Porque cada etapa tiene un principio y un fin, porque los ciclos terminan sin que exista un porqué.
17 December, 2006
La importancia de los croquis (II)
—Hola, dije con los ojos cerrados y envuelta en el caliente edredón del hotel.
—Hola, pitufa. ¿Qué tal dormiste?
—Bien, claro...
Y me acurruqué entre tus brazos en busca de un cariño y unos besos nuevos. Me quedé dormida con el suave roce de tu mano en mi espalda, con el calor que tus brazos, alrededor de mí, me provocaban. Una mano en el pecho me volvió a despertar... Una, y después la otra. Y te colocaste sobre mí. Y luego, beso tras beso, fuiste recorriendo mi cuerpo desde el cuello hasta los muslos. Poco a poco, fui deshaciéndome en placer. La pasión de hacía unas horas había dejado paso a una ternura y una dulzura infinitas. Por la ventana se escuchaba el ruido de la lluvia, una razón —o la excusa perfecta— para no salir de la habitación en todo el día. Los tic-tac del reloj se perdían entre mis suspiros, agarrados con ahínco a tu espalda. Suavemente me recorrías cada poro de la piel, que, perdidos entre un deseo muy caluroso, te pedían a gritos —nunca mejor dicho— otro beso nuevo. Abandonada por completo a ti, sin nada más en la cabeza que tus besos, con el único deseo de que éste fuese eterno, con el alma anclada a tus caricias y el corazón latiendo a un ritmo desenfrenado, sobre una cama que habíamos compartido durante horas completas, a tu lado y contigo; durmiendo, contemplándote cuando soñabas; soñando que todo lo tuyo que aún tenía mi cuerpo no había sido producto de la fantasía ni de mis enormes ganas de verte. Con la misma fuerza con la que me agarraba a las sábanas iba poco a poco quedándome contigo; con el mismo deseo con el que te pedía un beso nuevo suscribía cada palabra que se escapaba entre tus brazos y mi espalda, entre mi pelo y tus labios, entre mi cuello y tu boca. De pronto, descansé. Me miraste con los ojos clavados en los más profundo de mi alma, desnuda ante ti.
—Te quedaste muy callada, ¿qué te pasa?
—No me queda aliento...
—¿A qué hora te vas?
—Eso es lo que me pasa...
06 December, 2006
La importancia de los croquis...
-¿Pero no dijiste que no ibas a venir?
Y me agarraste por la cintura. Y me besaste sin siquiera decir hola. Me agarrabas con fuerza como si quisieras hacerme tuya allí mismo... Quién lo diría. Tú, que tenías ese semblante tan serio, que sólo decías lo adecuado en el momento adecuado, tú, esa voz sensual y a la vez tan varonil. Cerraste la puerta mientras me besabas y te apresuraste a desabrocharme el albornoz que tenía puesto. ¿Me esperabas?No, me iba a meter en la bañera... Luego. Ahora quiero besarte. Fue lo único que hablamos en más de dos horas. Eso, y algún que otro grito de placer. Seguías teniendo los brazos alrededor de la cintura y te apresuraste a ponerme contra la pared. Y de pronto, tu mano subió por mis muslos hasta mi cintura. Seguías besándome, con pasión, con furia, descontrolado. Yo me agarraba a ti porque tenía la sensación de que en cualquier instante iba a caerme. Aproveché para desabrocharte la camisa y te empujé hacia la cama. Pero no me dejaste. Me cogiste por los puños y me colocaste de nuevo contra la pared. Empezaste a besarme el cuello, y bajaste hasta el pecho. Recorrías cada poro de mi piel con tu lengua... Tenía la piel de gallina... Me recorría todo el cuerpo una sensación de escalofrío y de placer, del calor propio del momento y del frío de enero. Me agarraste de nuevo, pero esta vez por las piernas. Me subiste encima tuya y yo sentí como me partía en dos, sentí por todo el cuerpo como iba naciendo el placer, como iba moviéndome en busca de un lugar nuevo. No podía más... Estaba agarrada a tu espalda como una gárgola, clavaba mis dedos en tus músculos, te pedía que pararas, en silencio, porque mis suspiros te pedían lo contrario. Tus manos, sobre la puerta, aún, me acercaban a ti, me unían a ti. Recorrías mi pecho otra vez. Me agarraste por el pelo y yo seguía sin poder callarme...
Sobre la cama, me diste un beso... ¿Qué tal el hotel? No dije nada, con el silencio valía, o te hacía falta un croquis...
09 November, 2006
Sólo con buenas intenciones...
A veces creo que mis ganas de reír cuando te escucho vienen ya de fábrica. Vamos, que responden al sistema estímulo-respuesta. ¿Diga? Hola. Y con ese hola ya mi cuerpo dice... preparados, listos, ya... Ro, vas a reírte. Y eso que hoy me cuesta. Sé que es una tontería, pero me cuesta. Porque todo lo que hago con la intención más buena posible, sale mal. Y eso me desmoraliza mucho. Me duele porque no consigo devolverte todo lo bueno que me das. No imaginas cómo me ayudan esas risas que me invaden casi todas las noches. Y no es una obligación, espero. Ni estoy fingiendo, no sé... porque me sigo refiriendo a las risas, claro. En cualquier caso, la facilidad que tienes para hacerme reír no es sólo una excusa -qué bien se me da buscarlas últimamente- para escribir. Es un motivo, más bien. Porque hacía mucho tiempo que alguien no me arrancaba las sonrisas y las carcajadas con tanta facilidad. De hecho, termino cansada. Hablar contigo tiene, aparte del gasto... físico, un gasto anímico. De ese lado del corazón en el que tenía guardadas las lágrimas y las tristezas. Ese rincón es que el se gasta cada vez que hablo contigo. Es una suerte. Porque poco a poco parece que el corazón va recuperándose y empieza a respirar... a tomar el pulso. Muy poco a poco, eso sí. Sentí la necesidad de contarte, o más bien, de agradecerte esas risas, esas charlas, largas charlas, y a veces, esa forma de hacerme sentir. Alguien, especial, diferente... hacerme sentir, que no es poco a estas alturas. Hoy quiero cambiar mi discurso redundante sobre tristezas y soledades, sobre lágrimas, llantos y ausencias, porque por un momento, por unos instantes, me invade una extraña sonrisa al mirar el reloj... Sobre todo, porque apareces cuando ya no te espero; porque sonríes, o creo que lo haces, cuando no creo que quieras hacerlo; porque, como ya te dije un día, llegaste sin avisar, y siempre las sorpresas son encantadoras. Como tú.
