16 December, 2011

Tiemblo. Respiro. Tiemblo.


Has aparecido de pronto. 
Gracias.
Gracias por alegrarme la vida una vez más. Si supieras cómo te he echado de menos...
Te he echado tanto de menos... Tanto, tanto. 
Tanto como aquella última vez que nos separamos. Tanto como en aquel último beso en el andén. Tanto, como antes de conocerte. 

Te he echado tanto de menos... ¿Acaso no te diste cuenta?
Me temblaba de nuevo la voz como antaño. Me temblaba el corazón con cada una de tus palabras, me ha temblado el alma al escuchar tu primera sonrisa.

Te imagino sonriendo y vuelvo a temblar. Me asusto. Me sorprendes. 
- ¿Por qué sonríes?

Me sorprendes. No puedes verme pero adivinas esa sonrisa tan tonta en mi cara. La sonrisa tuya. La sonrisa del alma. La sonrisa más sincera. La nuestra. La que tú me enseñaste a construir, la que tú me regalaste aquel primer día en que mis ojos encontraron en los tuyos la razón definitiva para seguir respirando. 

- En serio, enana, ¿estás bien?

Estoy bien. Estoy contigo. 
Volvemos a ser nosotros. Y me vienen al corazón millones de besos robados en el primer sol de la mañana, millones de abrazos entre sábanas robadas, millones de sonrisas ocultas entre tus brazos. 

Vuelvo a ser tan tuya. Tan tuya que duele. Tan tuya que tiemblo. 
Tiemblo. Respiro. Tiemblo. Respiro.

- Lo sé. Yo también te he echado tanto de menos...

27 November, 2011

Respiro. Casi me olvido.

 Respira, aguanta un segundo y respira.

(Vamos, venga, corre, que sí, que llegas, que no son tantos escalones, que los zapatos no son tan altos, que la falda no es tan estrecha, que llegamos...)

- Sí, sí, ya voy para allí.
- En serio, casi lo pierdo pero ya voy para allí.

Cuando recuperé el aliento, y esta vez por motivos de velocidad más que por cualquier otra cuestión, empecé a darme cuenta de que me había convertido en 'marathon woman'... Qué forma de subir las escaleras. Tacones de 13 centímetros -como la media nacional-, falda negra de tubo, tan estrecha como las carreteras secundarias y los colores de la Heidi más feliz pese al frío de febrero. Pero llegué. Aquí estoy.

Voy a tu encuentro. Engalanada con mis mejores ilusiones, cubierta de las pasiones que he ido construyendo noche tras noche sobre bases de conversaciones infinitas y besos soñadas, voy viendo pasar kilómetro tras kilómetro con el ansia de quien se ha visto perdida y por fin ha encontrado el camino a la felicidad. Benditos kilómetros que me separan de ti.
Empiezo a sentir el corazón latir desarbolado, el temblor de las piernas, los dedos apenas son capaces de encontrar las teclas correctas de este portátil. Ya está. Ya casi estamos. Estamos llegando. Nosotros. Mi corazón y yo. Mi alma y yo. Mi cuerpo renovado y lleno de vida nueva que te espera con ansia y con miedo, con el ansia de saberte mío, con el miedo a despertarme en medio de mi antiguo mar de lágrimas amargas.

Siento tu mano en mi espalda.
- Hola, enana. Creí que no llegabas.
Siento tus labios en la comisura de los míos, tus manos en las yemas de mis dedos, tu voz retumbando en cada uno de los huecos que se quedaron vacíos la última vez que nos quisimos.

Vuelve a faltarme el aliento aunque esta vez por ti. Vuelvo a subir escalones, aunque esta vez contigo asido a mi cintura.
- Nos vamos a caer, estáte quieto.
Te miento. No me sueltes. Por favor. No me sueltes. Por favor. Repito una y otra vez mi plegaria para ver si en medio del silencio consigues recoger uno de estos susurros. No me sueltes.
Mis manos caen rendidas sobre tu cuello, mis cuerpo empieza a rendirse al calor de tus abrazos.
Respiro, casi lo olvido.
Respiro de nuevo. Sienta bien respirar cuando estás cerca.
Vuelvo a perder el aliento cuando empiezas a desnudarme. Mi blusa se abre. Mi falda cae al suelo.
Por suerte, aún me queda la ropa interior negra tan bonita que compré para ti.
Se acabó la suerte.

Estoy desnuda ante ti. Te siento respirar a mi lado y apenas sin mirarte sé que estás sonriendo.
Respiro de nuevo. Casi lo olvido otra vez.
Me cuesta mirarte. Cuando siento cómo me miras me ruborizo, me vuelvo pequeña y me marcho de la habitación. No puedo dejar de sonreír. Siento calor pese a estar desnuda en medio del mes de febrero. Tus manos empiezan a buscarme. Buscan con ahínco mis labios y mi cuello, mi pelo enmarañado en la almohada, mi espalda, mis piernas, mi vientre... Siento tu lengua recorrerme de principio a fin, más allá de la piel, más allá del alma.
Ahora sí respiro con ansia. No dejas de acariciarme mientras tus manos buscan con deseo y pasión llegar hasta el fondo de mis entrañas.
Vuelvo a sentirme mío. Literalmente. Tan dentro, tan en mí, tan cerca de mis entrañas que casi no puedo dejar de gritar. Una y otra vez. Sin pausa. Sin prisa. Sin descanso. Con ansia. Con deseo. Con ahínco.
Agarrada a ti como quien sostiene su vida; agarrada a ti como quien sabe que al soltarse todo se volverá oscuro.
Te siento más en mí que nunca. Mis gritos se hacen cada vez más sonoros. Te veo sonreír.
Te suplico que pares. Por favor. Por favor. Por favor. Te veo sonreír de nuevo.

