16 December, 2011

Tiemblo. Respiro. Tiemblo.


Has aparecido de pronto. 
Gracias.
Gracias por alegrarme la vida una vez más. Si supieras cómo te he echado de menos...
Te he echado tanto de menos... Tanto, tanto. 
Tanto como aquella última vez que nos separamos. Tanto como en aquel último beso en el andén. Tanto, como antes de conocerte. 

Te he echado tanto de menos... ¿Acaso no te diste cuenta?
Me temblaba de nuevo la voz como antaño. Me temblaba el corazón con cada una de tus palabras, me ha temblado el alma al escuchar tu primera sonrisa.

Te imagino sonriendo y vuelvo a temblar. Me asusto. Me sorprendes. 
- ¿Por qué sonríes?

Me sorprendes. No puedes verme pero adivinas esa sonrisa tan tonta en mi cara. La sonrisa tuya. La sonrisa del alma. La sonrisa más sincera. La nuestra. La que tú me enseñaste a construir, la que tú me regalaste aquel primer día en que mis ojos encontraron en los tuyos la razón definitiva para seguir respirando. 

- En serio, enana, ¿estás bien?

Estoy bien. Estoy contigo. 
Volvemos a ser nosotros. Y me vienen al corazón millones de besos robados en el primer sol de la mañana, millones de abrazos entre sábanas robadas, millones de sonrisas ocultas entre tus brazos. 

Vuelvo a ser tan tuya. Tan tuya que duele. Tan tuya que tiemblo. 
Tiemblo. Respiro. Tiemblo. Respiro.

- Lo sé. Yo también te he echado tanto de menos...