29 October, 2006
Princesa, se me muere mi princesa...
Princesa. Sí, me llamas así. Así de cursi, que dirían muchos. Así de dulce, que me comenta el angelito que está sentado en una esquina del teclado. Enfrente, un diablo que se descojona cuando me escucha teclear "esa tontería". Lo dice y se queda tan pancho. Le he dirigido una mirada asesina. Nada inusual en mí en los últimos días. Y de pronto, el teléfono. Y de pronto, un sobresalto.¡Zas! ¿Diga? Hola. Y me asusto, más que tú. Me abruma lo que me ha invadido cuando te he escuchado. Me abruma, porque me alegra sin apenas contar con ello. Porque llega de pronto, sin avisar. Porque me haces reír cuando no hay ni un solo motivo, al menos en apariencia, para hacerlo. Porque me olvido de todo. Así de simple. Lo cierto es que todo ha sido y es, cuanto menos, inquietante. Tengo que reconocerlo. El momento de llegar no es el más propicio. En medio del vacío que me provoca saber que es imposible respirar sin notar en el alma la tristeza, en medio de un mar de soledad y miedo, en medio del abismo de una vida etérea y que corre aprisa dejándose en cada meta un trozo de corazón, en medio de todo, en medio de la nada, más bien, un día, cualquiera porque no tenía, como todos antes de aparecer, nada de especial. Sonrío cuando llega la hora, y me entristezco cuando vuelve a llegar. La entrada y la salida. Estar y no estar. Sentirse, y de nuevo, el vacío. Una dicotomía constante que me hace divagar sobre qué debo, qué quiero y qué necesito. Y ahora sí, aunque luego sería mejor. No debería, aunque. Y me zarandea algo aquí dentro que al menos me ilusiona. Al menos. Como si fuese poco, dadas las circunstancias. Y todo, sólo, con el Hola.
18 October, 2006
¿Pasión, pasiones o ambas? (II)
La quinta estación.
10 October, 2006
Maru, yo quiero que vuelvas
02 October, 2006
Mi trato con el tiempo
La quinta estación.
27 September, 2006
En busca de un consuelo que nunca llega...
Siempre he estado pensado como agradecerte, por hacerme el regalo más grande, más fuerte, haberme regalado todo lo que tienes... Has perdido tu tiempo por mis ilusiones Y cambiaste llorar por luchar en mi nombre Por buscarme un lugar donde fuera valiente Para ser feliz, conmigo misma
Siempre me has demostrado que eres como un milagro
Algo tan especial que siempre me ha arropado
Le has ganado mi pulso al que te haya retado
Si es así, es así
El canto del loco. Zapatillas
«La canción me sirve de introducción. O mejor, de pretexto. Es la segunda vez que intento escribirte algo. La primera sigue archivada en el cajón, supongo que por el mismo error que me arrastra cada día a volver a sonreír cuando en realidad tengo unas ganas inmensas de llorar: mi más que dolorosa y cobarde falta de valor para decirte las cosas. «Sí, lloro a menudo; sí, me duelen las cosas. Y qué, qué pasa». Es así de simple. Si tampoco tengo que decirte tanto. En fin. Supongo que es lo mismo de siempre. Incapaz, incapaz de hacer nada. Siempre lo mismo, y una vez y otra. Y ahora te odio y, al instante, vuelves a ser ese hombre encantador del que me enamoré hace tiempo. Y ahora vuelvo a llorar y ahora salgo a correr; y ahora te miro, sonrío y por dentro me recorre una eterna y fría sensación de vacío porque sé que el final está muy cerca. Demasiado. Demasiado para lo que ahora mismo es capaz de soportar mi corazón. Probablemente, tal vez, demasiado cerca para lo que yo misma soy capaz de asimilar. El tiempo me roba a pasos agigantados todo lo que tengo tuyo. El tiempo... y muchas cosas más. Y me siento vacía, aunque lo detestes de esa forma tan hiriente. Y me siento sola, como antes de conocerte. Y me lleno de celos y de ira, y me derrumbo y me vuelvo a levantar. Lo peor son los celos. Me enfurecen. No puedo soportarlos. Tengo en los labios el sabor amargo que me dejó tu último beso; en cualquier caso, los besos vacíos no saben a nada. Ni siquiera son amargos. Los tuyos no fueron, no saben, no tienen nada. El vacío que pruebo ahora mismo es el del recuerdo de lo que pudo ser y nunca fue; por mi falta de valor para pedirte las cosas. Aquellos que se suponían que sabían a ternura y a besos de niña chica. Besos de enana. Sigo con la misma idea en la cabeza. No es la misma, es la de siempre. Es la única. La única. Curioso, irónico, tal vez. Otra vez los celos. Siempre dándole vuelta a lo mismo. Me vuelve a enfurecer, me hace vulnerable, me convierte en alguien estúpido, incapaz de pensar. Y me para el corazón, y me roba el aliento. Y corro por las entretelas de una cabeza llena de telerañas
Y el texto estaba escrito con la intención —en la primera línea— de dedicarte algo que pudiera asemejarse a una carta de despedida y agradecimiento. Pero como siempre, otra vez los cambios de humor. De pronto, entro, salgo, respiro, te extraño, te recuerdo —no por ese orden necesariamente—. Y esos cambios de humor me impiden ver lo que probablemente pretendía agradecerte. Sólo, probablemente. Supongo que era agradecimiento. Pero ahora, me es imposible. Estoy demasiado triste. Todo esto no es más que un intento, otro, de querer alejarme de ti sin sentirme hundida. Todo esto no es sino otro intento más de olvidarte, como si eso fuera algo tan fácil. Vuelvo a estar cansada. ¿De qué? No lo sé. Si de ti, si de mí, si de ser tan estúpida, si de ser tan inocente, si de ser tan vulnerable... sí, de esto último sí. No quiero estar así. No quiero echarte de menos en contra de mí misma; no quiero llorar cuando te marchas y temblar cuando pienso que voy a perderte. Empiezo a no alegrarme de haberte conocido. Bueno, quizá no debo ser tan drástica. Pero, no sé, me siento tan mal. Me siento tan triste. Aunque todo tiene su lado positivo. Me siento. Al menos, sé que hay algo ahí dentro. Sí, al menos sé que cuando siento moverse algo aquí dentro no es una paranoia nueva. Es un consuelo. O no».