Abro los ojos y te encuentro tumbado sobre la cama, con una sonrisa en los labios que derretiría a la más ardiente de las pasiones, como era la mía hacía algunas horas.

- Enana, te quiero.

13 November, 2011

Mis lágrimas tan tontas

Fue ayer, poco antes de dormir, cuando volví a sentirte mío.
Tan mío como lo fuiste oculto en aquellas tardes llenas de sonrisas y cafés en la terraza de una habitación de hotel; tan mío, como aquellas mañanas en que aparecías debajo de mi piel buscando con ahínco rincones del alma donde aún no habías llegado.

Y ha sido hoy, poco antes de despertar, cuando volví a sentirte lejos.
Tan lejos como aquella tarde en que desapareciste entre la amalgama de gente de una estación cualquiera; tan lejos como sentí tus labios en aquel último sueño juntos.

Tan lejos y tan cerca. Tan vacía y a la vez tan llena de ti. Tan viva, y poco a poco muriendo entre recuerdos olvidados de besos antiguos como fotos en sepia.

Te echo de menos. Sobre todo, te echo de menos cuando necesito el apoyo de tus brazos para levantarme un día más, cuando necesito el calor de tus labios para las tardes frías de este diciembre que está por llegar y que tan lejos está de aquel en que dormíamos tan abrazados que tu aliento era más mío que tuyo. Te necesito cuando quiero recuperar recuerdos y siento cómo se desvanecen al primer intento, cuando vuela la sonrisa de un bebé delante de mí y no sé dónde estás; cuando siento esas ganas tan tontas de llorar, ¿te acuerdas? Sí, esas ganas tontas que hacían que corrieras a recogerlas y a besarme con la dulzura más inmensa que mis labios han conocido jamás. Esas lágrimas que tanto te hacían reír... Y ahora, cuando aparecen, me siento tan tonta al verte sonreír... Tan, tan tonta esperando que vengas a reírte de mis lágrimas y besarme con esa inmensa ternura que tanto echo de menos.

Y lloro y lloro pero tú ya no apareces...

12 October, 2011

Volviendo a casa...

Vuelvo en un autobús a casa. Sentada al lado de la ventana, la brisa nocturna me hace cerrar los ojos y, sin avisar -como casi siempre-, apareces tú...

Somos nosotros.
Tú y yo, parece increíble. Casi no puedo respirar, el corazón me golpea tan fuerte el pecho que me zarandea y me hace temblar.
Tu mano acaricia mi cara, la parte baja de mi cuello y el temblor desaparece. Es tan fácil contigo...
Me sube el calor por la espalda mientras tus manos quitan uno a uno los cuatro botones de mi vestido.
- Estás preciosa hoy...

Noto cómo me caen las lágrimas por las mejillas. El sabor a sal me despierta del sueño.

Apareces de nuevo. Juegas a atrapar cada una de las sonrisas que se escapan por la comisura de los labios, a guardarlas, a saborearlas. Me besas. Noto cómo me atraviesa tu aliento y cómo me recorre el alma un halo de esperanza, cómo me recorre el cuerpo un abismo de deseo y pasión. Mi cuerpo entra en contacto con el tuyo, mis besos recorren tus brazos, tu cuello, tu pecho, tu cintura... Te recorro de principio a fin y me gusta cómo me besas.
Me siento guapa cuando mi vestido cae y mi ropa interior es lo único que me separa de sentir tu cuerpo tan mío como sentí tu voz aquella primera vez que descolgaste el teléfono y me regalaste la mejor de las sonrisas que había oído en mi vida.
Y entonces, siento cómo mi desnudez te abruma. Me recorres con la mirada con tanta ansia, con tanto deseo que por primera vez en mucho tiempo siento cómo se me eriza la piel de pura pasión. Me abrazas. Creo que has notado aún sin rozarme cómo me tiembla el pulso.
- Me encanta cómo hueles...

La punta de tu nariz tienta uno a uno los poros de la piel y hace que me derrita poco a poco, al mismo tiempo que el ansia de hacerte mío me provoca una risa incontrolable que no es más que un intento desesperado de mi corazón por esconder sus desarbolados latidos. Tú me abrazas, yo te muerdo; tú me sujetas con fuerza contra la almohada y yo vuelvo a morderte, esta vez con tanta fuerza que me miras con la cara del más travieso de los niños.
- No seas mala...

Me río. Me vuelve a salvar la risa de caer rendida a tus brazos. Comienzas a amarme. Tu cuerpo dibuja sobre el mío cada una de las caricias que tantas veces había soñado. Me recorres con suavidad, primero con la yema de los dedos, después con todo tu cuerpo. Y yo me abro a ti, termino de entregarte lo poco que aún guardaba para regalarte, termino de entregarme entera a ti, dándote sin miedo, sin temor al desamor ni al desengaño, sin temor al vacío de las noches sin ti. Y tú te adentras en mí, me llenas de ti, me amas, me abrazas, me agarras con ahínco, queriendo quedarte para siempre, queriendo llenarme de ese olor a amor tan tuyo, queriendo regalarme el deseo infinito de quien moriría por seguir haciéndome el amor.
Hasta el final, hasta límites inaccesibles para tantos, hasta el amor que duele, hasta el sexo que hace añicos cualquier previsión de control, hasta que mis gritos dejan de morir en la comisura de tus labios y se hacen presentes. Sin tregua...

