03 July, 2007

Esas pequeñas cosas




Hay un universo de pequeñas cosas
que sólo se despiertan
cuando tú las nombras...
Alejandro Sanz.

Escribir sobre las pequeñas cosas nunca ha sido objeto de mi interés, literario, se entiende. Puede que, en parte, porque nunca creí en la importancia de esos detalles ni en la leyenda de que son los que te mantienen en pie. Sin embargo, mi vida ha cambiado tanto y pende hasta tal punto de un hilo, que empiezo a darle una importancia extrema a cada una de las cosas que antes consideraba estúpida. A detalles como un «gracias», escueto y simple, que me hacen sonreír en medio de un mar de lágrimas. Sentada en el balcón que da a esa calle tan vacía e insulsa para mí, contemplando un cielo tan oscuro como frío, recupero detalles tan ínfimos como un beso en la mejilla o un abrazo no pedido. Suelo quedarme suspendida en el tiempo, sobre todo, cuando termino de hablar contigo. Miro las estrellas pero no las veo porque me encuentro inmersa, metida hasta el tuétano, en todo lo que me das y no consigo retener conmigo. Respiro profundo y me ahogo en este mar de soledad que tú no comprendes y del que me pides que huya con una facilidad que yo no alcanzo a encontrar. Me pides que despierte de una pesadilla que no comprendes ni sufres; me pides que despierte a un mundo que me hace sufrir aún estando dormida. Y sin embargo, recuerdo una y otra vez esas tonterías tontas, esas frases dichas sin pensar. Es aquella inquietud antes de verte lo poco que aún me mantiene el corazón vivo; es aquella alegría, oculta a base de puñetazos, de las pocas cosas que aún me hace reír. Me cuesta respirar al recordarte e incluso me cuesta recordarte, pero son esas pequeñas cosas compartidas contigo lo único que me merece la pena tener guardado. Respirar, lo que se dice respirar, lo hago por rutina; vivir, lo que se dice vivir, hace tiempo que dejé de hacerlo. Mis ganas, como yo, se quedaron en el pasado, perdidas en aquel beso, en aquella inquietud, en aquella timidez tonta.