25 September, 2006
Una pasión inexplicable...
Es imposible no emocionarse. Porque te seguimos aún sabiendo que las alegrías serán mínimas, pero las que haya, nos harán eternamente felices. Te seguimos porque te necesitamos, porque a pesar de que domingo tras domingo, temporada tras temparada nos quejamos amargamente de lo mal que lo pasamos, seguimos sintiendo algo cuando llega el primer partido. Te seguimos, inducidos, abocados, a veces, con miedo; otras, con resignación. Pero siempre, con el corazón entregado. Siempre, con los sentimientos por delante. Siempre, porque pasen 100 años, quien pase, esté quien esté, y dónde esté, seguiremos sintiendo todo y nada en el mismo instante... La tristeza será fugaz si siempre volvemos a verte. Por eso, TUYOS CIEN AÑOS, TUYOS SIEMPRE.
18 September, 2006
Sin nada, sin nadie...
05 September, 2006
Mis ganas de ser normal...
«Empiezo a tener ganas de sentirme «normal». De ser normal, de no sentir ganas de llorar a cada momento, de no sentir ganas de correr por una playa desierta, de no sentir ganas de que sólo estés tú en esa misma playa, de no sentirme culpable por querer que estés conmigo; quiero hacer todo lo que hacen los que me rodean. De pasear por el parque sin sentirme sola, de abrazarte sin tener que pedírtelo, casi suplicártelo; de besarte como una niña chica. Tengo ganas, siento deseos de marcharme, lejos; ganas de aislarme sin sentir ese miedo aterrador que me provoca saber que voy a perderte, ganas de quererte sin sentirme culpable, también. Quiero hablar sin temor a que te moleste lo que voy a decir, quiero sonreír sin tener que dar una explicación y llorar sin tener que esconderme. Quiero vivir, respirar sin la angustia de que algo pueda llevarme lejos de ti, aunque, probablemente, eso sea ya imposible de lograr. Y sobre todo, quiero dejar de tener miedo, dejar de sentir esta angustia que me presiona el pecho como si tuviera una pesada carga sobre él, dejar de llorar, dejar de intentar mantener en pie algo que nunca tuvo sentido, que nunca existió; quiero dejar de sentirme triste cuando te vas, de sentirme alegre cuando llegas. Quiero dejar de buscar en tu día a día un motivo para sonreír, dejar de querer encontrar a toda costa un motivo para hablar contigo, y más que un motivo, una excusa. Quiero dejar de dar explicaciones por todo a todos, dejar de excusarme a cada instante, dejar de sonreír cuando no me apetece hacerlo, incluso, quiero llorar desconsoladamente cuando me apetezca. Quiero dejar de pensar qué va a pasar cuando me vaya, dejar de sentirme aislada e invisible. Dejar, al fin y al cabo, de sentirme tan sola como me siento; tan triste como me siento; tan invisible como me haces sentir a diario cuando pasas por mi lado y no me ves, cuando me miras y no me ves, cuando me oyes pero no me escuchas, cuando me miras y finges comprenderme aunque en realidad estés en otro sitio, en otro lugar. Empiezo a odiar escribirte. Casi, empiezo a odiar quererte. ¿Eso es posible? ¿Te puedo odiar y querer al mismo tiempo? A tenor de la información que me proporciona este nudo en la garganta, sí. Sé que te quiero porque siento cómo se revoluciona todo aquí adentro cuando llegas. Sé que te quiero porque a diario, a cada instante, te busco con cualquier excusa, aunque a veces tenga que inventar toda una historia para encontrarla. Sé que te quiero porque te anhelo en cada beso que me roban, en cada abrazo que me piden, en cada caricia que me regalan. Sé que te quiero porque pese a todo, toda y cada una de las mañanas que paso lejos de ti eres lo primero que aparece en mi mente al desperar, tal vez porque has sido lo último que ha recorrido mi corazón antes de dormir. Pero hay días que no entiendo por qué te quiero. Días en los que me haces sentirme enana, invisible, casi, un fantasma. Días en los que no comprendo esa forma tuya de tenerme aprecio. Días en los que por más que te busco, no te encuentro. Y lo intento, y te busco, y no te encuentro. Y miro al pasado, a las noches, a los días, a las mañanas y a las tardes, a las horas y los segundos, y no te encuentro. Y miro al futuro y no te veo. Y empiezo a llorar desconsoladamente, aunque sin saber por qué. O puede que precisamente llore porque sí sé por qué no estás en ese futuro. No porque el tiempo me vaya a llevar lejos de ti; no porque probablemente la distancia sea cada vez más grande —y no sólo la física—; no porque no tenga fuerzas ni probablemente ánimos. No estás en ese futuro porque es difícil estar en días venideros cuando no estás en los presentes y tal vez siquiera estuviste en los pasados. Porque cuando no se quiere estar, no se está, por más que yo me empeñe en encontrarte. Por más que yo siga queriendo verme en tus ojos como aquel día, cuando me sentí una enana, una niña chica que recibe el beso más dulce del mundo».