... Hasta que mis gritos se ahogan en la última parada del autobús.

02 September, 2011

Demasiado amor para sobrevivir...


Siento tu nombre rondando mis recuerdos.
Siento tu aliento rozando mi cuello.
Siento tu alma llamándome a gritos.

Y se me cae el alma al infinito, hasta el más oscuro de los rincones de la tristeza, allí donde van los sueños rotos y los besos que nunca nos dimos, allí donde los gritos se ahogan en lágrimas, donde el amor se muere de pena, donde la soledad se hace fuerte y finge ayudarte a subir, pero en realidad sólo quiere aferrarse a ti para sobrevivir a tu costa.
Sobrevivir. Sobrevivir. Y una y otra vez me repito que así no voy a poder sobrevivir, que esto es demasiado amor, que me puede, que me siento enana... ¿Acaso pensaste que ya lo había olvidado?

Quiero recuperar mi valor para luchar por vivir con este amor, quiero volver a sentir esa pasión inaudita, quiero volver a ti. Luchar, gritar que te quiero, que no habrá quien pueda robarme el aliento como lo hiciste tú, que nadie podrá darme jamás lo que tú me diste, que nadie podrá darte jamás lo que yo te di.
Quiero volver. Volver a tus brazos embriagada de alegría, quiero temblar al verte, llorar sólo cuando te viese partir, quiero llorar solo cuando vea la pantalla de trenes y reír cuando aparezca el primer taxi disponible.

Quiero sentarme entre tu cuerpo, volver a entregarme a ti, dejar de compartirte, dejar de sentirme hundida. Quiero quererte de nuevo con deseo, con pasión, con ansia, con alegría, con ilusión. Quiero dejar de quererte a solas, con dolor, con una sensación de vacío continua y profunda, con cobardía, con mentiras. Quiero dejar de ocultar esta amargura que me recorre el alma y me deja sin aire, que me deja sin aliento, que me deja vacía, que me ahonda y me lleva a ese lugar oscuro del que tú me salvaste.
Quiero sobrevivir, sobrevivir contigo, sobrevivir con este amor... Quiero recuperar lo que fue tan nuestro.

24 August, 2011

Y, entonces, el deseo...

Lo que empezó siendo una cena terminó en un desayuno para que, al final del día, con el ocaso, nuestros cuerpos volvieran a fundirse como lo hacía el sol en el horizonte...
Siento tus manos recorriendo uno a uno los botones de camisa, siento cómo se abre poco para dejar al descubierto un corazón que galopa sin aliento, como yo. Escucho tu respiración desnudándome, miro tus ojos buscando con ahínco el deseo que mis labios ocultan. Nos besamos. Nos mordemos. No alcanzo a encontrarte en todos los lugares donde tu busco porque estás perdiéndote entre mis piernas. 
Ansío tus besos en mi cuello pero sigues aferrado a mí, siento cómo el calor de tu aliento me atraviesa y llega a lo más hondo de mi cuerpo hasta hacerse hueco en el tuétano de mis huesos... 
Te detengo. Apenas puedo respirar pero consigo encontrarte. Vuelvo a besarte. Recorro uno a uno los poros de tus abdominales para ir adentrándome en tu cuerpo. Me encanta ver cómo me miras. Tus ojos me penetran como tu lengua lo había hecho minutos antes. Me acaricias el pelo conforme voy aumentando el ritmo. 
Y ahora me detienes tú a mí para arinconarme contra la pared. Entras, sales, una y otra vez, sin respiro, sin pausa. Te oigo susurrar mi nombre y aún te siento más adentro. 
Y con algunos segundos de descanso, vuelvo a verme cubierta por el calor de tu piel, por el peso de tu cuerpo. Tu vientre contra mi espalda, tus manos asidas a mi cuello, con ansia, con ahínco, con pasión. Unidos por el hilo común del deseo. Siento tus manos bajando por mi columna hasta mis caderas y a la vez siento el ansia llegar hasta cada uno de los dedos de mis pies. Y al mismo tiempo, todo tú atravesándome las entrañas. 
Mientras, el sol dormía desde hacía tiempo y la luna nos observaba, envidiosa por habernos dado antes.

25 July, 2011

¿Seguir luchando?

 Siempre supe que es mejor,
cuando hay que hablar de dos,
empezar por uno mismo. 
Shakira. Inevitable.

