01 December, 2008

Capítulo II: El sexo matutino...


Tengo aquí bajo el vestido
bien escondiditos tus besos malditos...

LOVG. El último vals.


Mi perdición, no sólo por esa noche... Hubo más noches, y más tardes, y más mañanas en las que hacer el amor sin apenas abrir los ojos. Aquellos labios, esos labios que ahora encuentro al despertar son pasión y deseo al mismo tiempo; son desenfreno y locura a partes iguales. Cada mañana, como ésta, en la que despierto a tu lado y te como a besos. Suaves, callados, intensos, tranquilos... Llenos del deseo más silencioso que puede fabricar mi cuerpo a esas horas. La piel, aún bajo las mantas, conserva al calor de tu último beso, guarda las caricias de tu último abrazo, poco antes de cerrar tus ojos frente a los míos. “¿Qué? Nada, sólo te miro”.
Mis besos se hacen más intensos, más fuertes, casi llegan a ser mordiscos. Te mueves, te zafas, escapas, te das la vuelta, me agarras del brazo y balbuceas un abrázame medio tristón, medio enfadado. Pero, a los dos segundos, cuando ya vuelves a dormir de nuevo, recorro con mi lengua la comisura de tus labios, me paseo por el cuello y me balanceo por tus orejas. Te recorre un escalofrío, pegas aún más tu cuerpo al mío y escondes tu cabeza bajo las mantas. Me incorporo de nuevo y me abalanzo sobre ti, consigo ponerte boca arriba y me siento junto a ti. Masajeo tu piel, desde la entrepierna hasta los pies, desde el cuello hasta el abdomen. Y saco la lengua, la paseo por tu pecho, me detengo en los pezones. Te haces el dormido pero tu respiración jadeante dice que ya estás despierto. Ahora te muerdo los labios, la barbilla, vuelvo a pasar la lengua por todo tu cuello, bajo hasta el abdomen. Te miro, sigues con los ojos cerrados, casi entreabiertos ya. Y mi lengua recorre tus zonas más oscuras, más llenas de deseo, la recorren de arriba abajo, se pasea, se entretiene, se detiene, le gusta, me gusta, te gusta. Y sigues tumbado. Me siento sobre ti, entro en ti -o más bien al revés- y me balanceo entre tu cuello y tu cintura, me dejo caer hacia atrás, me agarro a tus muslos y tú a mis caderas; vuelvo hacia adelante, me inclino hasta tocar mis labios con los tuyos y tú haces fuerza para subirme un poco más. Me tiras del pelo hacia atrás y yo te enseño la lengua. Sonríes, mientras yo vuelvo a tumbarme sobre ti, me agarro con fuerza a tus hombros y siento tus gritos ahogados en suspiros más dentro de mí que nunca... Definitivamente, me encanta el sexo matutino...