30 August, 2006
Se lo merecía...
si te vas, pondré una flor en un jarrón por ti,
me perderé con tu recuerdo hasta encontrar
algún amigo a quien hablar de ti...
si te vas, no me preguntes si te amé o no,
tan solo escucha esta canción de amor
y entenderás lo que sentí por ti...
Se fue. Por unos días, pensé que todo sería otro bulo nuevo. Que no se iría, que al final, volvería a llevar ese color verde que tan bien compenetra con sus ojos. Pero no, se fue, y ahora, no volverá a repetir el locuaz speaker del Ruiz de Lopera su nombre mientras el estadio es secuestrado por esa profunda alegría que sentíamos cuando saltaba al campo. El blanco no le sienta bien. Le vi sobre el césped de Mestalla. Se fue. Otro. Él, que durante tan tiempo fue motivo de alegrías para este corazón verdiblanco tan maltrecho; él, que fue el santo y seña de aquel maravilloso día del Calderón; él, que en el balcón del Ayuntamiento -ése que ahora usurpan otros...- Copa en mano, alentaba a unos béticos orgullosos de que fuese el ídolo del equipo. Atrás quedan la primera entrevista, el primer autógrafo, la primera sonrisa a escasos centímetros de distancia, la primera rueda de prensa... Atrás quedan aquellos ojos verdes que iluminaron tantas y tantas concetraciones; aquellas apariciones en la radio con un desparpajo increíble, hasta encantador. Atrás quedan esas carreras interminables por la cal de Heliópolis. Como atrás quedan aquellas lágrimas de Corea, a las que acompañaron amargas las mías, cuando falló aquel fatídico penalti con el 22 a la espalda. Ahora es ché, del Valencia, viste de blanco, y sonríe, como lo hizo cuando debutó con el Real Betis. En su despedida, amargas siempre, lloró. Buscó guardar las lágrimas con ahínco, pero no pudo. La emoción le robó la elocuencia, esa elocuencia de la que hace gala allá donde va. En cualquier equipo, Valencia o Albacete, para mí seguirás siendo el mejor.
18 August, 2006
Reformas en el cáracter: no quiero ser tan vulnerable
09 August, 2006
Sin definición posible...
31 July, 2006
Esa ausencia que te pide a gritos que vuelvas...
«Hace varios días que ando especialmente nostálgica. Y en realidad, no sé muy bien por qué. Cuando hace frío, sentarse en la ventana a recordar tiempos mejores siempre se antoja placentero, una taza de chocolate, una estufa y el vapor empañando unos cristales que te catapultan directa al pasado. Pero con este calor... Pues ahora he trasladado la mecedora de la ventana al sillón de mi coche. Los 140 kilómetros que recorro cada día (Morón-Sevilla, Sevilla-Morón) los ocupo pensando en todos esos temas que suelen ser mi "pan de cada día", aunque, como digo, de un tiempo para aquí —aunque más bien debería decir de unos viajes para aquí— me siento invadida por los recuerdos, me han absorbido, como a un extraterrestre. Tanto, que me cuesta escribir, escribirte. Recae sobre mí un peso enorme cuando cierro los ojos y apareces en mi mente, haciendo subir un escalofrío inmenso que me recorre el alma como un huracán el desierto. Un peso que, aunque invisible, se apodera de mí y me roba la poca fuerza que aún me queda desde que te marchaste. Un peso que me deja aún más vacía de lo que tú me dejaste ese mismo día. Y todo, siempre ocurre en el mismo instante, en el momento en el cual un recuerdo tuyo decide merodear por las entretelas de mi corazón y hurgar en un pasado demasiado doloroso para llevarlo en la maleta que me acompaña día a día. El recuerdo, el tren que pasó, lo que nunca fue y pudo ser, lo que imaginé, las estrellas y el césped. Todo me atormenta, me roba las sonrisas y se las lleva a no sé dónde, pero se las lleva y eso me enfurece. Me hace sentir triste, me hace vulnerable, me convierte en vacío. Todo lo que tanto odias. Todo lo que tanto odio. Y sin embargo, llama la atención que sólo pensar en ti, en dónde estás o cómo, me reconforta y a la vez me destruye, me entristece y a la vez me hace soñar, me zarandea una y otra vez, como el viento a un barco a la deriva, como la noche a un moribundo, como el amanecer a unos amantes furtivos. Al fin y al cabo me confunde, casi tanto como tú. Recordar, que es lo que suelo hacer ahora que ya no estás y que es lo que me mantiene aún en pie, aquello que un día fue tan nuestro, aquello que un día me hizo tan feliz, aquello por lo que merece la pena seguir anclada en el pasado, aquello, tú y yo, los de entonces, aún sigue doliendo aquí adentro. Probablemente, porque aún sigue vivo. Porque, en realidad, no está más cerca del pasado que del presente, porque quizá, se encuentre, como yo, a medio camino entre el día a día y el pasado, entre hoy y ayer, entre hoy y mañana. Y ese estancamiento en el que he caído, ese pozo sin fondo, ese mar sin horizonte, esas tardes sin sol, esas canciones sin letras, me provocan una tristeza infinita. La ausencia, la ausencia de no tenerte, la ausencia de sentirte tan mío que siento tu recuerdo clavado en mí como parte de mi piel, suave piel, me hunde en una mísera tristeza, me destruye, pero, al fin y al cabo, me sigue manteniendo en pie por el simple hecho de saber que un día, un día cualquiera, volverás».
