30 June, 2012

Descubriendo placeres...

Descubro placeres casi enterrados en la asombrosa rutina que envuelve mi día a día.
Descubro placer en soñar despierta en medio de un café y un libro, olvidando los personajes que en él viven y creando historias a partir de un tú nuevo que me hace sonreír y perder demasiadas veces la seguridad en mí misma... Historias en las que tú -qué miedo me da llamarte ya así, tan de repente- me besas a escondidas y me envías mensajes a hurtadillas, con la media sonrisa de niño travieso y la otra media de hombre sabio que tiene miedo a dejarse llevar.

Y si algo nos otorgan estos primeros besos es la ternura del descubrir y la pasión por ser descubierto... Así que me hallo delante de un café que tirita ante el ardor que siente salir de mi pecho mientras...

Te imagino junto a mí. Abrazados al frío de enero, envueltos en un halo de deseo, hambrientos de placer. Y tú me besas antes de cerrar la puerta, y yo te muerdo el cuello en el pasillo.
- Quiero amarte...
Y yo te dejé que me amaras, que me amaras de forma infinita, de forma ávida, hambriento y sediento de mí.

De pronto, la pasión se detuvo. Apareció la ternura.
Me tumbaste en la cama. Me cerraste los ojos con un beso y sellaste mis labios con los tuyos.
- Déjame amarte.

Me olvidé de quién era, olvidaste quién eras y te dejé amarme.
Poco a poco  fuiste deshaciéndote de mi vestido y de mi ropa interior. Sólo me quedaba el rubor de mis mejillas. Y empecé a sentir el ardor de tus besos quemarme la piel, empecé a notar el sabor de tu aliento en lo más profundo de mis huesos y a sentirte mío con tanta fuerza que temí hacerte daño si seguías amándome de esa forma tan... Tan agónica, tan ansiosa, tan vehemente.
Yo fui tuya por primera vez. Tú fuiste mío por primera vez... Aunque te hubiera soñado tantas otras...