Estos días sin saber de ti me han demostrado que quizá, y más que quizá, seguro, me esté aferrando a un mástil que ya no es capaz de mantener el barco a flote. Nos hundimos. Nosotros. Yo y la poca esperanza que aún albergaba mi corazón de volver a verte. Nos hundimos, sin remisión, sin posibilidad de renacer, sin ganas de luchar, sin valor para seguir remando contra el viento, contra el recuerdo, con el maldito tiempo que arranca hojas del calendario como latidos a un alma vacía.
No sé si lo que aún me late aquí dentro son recuerdos agolpados y unidos por un lazo invisible o el deseo de mi corazón por despertar de un letargo que dura ya demasiado, aunque haya días que cierre los ojos con ahínco y me niegue a ver que quizá no vaya a despertar nunca. No lo sé. Y me odio y te odio por ello.
A ti, sí, a ti también. Te odio por haberme abandonado y por no haberme avisado; por no decirme que ibas a estar un tiempo y luego te marcharías; te odio por haberme querido aunque sólo fuese un poco.
Te odio por dejar que albergase en mí la ilusión, por no llevártela contigo, por infundarme el valor para pedirte un beso, por permitir que luchara contra el mundo cuando ambos sabíamos que el mundo estaba a kilómetros de distancia. A muchos kilómetros de distancia.
Y me odio por permitirme mantener el deseo de tenerte, aún sabiendo que nunca te tuve, aunque supongo que ahora es inútil siquiera plantearme un porqué. Qué más da.
Al fin y al cabo sigo aquí. Sigo escribiendo que no merece la pena seguir, que no merece la pena luchar, pero sigo escribiendo, porque una parte de mí sigue luchando, sin sentido y sin valor, desde el lado de la batalla de los perdedores, aunque quizá la batalla estuviese perdida antes siquiera de sacar mi valor y quitarme el escudo.

30 June, 2011

En un solo segundo

 "Sin ti, se han ido tantas cosas en mi vida,
no es nada como lo conocía
cambió la vida entera de color..."
Malú. Ni un segundo.

Anoche volví a sonreír pensando en ti. Hacía horas eternas que no me hacías sonreír como antaño, como esas veces en que me vi reflejada en tus ojos y me sentí grande, me sentí especial, me sentí guapa. Tan guapa como cuando tú me mirabas, o acaso pensaste que mentía cuando me sonrojaba al sentir el peso de tu mirada sobre mis ojos, tímidos como pocas veces en la vida, temerosos de despertar del sueño que estábamos viviendo... 
Anoche volví a sentirme viva pensando en tus caricias, en el calor de tu piel en la noche eterna de febrero, en el calor de una noche al abrigo de sábanas blancas y abrazos nocturnos, besos a oscuras, caricias a la luz de la luz de la luna. Sin velas, sin flores, solos tú y yo, y el mundo por su lado, lejos de nosotros, dando vueltas sin sentido y sin nosotros.
Anoche volví a temblar porque volví a sentir el calor de tu cuerpo sobre el mío, tu piel junto a la mía, amándome como se ama por primera vez, amándome como sólo tú podías amarme.Pensé que, después de aquel beso a pie de pista, nada podría volver a hacerme tan feliz, sí, tan feliz... Sin embargo, allí estábamos. Unidos, atados, buscando con ahínco el sabor de besos escondidos, buscando con pasión el calor de unos brazos llenos de deseo, buscándonos a tiendas, sin más luz que la de mis ojos, siguiendo el camino que tus manos dejaban en mi cuerpo.
Anoche volví a sentirme tuya. Tan tuya, tan, tan tuya, como aquella vez, como aquella primera vez que te vi. Allí, asustada, temblando, ansiosa, con ganas de salir corriendo, pensando cada dos segundos ¿qué hago aquí? Porque fue allí, en aquel mismo instante, en un solo momento, en un segundo, cuando empecé a ser tuya y donde supe que nunca dejaría de serlo.

29 May, 2011

Sola

 No estarás sola, 
siempre habrá quien se parta en dos
en cada despedida...
Ismael Serrano. No estarás sola. 

Me asalta y me hunde este aroma a tiempos pasados que me han traído tus viejos recuerdos. Pasando de puntillas por lágrimas amargas que vuelan a una velocidad de vértigo, apareces como si pensaras que ya no te pienso, como si me miraras imaginando que cuando te miro no te encuentro, como si creyeras que ya no creo que eres tú por quien un día construí este valor al que me aferro para olvidarte. 
Pero ahora lo que más me aturde, lo que más ahoga en silencios oscuros este llanto casi maldito es esta soledad que has dejado, esta soledad que vas alimentando a tu paso, este vacío, esta tierra estéril, este cuerpo inerte, esta alma rota e insulsa, inocua, que sobrevuela tiempos pasados que por emitirse en pretérito ya fueron mejores. 
De todas formas, pese a todo, pese a que sé que aún me sobran lágrimas para odiarte y me faltan sonrisas para amarte, pese a ello, pese a mí misma incluso, sigo buscándote con ahínco, con ansia, torturándome una vez más, deseando perder en el camino la poca razón que me queda, el poco juicio que aún conservo y que me conduce hasta ti inexorablemente, temiblemente. 
¿Por qué? 
Porque sin un porqué, porque sin esa razón que busco aunque no te encuentre, porque sin ese valor que tú me hiciste creer que tenía, porque sin tu recuerdo, porque sin el aroma de tus labios, porque sin el calor de tu aliento, sin el olor de tu pelo, sin ti, sin ti no hay un yo que mantener en pie. Sin ti no hay un yo por el que seguir luchando para olvidarte.