18 July, 2006
¿Pasión, pasiones, o ambas?
Lo único cierto sin duda alguna es que empezaba a necesitar algo más que alguna escapada nocturna -o diurna, pero al fin y al cabo escapada- cada vez que te volvía a ver. Aparte de "todo", quería sentarme un rato acurrucada en tus brazos, escuchar el silencio que suele abordarnos "después", sentir cómo tu aliento recorría mi espalda sin ninguna intención salvo la de hacerme sentir especial. Más allá del buen sexo, las buenas maneras y la pasión propiamente dicha, ¿tenemos la intención de llevar eso a un terreno más cotidiano y hacer al otro partícipe de aquello que odiamos o amamos, nos hace daño o nos tranquiliza? ¿Y es, entonces, ese momento, en el cual deseamos no ser sólo dos en la cama sino también en una fiesta o en un entierro, cuando la relación empieza a tomar cuerpo de tal y deja de ser un mero deseo físico?
10 July, 2006
De infidelidades, cuernos y sucedáneos...(I)
por ti la vida entera,
No he conocido, al menos hasta el momento, término con más variantes, explicaciones, argumentaciones y desvaríos que el de infidelidad. Desde el clásico... si es sólo sexo, no traicionas los sentimientos hasta el si no significó nada... Más allá de cualquier excusa "barata", la infidelidad tiene su qué, su por qué, una víctima y un verdugo para unos, o dos víctimas para otros.
No obstante, y como todo en la vida, la infidelidad tiene grados. Abiertamente hablando, no es lo mismo dar un beso a alguien que mantener una relación sexual... En mi caso, podría perdonar una noche de pasión, pero no una relación paralela, porque una relación que se mantenga durante un tiempo implica más cosas, nacen sentimientos, aunque no sea la intención de los que la mantienen, y empieza a nacer un "algo"...
30 June, 2006
El deseo de que la pasión fuese eterna...
«Lo mucho se vuelve poco
con sólo desear otro poco más»
Apenas hacía dos segundos que había tenido tu aliento en mi espalda, tus manos enlazadas con mis brazos, mi cuerpo, reposado, sobre el tuyo, después de estremecernos como si se hubiera apoderado de nosotros un frío viento ártico... apenas hacía dos segundos y ya estabas rondando mis piernas de nuevo...
Y todo empezó cuando yo tarareaba, con aquella copa de vino en la mano, aquella canción de Rocío Jurado... porque contigo vibro, cuando despiertan tus besos, mis dos palomas dormidas; cuando tus manos caminan, por el borde de mi cuerpo; cuando tus brazos me amarran y me vencen y dominan. Porque contigo vibro, cuando tu boca se calla, lo que tus ojos me gritan... mientras paseaba por los pasillos de la casa, buscándote en cada rincón, anhelándote en cada lugar de aquellas habitaciones que te habían visto hacerme temblar, que me habían visto estremecerme, llena de pasión, escondida entre caricias tiernas, oculta tras besos infinitos.
Y llegaste tú, casi sin hacer ruido, casi sin molestar... Cuando sentí tus brazos intentado secuestrar mi cintura, se apoderó de mí un placer inaudito, casi, inalcanzable; aterrador por cómo se apoderó de mí, ilusionante, por lo que prometía... Y sólo me habías abrazado. Un abrazo de esos que me hacen temblar; sí, un abrazo de esos llenos de pasión, arrebatadores. Cuando quise darme cuenta, estabas desabrochándome el lazo que unía las dos partes de mi vestido. Demasiado rápido, parecías dominado por una pasión extremadamente veloz, casi llena de furia; por un momento empecé a sentirme volátil, etérea, sobre todo en el momento en el que me llevaste entre juegos al salón. Pocos metros en los que me besabas sin encontrar un lugar definido entre tanta piel, pocos metros en los que me llenaste de pasión y deseo. Empecé a moverme por el sofá, me perseguías, me tirabas los cojines porque me hacía la interesante, casi te esquivaba.
Entonces, la ropa dejó de ser un estorbo y pasó a ser un mero espectador. Curiosamente, sólo la mía. Eso me hizo enfurecer. Y fui yo quien empezó a desnudarte, esta vez no sólo con la mirada. Entre besos y caricias conseguí quitarte lo poco que te quedaba puesto. A partir de ahí, apenas recuerdo qué pasó. Lo cierto es que la pasión y el deseo hicieron los efectos de cinco o seis whiskies porque me robaron la poca cordura que me quedaba. Me abandoné a ti, en el más amplio sentido de la palabra. Y ambos empezamos a sentirnos. Tendida sobre el sofá, más que tendida, tirada, mis brazos se agarraban con fuerza, con ahínco, a las brazos del sillón mientras me acercabas más y más a ti. Un cambio brusco nos despertó del sueño. Nada de tiernas caricias y besos de amor; pasión y furia, casi pasión salvaje era lo que se estaba apoderando de nosotros. Me movías, me levantabas, me abrazaste con fuera y durante varios instantes perdí la consciencia, quizás esta vez, no en el amplio sentido de la palabra.
Y llegó el descanso. Tú, con la respiración entrecortada, yacías, casi muerto, sobre mi barriga. Seguías acariciándome. Yo, sin la elocuencia que me suele caracterizar, notaba como aún me faltaba el aliento. Y el descanso duró... dos segundos... apenas, dos segundos.
26 June, 2006
Qué no daría yo...
