17 December, 2006

La importancia de los croquis (II)




—Hola, dije con los ojos cerrados y envuelta en el caliente edredón del hotel.
—Hola, pitufa. ¿Qué tal dormiste?
—Bien, claro...
Y me acurruqué entre tus brazos en busca de un cariño y unos besos nuevos. Me quedé dormida con el suave roce de tu mano en mi espalda, con el calor que tus brazos, alrededor de mí, me provocaban. Una mano en el pecho me volvió a despertar... Una, y después la otra. Y te colocaste sobre mí. Y luego, beso tras beso, fuiste recorriendo mi cuerpo desde el cuello hasta los muslos. Poco a poco, fui deshaciéndome en placer. La pasión de hacía unas horas había dejado paso a una ternura y una dulzura infinitas. Por la ventana se escuchaba el ruido de la lluvia, una razón —o la excusa perfecta— para no salir de la habitación en todo el día. Los tic-tac del reloj se perdían entre mis suspiros, agarrados con ahínco a tu espalda. Suavemente me recorrías cada poro de la piel, que, perdidos entre un deseo muy caluroso, te pedían a gritos —nunca mejor dicho— otro beso nuevo. Abandonada por completo a ti, sin nada más en la cabeza que tus besos, con el único deseo de que éste fuese eterno, con el alma anclada a tus caricias y el corazón latiendo a un ritmo desenfrenado, sobre una cama que habíamos compartido durante horas completas, a tu lado y contigo; durmiendo, contemplándote cuando soñabas; soñando que todo lo tuyo que aún tenía mi cuerpo no había sido producto de la fantasía ni de mis enormes ganas de verte. Con la misma fuerza con la que me agarraba a las sábanas iba poco a poco quedándome contigo; con el mismo deseo con el que te pedía un beso nuevo suscribía cada palabra que se escapaba entre tus brazos y mi espalda, entre mi pelo y tus labios, entre mi cuello y tu boca. De pronto, descansé. Me miraste con los ojos clavados en los más profundo de mi alma, desnuda ante ti.

—Te quedaste muy callada, ¿qué te pasa?
—No me queda aliento...
—¿A qué hora te vas?
—Eso es lo que me pasa...

06 December, 2006

La importancia de los croquis...

«¿Cómo enamorarte de alguien
que nunca has conocido?»






-¿Quién es? ¿Quién es, insisto? Abrí, con miedo.
-¿Pero no dijiste que no ibas a venir?

Y me agarraste por la cintura. Y me besaste sin siquiera decir hola. Me agarrabas con fuerza como si quisieras hacerme tuya allí mismo... Quién lo diría. Tú, que tenías ese semblante tan serio, que sólo decías lo adecuado en el momento adecuado, tú, esa voz sensual y a la vez tan varonil. Cerraste la puerta mientras me besabas y te apresuraste a desabrocharme el albornoz que tenía puesto. ¿Me esperabas?No, me iba a meter en la bañera... Luego. Ahora quiero besarte. Fue lo único que hablamos en más de dos horas. Eso, y algún que otro grito de placer. Seguías teniendo los brazos alrededor de la cintura y te apresuraste a ponerme contra la pared. Y de pronto, tu mano subió por mis muslos hasta mi cintura. Seguías besándome, con pasión, con furia, descontrolado. Yo me agarraba a ti porque tenía la sensación de que en cualquier instante iba a caerme. Aproveché para desabrocharte la camisa y te empujé hacia la cama. Pero no me dejaste. Me cogiste por los puños y me colocaste de nuevo contra la pared. Empezaste a besarme el cuello, y bajaste hasta el pecho. Recorrías cada poro de mi piel con tu lengua... Tenía la piel de gallina... Me recorría todo el cuerpo una sensación de escalofrío y de placer, del calor propio del momento y del frío de enero. Me agarraste de nuevo, pero esta vez por las piernas. Me subiste encima tuya y yo sentí como me partía en dos, sentí por todo el cuerpo como iba naciendo el placer, como iba moviéndome en busca de un lugar nuevo. No podía más... Estaba agarrada a tu espalda como una gárgola, clavaba mis dedos en tus músculos, te pedía que pararas, en silencio, porque mis suspiros te pedían lo contrario. Tus manos, sobre la puerta, aún, me acercaban a ti, me unían a ti. Recorrías mi pecho otra vez. Me agarraste por el pelo y yo seguía sin poder callarme...

Sobre la cama, me diste un beso... ¿Qué tal el hotel? No dije nada, con el silencio valía, o te hacía falta un croquis...