21 May, 2011

Ya no estás

Nada más buscarte con este deseo supe que habías vuelto a desaparecer. Tú eres así. Volvemos al principio, al primer día. Al último día antes de conocerte.
Nada más buscarte con esta pasión oculta en sonrisas bobaliconas y miradas perdidas supe que ya no estabas. Otra vez. 
¿Por qué te has ido? 
¿Por qué sigo buscándote con ahínco en medio de papeles arrugados con versos anodinos e inocuos? ¿Por qué sigo queriendo encontrarte en palabras vacías, tan vacías como el aliento que me mantiene con vida, tan vacías como las estaciones en plena noche, sin trenes, sin pasajeros, sin nada más que los secretos que guardaron con pasión y vehemencia aquellos que se fueron para no volver? 
¿Por qué sigo buscándote aún sabiendo que todo lo que puedo encontrar va a estar cubierto por una capa de olvido y tristeza porque está enterrada para siempre? 
¿Por qué aún hoy, después de tanto y tantos, después de días enteros, meses completos y horas interminables, sigo anhelándote como si fuese ayer aquella primera vez que nos amamos?
Porque hoy, después de todo, pese a todo aquello que creí haber guardado para siempre, pese a que todo lo que guardé lo creí mío para siempre, pese a que siempre he creído que tus besos eran y serían míos mientras pudiese recordarlos, sentirlos, pese a ello, hoy te he buscado y no estás. 
Y es entonces cuando he cerrado los ojos con fuerza, como tú me enseñaste, como tú quisiste que siempre lo hiciera, para buscarte entre los entresijos de nuestro pasado, para encontrate donde prometiste que siempre estarías... Pero allí tampoco estabas. 

El hechizo se rompió. 
He dejado de creer en aquella princesa que construiste. 
He bajado los brazos. 
Me rindo. Sin ti, no puedo. Sin ti, no merece la pena. Sin ti ya sólo me queda esperar que el músculo que alberga mi pecho y que me concede la vida siga manteniendo tu aliento como coraza y no se rompa.

10 May, 2011

Sólo en esos días...

Hoy me ha vuelto a faltar el aliento porque has aparecido de pronto a mi lado. No creí que pudieses hacerme sentir de nuevo de esta forma tan inquietante y tan dolorosa a partes iguales. Pero sigo aquí. Sigo sintiéndome tuya aunque ya siquiera sé si sigues guardando en tu alma ese lugar que un día me regalaste. Sigo sintiéndome tuya, dentro de ti, tan tuya y tan dentro que sé que cuando me falta el aire para respirar sigo corriendo a esconderme en el único lugar donde aún me siento guapa, tu rostro. Porque todavía me siento tuya cuando recuerdo cómo me mirabas y, sobre todo, todavía me siento tuya porque siempre quisiste que lo fuese, incluso cuando yo siquiera sabía que quería. 
Sigo sintiéndome tuya aunque la mayoría de días no te sienta mío. Pero hay días, unos cuantos días a la semana, varios días al mes, en los que me sigue temblando la voz cuando recuerdo aquella forma tuya de amarme con la mirada; aquella forma tuya de abrazarme sin rozarme la piel; aquella forma tuya de acariciarme el rostro con un beso que no tocaba mis labios. 
Sigo sintiéndome tuya aunque haya días que no pueda recordar a qué supo aquella cena tan nuestra o de qué color era el taxi que me recogió aquella tarde de febrero en que el sol se abría paso entre unas nubes rebeldes. Porque salvo esos días, esos días tontos en los que no te quiero o creo no quererte ya, salvo esos días tontos, el resto de minutos sigo pensando que soy tuya, tan tuya como lo fui aquella primera vez en que me amaste hasta el fondo del alma, como aquella primera vez en que llevaste a ver el primer amanecer o como aquella primera vez en que supe a qué sabían tus labios. Justo como aquella vez en la que me faltó el aliento al sentir el calor de tu cuerpo junto a mis manos, enredado en mis brazos, atado a mis latidos, anclado a mi huesos hasta usurpar cada uno de mis latidos. Justo como aquella vez en que recorrí con el corazón en la mano y el alma en un billete de tren los pocos kilómetros que faltaban para empezar a vivir.

30 April, 2011

¿Por qué has tardado tanto?

Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Pablo Neruda.

¿Acaso pensaste que ya te había olvidado? Por un solo instante, ¿creíste que había logrado enterrar todo lo que me diste? ¿De verdad?
Apareciste sin más. De golpe. Sin avisar. Sin anuncios. Sin preguntar. Apareciste como antaño, ataviado con tus mejores galas, lleno de sonrisas y radiante de alegría. Llevaba tanto tiempo sin sentirme así que mi corazón se sobresaltó y pensé que exhalaría su último aliento, pero aguantó. Aguantó un asalto más. En el último intento le arrebató a cada uno de mis huesos un poco de la fuerza que tú le infundiste, sacó del tuétano de mis huesos cada uno de los besos que tú escondiste, expulsó del alma la tristeza y el vacío y la llenó de besos, de tus besos, y se levantó.
Y allí estábamos, contigo. Mi corazón y yo. Mi alma y yo. Mi cuerpo y yo. Llenándose de tu amor, absorbiéndote en cada latido, empapándose de la ternura de tu aliento y absorbiendo el calor de tus ojos, guardando con ahínco cada una de tus palabras de consuelo.
Te había echado mucho de menos, a ti, a tu cuerpo, a tu amor, a tu ternura, a tu aliento, a tu voz, al olor de tu pelo, al tacto de tus manos, a la dulzura de tus ojos. Te había echado tanto de menos.
Pero allí estábamos, juntos, de nuevo, como antes, como antaño, como cuando éramos inseparables, con distancia o sin ella. Juntos, al calor de las sábanas blancas de una habitación de hotel. Juntos, unidos en cada latido. Atados al mismo deseo y a la misma pasión. Encadenados a la felicidad que estábamos viviendo, a la felicidad de la que estábamos siendo partícipes. Juntos. Sí. Juntos. Tus manos recorriendo mi cuerpo, mi cuerpo recorriendo tus manos. Llenándose de ti, galopando entre suspiros y retando al tic-tac del reloj. Mi ropa por el suelo, tu ropa junto a la mía.
Poco a poco fui sintiéndome tuya, tan tuya que dejé de sentirme mía. Tan tuya que volví a encontrar mi hogar en ti, tan tuya que me abandoné a la vida para alojarme en tus besos, para quedarme por siempre unida a ti. Tan tuya y tan mío, juntos, volviendo a hacer el amor más puro, volviendo a disfrutar de la pasión más inaudita. Tú y yo dejando de ser tú y yo para ser nosotros. Para ser uno. Como antaño.
Cómo te había echado de menos... ¿Por qué has tardado tanto?