Sí, efectivamente, guardo un anillo de compromiso en la mesita de noche... Como lo oís. Primera confesión...
Anoche lo pasamos realmente bien. Estas reuniones deberían producirse más a menudo (no, Raúl, no hartan.. en serio).
Lo cierto es que durante algo más de dos horas parecíamos abuelos contando batallita de juventud. Y es que cuatro años de facultad dan para contar mucho, y más, y más; si no que se lo digan al camarero de Capote, que el pobre estaba amargado con nosotros, que no parábamos de hablar y no nos íbamos del bar.
La noche dio para mucho. Recordamos motes... sapo, lagarta y jacuzzi... contamos viejas historias... sí, historias de esas que se cuentan siempre pero que con las que siempre te partes... Tipo Eeeeel caaaballo camina palante, el caballo camina patrás... eo eoeeeeeo y Juanjo haciendo su particular coreografía... Historias de aquellas que las cuente quien las cuente, a su forma, siempre provoca un millón de carcajadas; inevitable. También se recordaron viejas promesas, Raúl, la carne con tomate llegará, que sí, que llegará... Lo cierto es que tampoco estamos tan mal. Varios tenemos coches, algunos propio, otros prestado, pero esto, aunque no le creáis, lleva implícita una noticia: ¡¡¡ROCÍO HA DEJADO DE COGER AUTOBUSES!!! jajaj, veis, os lo dije, esto es un notición!!! jajaja.
En fin, algunos trabajan en lo nuestro, otros simplemente trabajan y algunos buscan un curro para el verano.
De todas formas, lo importante es que esto no se termine. Aunque las reuniones sean una vez al mes, aunque no estemos todos, porque a veces es imposible, estemos donde estemos, tenemos que seguir mantiendo ese espíritu de estudiante errante, aquel que empezó en septiembre de 2001 y cuyo final, espero, esté muy muy lejos. Gracias a todos por la noche de ayer...
23 May, 2006
Verdades que duelen, mentiras que hacen soñar
Marc Anthony. Ahora quién...
Las mentiras, aquellas que se dicen con el fin de servir o agradar a alguien, me duelen aún más si vienen de ti, aunque a veces sean lo único que desearía escuchar. No sé si quiero que me mientas o que me digas la verdad. No sé si quiero que me cuentes la verdad sobre tus sentimientos o que me mientas sobre la existencia de ellos. Quisiera que fuera verdad esas veces en que te miento cuando me preguntas qué me pasa. Quisiera haberte dicho la verdad aquella vez que te juré hace ya algún tiempo que no estaba enamorada de ti. Sobre todo, quisiera tener el valor de decirte la verdad sobre las lágrimas que a diario escondo en estos ojos cansados de rehuirte. Quisiera saber explicarte la verdad sobre por qué me destroza el alma tu indiferencia, por qué esta necesidad de escribirte con tanta frecuencia. Pero realmente, quisiera decirme a mí misma la verdad cuando, cada noche, me pregunto por qué sigo queriéndote de esta manear tan dolorosa.
En el fondo, también quisiera escuchar de tus labios, aunque fuese una sola vez y aún sabiendo que es mentira, que sí, que aún sigues queriendo besarme.
21 May, 2006
Aunque con miedo, vuelvo a escribirte
«Necesito que estés conmigo en la oscuridad, en esas noches que dan miedo y que tanto me recuerdan a ti; en esas noches, en las que la única estrella eres tú»
Rocío Ramos. 11 sonetos para olvidar un amor
13 May, 2006
De sentimientos y Copas de UEFA...
Llevo más de una semana escuchando el himno del Sevilla, escuchando a los sevillistas cantando el himno del Sevilla, escuchando cómo ponen en la radio el himno del Sevilla... y hasta yo, sí, yo, la misma que viste y calza, ha tarareado el himno del Sevilla.
05 May, 2006
El primer apunte sobre la aventura de aprender a ser periodista
Asimismo, en dicho artículo se mencional una tal Comisión de la Igualdad en el empleo del Estado de Nueva York. Y cito textualmente: "... recomendaciones, según las cuales no es conveniente vestir demasaido sexy en el trabajo para no obstaculizar el ascenso profesional y, además, es aceptable que las empresas puedan establecer códigos razonables de apariencia".... " Para hombres y mujeres, claro". Ah!, gracias, ya me quedo mucho más tranquila. ¿¿Cómo vestir?? Un hombre con traje siempre viste elegante. Si la mujer va sexy va buscando tema (créedme, sé de lo que hablo) y si va con traje riguroso o con ropa ciertamente sobria (colores grises y tonos oscuros) es que es "sosa" y no quiere relacionarse con nadie. Y no, tranquilos, no estoy diciendo que todo el mundo sea así, ni que siempre se cumpla. Pero sí en determinados sectores llamados "masculinos".
Me atrevo, porque realmente es osado o así lo considero, a hablar del DEPORTE, en concreto, del fútbol, y lo hago porque me interesa, y mucho.
No, ya no se escuchan aquellas barbaridades de "usted señorita debería estar fregando en casa que es lo suyo y cuidando a su marido"... No, ahora es mucho más cuidado todo, no vaya a ser que nos sentamos ofendidas y denunciemos a alguien por daño moral o no vaya a ser que nos pongamos a llorar... Como si cada vez que nos hicieran algo salieramos a llorar desconsoladamente, porque ya se sabe, los hombres no lloran... al menos no los hombres duros; bueno, eso era antes, ahora, no.
