. Me pediste que siguiera adelante, que sería feliz, que la vida me daría motivos para sonreír, que el día a día me devolvería la confianza en mí misma, que noche a noche recuperaría las ganas de reír como antaño.
Y no es así. Me mentiste. Tú también. Tú. A quien he querido con toda mi alma, con todo mi ser. Con mis entrañas rotas y mis labios sellados; con mi corazón en vilo y muerto; con mi cuerpo cansado y ultrajado. Tú. A quien he confiado los latidos de mi corazón, a quien he confiado los pocos silencios que guardan mis huesos, a quien he regalado la última sonrisa sincera que pude fabricar.

Y, ahora, ahora quiero gritarte: no merecía la pena.
Y ya no sé volver atrás sin ti.

Tú me enseñaste a guardar las lágrimas, a no dejarlas salir, a fabricar sonrisas de compromiso y a enterrar en lo más profundo la tristeza que sentía. Me enseñaste a ser de piedra, me regalaste, junto a aquel beso sincero, una coraza que se ha roto por donde tú ya la arreglaste días después.

01 April, 2011

Cielo...

Y en medio de un cielo cubierto de lágrimas, sin horizonte en el que esconderse, sin estrellas en las que vivir, sin aire para respirar, sin luna en la que acunarse, en medio de un cielo triste, desalmado, desalentador, doloroso, apareciste.

-Hola, cielo.

Y la vida se para. Los días se paran. El reloj se para. El tren se para.
Los castillos de aire se desrrumban, los sueños aparecen, el corazón vuelve a latir como antaño, el alma se llena de ansia, el cuerpo respira deseo, mis ojos se iluminan y mi voz se quiebra.
Yo respiro, recuerdo, sonrío y retomo mi gastada sensación de vacío para seguir viviendo como tú me enseñaste.