Daniel Glattauer... Estupendooooo

En menos de 24 horas me he leído (o mejor sería decir me he bebido) los dos libros de Daniel Glattauer: "Contra el viento del norte" y "Cada siete olas".
Estoy deseando comprarme "La huella de un beso". El último que ha publicado.
Me he apuntado a un sorteo que hay en el blog:
http://www.mideclipse.com/2011/04/22/sorteo-la-huella-de-un-beso/

Nunca tengo suerte.
Pero si alguien quiere apuntarse, pues ya está... Os dejo el link.

24 April, 2011

Entre el pasado y el futuro

Quiero olvidarte. Y en el intento pierdo mis ganas de vivir.
Quiero olvidarte. Y en el intento pierdo las sonrisas que me enseñaste a construir.
Quiero olvidarte. Y en el intento pierdo el hilo de voz que me queda.
Quiero olvidarte. Quiero aislarte. Sacarte del alma, a base de gritos, de golpes, de lágrimas...

Y cómo olvidarte si a cada paso apareces en el alma, sin avisar, sin hablar, recodándome por qué te he querido tanto y por qué no puedo siquiera querer olvidarte. Son palabras vacías. Son palabras teñidas de tristeza, tan vacías como el aliento que me dejaste al marcharte.
Te escribo para olvidarte cuando, siendo sincera, te escribo para no olvidarte. Te escribo para contarte que sigo aquí, para gritarte que te echo de menos, para golpear la amenaza de olvido que ha sobrevolado toda la tarde este cuerpo inocuo y vacío y enviarla al rincón del cuerpo donde las telarañas se hacen hueco y los recuerdos no llegan.
¿Olvidarte? No, no puedo, no quiero. Sí quiero. Como si tuviera opción.
Cómo voy a poder olvidar la forma en que me mirabas, la forma en que me hacías sentir guapa, la forma en que agarraste mi barbilla y me obligaste a mirarte a los ojos, la forma en que, entre el tenedor y el cuchillo, mientras estaba haciéndole la autopsia a una dorada a la sal, acariciaste mi mano con suavidad y deseo; aquella forma en que tú me besaste bajo ruido de trenes que llegaban y vidas que partían, aquella forma en la que acariciaste mi cara en la última despedida dejando entrever un adiós entre lágrimas furtivas.

El problema es que todas estas frases se han construido en pasado. Siquiera en presente. En futuro era impensable.

16 April, 2011

No merecía la pena...

Necesito esconderme. Necesito que descuelgues el teléfono y me recuerdes por qué te hice caso cuando me pediste que siguiera adelante, que merecería la pena.
- Cielo, merece la pena, seguro. Te lo prometo.

No. No merece la pena. No la merecía entonces y no la merece ahora. Llevaba yo razón. Pero tú, tú no quisiste dejarme. Cerraste los ojos antes mis lágrimas amargas, cerraste los labios para no recoger mis gritos de auxilio, cogiste mis manos y me pediste que siguiera adelante. Me pediste que no llorara, que no había lágrimas necesarias ni necesitadas, que no había besos perdidos ni de compromiso, que no había alguien en el mundo que no quisiera quererme.
Ahora me levanto y recuerdo, dolorosamente, esas palabras. Una a una. Ese discurso horrible pero precioso en aquel momento; recuerdo esa declaración de amor oculta en palabras de consuelo; recuerdo todo lo que me pediste. Me pediste que siguiera adelante, que sería feliz, que la vida me daría motivos para sonreír, que el día a día me devolvería la confianza en mí misma, que noche a noche recuperaría las ganas de reír como antaño.
Y no es así. Me mentiste. Tú también. Tú. A quien he querido con toda mi alma, con todo mi ser. Con mis entrañas rotas y mis labios sellados; con mi corazón en vilo y muerto; con mi cuerpo cansado y ultrajado. Tú. A quien he confiado los latidos de mi corazón, a quien he confiado los pocos silencios que guardan mis huesos, a quien he regalado la última sonrisa sincera que pude fabricar.

Y, ahora, ahora quiero gritarte: no merecía la pena.
Y ya no sé volver atrás sin ti.

Tú me enseñaste a guardar las lágrimas, a no dejarlas salir, a fabricar sonrisas de compromiso y a enterrar en lo más profundo la tristeza que sentía. Me enseñaste a ser de piedra, me regalaste, junto a aquel beso sincero, una coraza que se ha roto por donde tú ya la arreglaste días después.