Ahora cuando haces una pregunta en una sala donde la inmensa (y abrumadora) mayoría son hombres hay, al cien por cien, el típico comentario de... ¿una mujer, hablando de fútbol??.. SIEMPRE. Y sí, las cosas han cambiado mucho, pero aún sigue siendo un mundo de hombres. Por desgracia, al menos para mí. Por qué una mujer consigue algo de un determinado famoso o famosa que le reporta en algún que otro caso un ascenso o felicitación (algún que otro caso deberíamos cambiarlo por un caso de cada cien... pero no tengo las cifras exactas) y hay quien pone en duda su profesionalidad.. porque los hay y lo peor aún, LAS hay. Nosotras a veces somos más crueles con nosotras mismas que el género masculino.
Lo cierto sin duda es que machismo aún hay y mucho. Es la verdad. Un caso: ir a un campo de fútbol, siendo periodista, con zapatos de tacón... puede derivar en:
a) Esta tía lo que busca es llamar la atención
b) Después dicen que somos machistas, pero mira que venir en tocanos al fútbol, si son mujeres, solo vienen a presumir y a buscar algo con los futbolistas.
A ver, ¡¡¡ QUE AMÍ NO ME GUSTAN LOS FUTBOLISTAS, QUE ME GUSTA EL FÚTBOL!!! El fútbol, el baloncesto, el tenis, el motociclismo, la fórmula uno... No me gustan los futbolistas más que los fontaneros. Me gustan los hombres, igual que a los hombres (aunque sean periodistas o fontaneros) le gustan las mujeres.
En resumen, con lo de los tacones enlazo con lo que empecé: la manera de vestir. Si vas a trabajar con falta, tacones y maquillada, seguro, vas buscando algo. Y si vas vestida para pasar desapercibida es que vas a tu bola.. y digo yo... ¿Qué pasa cuando vas vestida como te da la gana... bueno, mejor dicho, como crees oportuno? Pos nada, que alguien considerará que no, que no es oportuno vestir así... porque para qué ir a trabajar tan arreglada... ah! claro, porque te gusta pasearte y que te miren. Por mire, sí, me gusta, claro... pero sobre todo me gusta trabajar y me gusta lo que he estudiado (periodismo, en mi caso), igual que a un hombre le puede gustar ser peluquero (y no, no es ni machismo ni feminismo, lo decía porque es una profesión que ha estado durante mucho tiempo asociada a las mujeres, nada más). Ojalá todos pudiésemos trabajar en lo que nos gusta. No me cierren más puertas de las que ya me cierro yo por meterme donde no me llaman, que dirían algunos.
01 May, 2006
El principio del fin
28 April, 2006
17 April, 2006
Quisiera...
Acabo de verte marchar, con todo lo que eso implica. Sentada en este banco que empieza ya a echarte también de menos, como yo, me anega el corazón una profunda sensación de vacío, un hueco en el alma de esos que te llenan de frío y casi te hielan la voz. Pese al frío, que hace, no tengo ganas de moverme. Creo que ni siquiera fuerzas. Las lágrimas ya están empezando a aflorar y aún creo que no habrás ni doblado la esquina. Quiero retenerlas, esconderlas, ocultarlas, pero ahora mismo me hace más daño guardarlas que ver cómo se derraman. A medio camino entre unos ojos llenos de tristeza y un alma casi vacía que pese a todo sigue teniendo a tu recuerdo como su mejor aliado, me encuentro yo. Sentada en medio de la nada, mirando a un horizonte tan lejano que no alcanzo a vislumbrar siquiera un final pero contra el que lucho casi a cada segundo por encontrarte en alguno de sus múltiples huecos, vuelvo a sentir tu aliento en mi espalda. Arriba, las estrellas. Aquellas que un día prometiste mirar conmigo tumbados en un césped que también prometiste buscar para mí. Quizá ya ni lo recuerdes. Hace pocas horas que estuve intentando explicarte el por qué de unas lágrimas que condenaste casi sin preguntar a qué se debían. Qué pena que no podamos volver atrás. Las cosas han cambiado tanto, tú has cambiado tanto... que casi cada segundo de los que paso a tu lado lo vivo a caballo entre lo que fuiste y lo que fui cuando eras así, y lo que somos ahora que me miras y apenas me ves. Siento como tu aliento me atraviesa y me hace temblar, pero me destroza el alma, aún más si cabe, saber que apenas me miras con esos ojos llenos de dulzura con los que un día me miraste para no dejarme llorar más. Es la causa de este sinfín de lágrimas tan tuyas, tan tan tuyas que empiezo a pensar que duelen más por ello. Quisiera poder cerrar los ojos y escribirte, sin llorar. E incluso, quisiera poder cerrar los ojos y sentirte, sin llorar. Pero sobre todo, quisiera sentarme a tu lado, una noche cualquiera, en un lugar cualquiera, y poder decirte, llorando, qué me angustia el alma, qué me quiebra la voz cuando te miro, qué me roba la elocuencia cuando me rozas la piel; decirte, mirándote a los ojos que te quiero, que te quiero muchísimo, y que sólo tener en mi mente un esbozo del día que te pierda me provoca un miedo que apenas me deja respirar, que me bloquea y hace que te mire y sólo sonría cuando me preguntas qué me pasa o el por qué de mi gesto.
15 April, 2006
Tan fácil...
11 April, 2006
09 April, 2006
Mi cumpleaños
Pero todo se esfumó cuando vi cómo te alejabas. Y lo peor es que cuando te veo partir cada noche, me asalta otra vez esa angustia que no me deja respirar. Esa angustia que me provoca saber que llegará un día en que te pierda para siempre. Y no puedo hacer nada por evitarlo. Parece mentira que esto se pueda terminar, pero se termina. La puerta se cierra. Y aún no veo cuál es la que se va a abrir, si es que se va a abrir alguna.
Vuelvo al principio, ya son 24 (dentro de ná, vaya) y no encuentro, mirando al pasado, ningún día previo de cumpleaños que me haya pasando llorando. Supongo que cuando cumplí un añito.
Anoche me sentí tan sola. Tan sola que las lágrimas se convirtieron en una vía de escape, en un escondite perfecto para intentar no sucumbir a esta soledad tan dolorosa que me atormenta cuando te vas; las lágrimas fueron anoche, como son ahora mismo, el reflejo de que el daño que me hiciste ayer aún duele, y mucho. Tal vez demasiado, probablemente sea lo que piensas. Ahora, viéndote, sé que hay un sinfín de razones por las cuales debería darte las gracias, pedirte perdón, e incluso, decirte cuánto te quiero. Probablemente.
Estoy ciertamente cansada de estar así, sabes. Ciertamente cansada de recordarte entre lágrimas, de encontrarte en unos sueños que apenas me dejan conciliar tranquilidad por las noches. Quizá, ciertamente cansada de buscar ese cariño que tanto dices que me tienes pero que me cuesta un mundo encontrar días como ayer; días en los que te miro y no me veo, días en los que tu aliento puede atravesarme. Ciertamente cansada y ciertamente triste.
Probablemente, estas palabras se las lleve el viento dentro de muy poco. Dentro de escasamente una hora, cuando den las doce y sea mi cumpleñaos. Un cumpleñaos tan especial, un cumpleaños contigo. Qué mayor regalo que ése...
27 March, 2006
Cómo han cambiado las cosas...
Lo único cierto ahora, tras más de ocho meses, es que consigues hacerme sonreír cuando no tengo ninguna gana de hacerlo; consigues que al final, te mire y busque en tus ojos una sóla razón para sentirme tan tuya como me siento. El paso de los días me concede un valor que nunca he tenido. Ahora, que empiezo a ver el final del camino, el principio del abismo, me invade un miedo terriblemente doloroso, una soledad inmensamente triste. Es otra vez ese miedo a no saber qué hacer cuando me vaya, ese antiguo miedo que un día me impidió acercarme a ti, esa tonta vergüenza de la que tanto te burlaste. Releyendo un viejo email, el progreso nos invade, he vuelto a sentir esa inquietud al mirarte, pero sobre todo, al verme reflejada en tus palabras. "Yo también tengo ganas de verte"... cómo han cambiado las cosas...
06 March, 2006
Demasiado tarde...
27 February, 2006
Esa maldita sinceridad...
26 January, 2006
Ahora mismo, me invade una extraña sensación, como una mezcla de sentimientos en la que no alcanzo a vislumbrar ninguno, como un "quiero y no puedo" desprenderme de esta necesidad de abrazarte continua, por más que el tiempo me recuerde a cada instante que ya no hay nada que salvar, y ni siquiera nada por lo que luchar. Y el problema es que, si hace "x" tiempo, me hubiera pasado algo como lo que me está sucediendo contigo ahora, estaría, casi al cien por cien, tumbada en la cama día y noche dándole vueltas al tema, buscando un error en mis actos, intentando encontrar una solución... Pero ahora, no puedo buscar una solución porque simplemente pienso que no la hay. Quizá haya caído en las garras de una rutina llena de una tristeza demasiado pesada para un corazón tan débil, o quizá, simplemente, se haya acabado todo lo que sentía por ti, y sólo quede el olvido, el maldito y doloroso olvido. Te echo de menos, mucho, y mucho más de lo que puedes imaginar. Pero no todo es eso, aunque en el fondo, espero que todo esto se arregle, no quiero pensar que es el fin. Ni quiero ni puedo.
18 January, 2006
Siempre, en el mismo instante
11 January, 2006
A ti... no por ser tú, sino por cómo soy estando tú...
Nadie puede decirme que no te quiero, eso es seguro. Te lo diré a ti y a quien haga falta. Pero no sé exactamente qué le está pasando a nuestra relación, a nuestra amistad. Todo lo que hago te molesta y todo lo que haces me molesta. A veces, siento una necesidad infinita de abrazarte... pero es sólo a veces, y eso es lo más llamativo, y a la vez, lo más desconcertante. Antes no era a veces, antes era siempre. Antes daba todo lo que tenía por pasar un rato contigo porque me hacías reír, me hacías sentir bien, me hacías sentir alguien especial por poco tiempo que estuviera a tu lado. Ahora, sigue siendo así, pero, pero no lo siento así... y ya no me cuesta un mundo decirte que te quiero, porque quizá el valor de la palabra ha decaído, y mucho. Las peleas, las terceras personas y como no, el tiempo, han hecho mella en unos sentimientos que un día creí imborrables.
Te considero mi amigo, mi gran amigo, mi mejor amigo, pero ahora no me afecta tanto como antes que se te olvide llamarme, que no me devuelvas los tokes, que no me respondas a los sms. Ahora nada es como antes y tú, uno de los pilares que ha sustentado mi vida desde que te conocí, te estás derrumbando en mi alma y no puedo hacer nada por evitarlo.
Me duele mucho que nos peleemos y nos enfademos por tonterías, pero el desánimo y tal vez la rutina de no verte se han apoderado de mí y no sé cómo encajar estos golpes que me está dando el olvido.
Sólo quiero decirte que te quedes con lo que tuvimos, y por supuesto, con lo que creo que aún tenemos. Pero hoy, hoy no me siento demasiado culpable y ni siquiera tengo muchas ganas de llorar. Me duele no poder hablar contigo y saber qué te pudo hacer daño, pero... pero no sé muy bien cómo arreglarlo y no sé siquiera si tú quieres que lo arregle. Supongo que le seguiré dando vueltas, claro, pero ahora, ahora te toca demostrarme que verdaderamente sigues siendo aquel hombre del que un día me enamoré y aquel al que durante más de cuatro años, he querido con toda mi alma: como sueño, como amante y como amigo. Por ese orden.