01 April, 2011

Cielo...

Y en medio de un cielo cubierto de lágrimas, sin horizonte en el que esconderse, sin estrellas en las que vivir, sin aire para respirar, sin luna en la que acunarse, en medio de un cielo triste, desalmado, desalentador, doloroso, apareciste.

-Hola, cielo.

Y la vida se para. Los días se paran. El reloj se para. El tren se para.
Los castillos de aire se desrrumban, los sueños aparecen, el corazón vuelve a latir como antaño, el alma se llena de ansia, el cuerpo respira deseo, mis ojos se iluminan y mi voz se quiebra.
Yo respiro, recuerdo, sonrío y retomo mi gastada sensación de vacío para seguir viviendo como tú me enseñaste.

30 March, 2011

Buscando un lugar donde esconderme

Y ahí sigo, dándole vueltas al mundo más rápido de lo que él lo hace solo. Dándole vueltas a los días buscando un refugio, un lugar donde poder esconderme, un sitio para gritar sin que me tomen por loca, un sitio donde llorar de verdad, sin preguntas ni porqués, sin nada y sin nadie...
Porque no tiene sentido, porque quiero correr y correr, porque me ahogo, porque me desaliento. No quiero seguir asomada a un mundo que sigue sin mí, que no se para pese a verme hundida, que no se detiene pese a ver la tristeza clavada en el tuétano de mis huesos, que avanza sin piedad, que sigue adelante pese a que yo le grito que se pare con la voz más honda que sale de mi alma rota. Pero no es suficiente. Sigo anclada al mismo día a día. Anclada, atada, hundida, desalentada pero siempre, siempre, en la oscuridad. Siempre, salvo en los momentos en que apareces y me besas, en los momentos en los que me abrazas, cuando me siento enamorada, cuando siento que me quieres, cuando sé que podría escaparme y tú me seguirías. Nuestros momentos.

19 March, 2011

Esa forma tan tuya...


Me gustaba sentirte así de cerca. Me enamora. Me enamoras. Me gustaba cuando te acurrucabas conmigo en la cama y me besabas con los ojos cerrados, con las manos llenas, con los brazos calientes. Me gusta, todavía hoy, sentir tu piel con la mía. Sentir cómo me quitabas la ropa entre risas y mordiscos.
Adoro esa forma tan tuya de hacerme el amor. Esa forma tierna y apasionada, llena de ansia y deseo. Esa forma tan tuya de arrancarme el alma en cada latido. Adoro esa forma tan tuya de hacerme el amor. Como la primera vez. Siempre, como la primera vez. Como aquella primera vez que queda tan lejos en el calendario y tan cerca en el rincón del alma que llevará tu nombre para siempre.
Pese a lo extraño del ambiente, el frío de la cama, el vacío de la habitación, pese a todo ello, te adentraste en mí con dulzura, con tiento, casi con ansia. Mi vestido gris cayó, mi blusa se abrió y tú me besaste el pecho, el cuello, los labios... Y ahí estabas tú, acercándote a mi pelo, a mi aliento, a mi calor. Despacio. Buscando mi sonrisa. Con ahínco, con fuerza. Y yo dejándome llevar, con miedo, aterrorizada, asustada, temblando de miedo y de deseo al mismo tiempo, temblando porque después de tanto tiempo estaba casi desnuda junto a ti; porque después de tantos sueños, de tantas risas y tantas, pero tantas lágrimas, de tantas cosas que contarte, de tantas historias arraigadas en el alma, de tantos sueños, el mayor de ellos se estaba haciendo realidad.
Allí estábamos los dos, juntos, sí, juntos, agarrados de los besos que quedaban por regalar, de los gritos que quedaban por callar, de las caricias que quedaban por entregar... Dándonos en cada beso, alimentándonos en cada latido. Y allí estaba yo, robándole segundos al reloj, robándole gotas de felicidad a mi vida, robándole sabor a tus labios, a tu piel; robándole abrazos a tu sonrisa, robándole secretos a tus silencios, robándole palabras a tus susurros.

Sí, allí estábamos. Porque hoy, hoy, tengo tantas cosas que contarte...

20 February, 2011

El extraño más guapo...

Hoy te daría los besos que yo por rutina a veces no te di...

Apareciste con la una sonrisa dulce y tierna, una sonrisa que desde entonces no he podido olvidar. Apareciste para hacerme reír en medio de un millón de lágrimas. Porque yo, yo suelo reír entre lágrimas.
- Seguro que no es para tanto.
Yo estaba allí sola. Quería estar sola. Y, si en esta maldita ciudad hubiese habido un desierto, me habría largado allí, pero no lo había. Lo único que había era un parque solitario, lleno de flores marchitas cubiertas por el rocío más helado. Pensé que quería matarte cuando te escuché.
- No es para tanto, seguro.
Qué elocuencia. No quería compañía. No quería ver a nadie.

Demasiado cerca. Estabas demasiado cerca para la hostilidad que yo estaba demostrando. Había conseguido adivinar el color de tus ojos: azul. Tan azul como el cielo de la primavera más bonita. Tan azul como el mar más idílico. Y allí estaba yo, dejándome consolar por el extraño más guapo que había conocido.

Recogiste una a una mis lágrimas con la ternura más infinita que mis ojos habían visto, con la ternura más dulce que nadie me había enseñado jamás. Estas lágrimas tan tontas. Y me hiciste reír. Y volver a llorar. Y me hiciste tener el deseo eterno de besarte, de acurrucarme en tu aliento, de enroscarme en tu pelo, de anidar en tus brazos, de alojarme en tu cuerpo. Me mirabas sin presión, sin preguntas, sin juicios. Me mirabas por mirarme. Como dijiste, me mirabas por el placer de mirarme: "Porque tus ojos, aún empañados y tristes, son los ojos más bonitos del mundo. Del mundo que conozco y del que quiero que me enseñes". Y sonreí.
Y me besaste. Y me raptaste de aquel parque vacío y oscuro para llevarme a casa.
Y entre tus brazos conocí el amor más puro. Tus labios recorrieron mi alma con cada beso; tus manos recorrieron mi cuerpo buscando con ahínco un rincón nuevo; tus brazos se aferraron a mi cintura con deseo y pasión. Poco a poco, fui abandonándome a ese amor tan dulce, fui dejando que me dejases desnuda, fui quitándote la ropa y sintiendo el calor de tu piel al paso del tacto de mis dedos. Y tú, con la misma dulzura con la que me habías mirado hacía unas horas, me cerraste los ojos y te adentraste en mí, tan en mí que llegué a sentir tus latidos en mi alma, tan en mí que llegué a sentirte mío, sólo mío. Desde mi pecho a mis rodillas, desde la punta de mis dedos a mi nariz, desde mi cuello a mi barriga, desde mis manos a mis labios... Cada segundo un camino nuevo, cada instante, un beso nuevo. Haciendo poco a poco el amor contigo, haciendo poco a poco el amor juntos. Juntos.

03 February, 2011

Tan cerca y tan lejos

Te siento dentro. Me gusta cómo me hace sentir el recuerdo de tus besos en mi pecho. Me gusta el olor que dejan tus caricias en mi pelo... O quizá debería hablar en pasado, porque, ineviblamente, perteneces a él por más que yo me empeñe en querer que formes parte del presente.

Fui feliz contigo, y eso no me lo podrá robar nada ni nadie nunca. Ni el tiempo, ni el frío. Pero el pasado me anega el alma y me hunde en la tristeza de saberte perdido; me recuerda que tal vez nunca fuiste mío; me recuerda que lo nuestro nunca fue nuestro sino tuyo y mío. O tal vez sólo mío.

Quizá te ahogue en palabras llenas de amargura o quizá te esconda en ese lugar del corazón tan tuyo. Me encuentro a medio camino entre querer olvidarte y querer recordarte siempre.

Ahora no sé si te he perdido para siempre o si tal vez nunca te tuve.

A diario, cuando apareces en un rincón de un día triste o en medio de un mar de lágrimas amargas, ansío volver a sentirte como antaño. Anhelo con toda el alma, rota en mil pedazos y casi sin entidad, volver a sentirte dentro; respirar y verte, amanecer y verte. Abrir los ojos y encontrarte abrazado a mí como aquella fría mañana de marzo.

Anhelo tus besos, ansío tus abrazos, extraño tus ánimos y tu aliento.
O tal vez sólo eche de menos la alegría oculta que recorría mi cuerpo y me llenaba de vida cuando descolgaba el teléfono todas las tardes: hola, cielo.

16 January, 2011

Entre recuerdos y besos nuevos

Amor mío, abrígame, vuelve a ser mi primavera...

Aún recuerdo a qué saben tus besos primeros. Tu sonrisa juguetona paseando por mi cuello. Tus manos besando mis pechos...

Y en medio de tanto pensamiento apareces tú. Traes escondidas en los labios las ganas de besarme; en las manos, el deseo de tenerme; en los ojos aparece ese brillo de las noches ardientes y los días completos acurrucados. Y me veo reflejada en ti y despierto, y me muero de ganas de comerte a besos.
- Despacio, pequeña...

Una camisa que se abre, un camisón que cae. Me encanta el olor de tu piel cuando se prepara para recibir la mía. Me encanta a qué huele tu pelo cuando comienzas a acariciarme. Me duelen tus ganas de reír cuando yo sólo tengo ansias de besarte, de amarte, de que me ames, de que me dejes abandonarme a ti entre sábanas y luces de farolas. Afuera hace mucho viento. Me puede el frío y me acurruco entre un beso y unos brazos ardientes, y es ahí, escondida entre el deseo y la ternura, cuando encuentro ya tus primeras caricias. Sinceras, perdidas, sedientas de mí. Sonrío contigo reflejado en mi rostro y... y suspiro. Me falta aliento para separar los besos, me falta paciencia para entregarte sólo una caricia en cada roce.
Empiezo a sentirte cada vez más dentro, cada vez más cerca. Tus manos, asidas a mi cintura, acercan mi cuerpo al tuyo, más si cabe; tus labios vuelven sobre poros ya reconocidos, sobre una piel erizada que te anhela aunque acabes de besarla.

Y así, desnuda ante ti y sin ropa, me olvido del viento de fuera y del frío de dentro, me olvido casi de respirar, me olvido del mundo que sigue girando y te amo. Y me dejo amar. Entregada a ti me lleno de todo tú, me agarro a tus brazos, me aferro a tus besos y siento cómo me olvido de todo lo que no sea sentirte mío y sentirme tuya.

Y así, juntos, ardientes, sedientos, abandonados al calor del otro, felices, le doy las buenas noches a las luces de las farolas...