17 December, 2006

La importancia de los croquis (II)




—Hola, dije con los ojos cerrados y envuelta en el caliente edredón del hotel.
—Hola, pitufa. ¿Qué tal dormiste?
—Bien, claro...
Y me acurruqué entre tus brazos en busca de un cariño y unos besos nuevos. Me quedé dormida con el suave roce de tu mano en mi espalda, con el calor que tus brazos, alrededor de mí, me provocaban. Una mano en el pecho me volvió a despertar... Una, y después la otra. Y te colocaste sobre mí. Y luego, beso tras beso, fuiste recorriendo mi cuerpo desde el cuello hasta los muslos. Poco a poco, fui deshaciéndome en placer. La pasión de hacía unas horas había dejado paso a una ternura y una dulzura infinitas. Por la ventana se escuchaba el ruido de la lluvia, una razón —o la excusa perfecta— para no salir de la habitación en todo el día. Los tic-tac del reloj se perdían entre mis suspiros, agarrados con ahínco a tu espalda. Suavemente me recorrías cada poro de la piel, que, perdidos entre un deseo muy caluroso, te pedían a gritos —nunca mejor dicho— otro beso nuevo. Abandonada por completo a ti, sin nada más en la cabeza que tus besos, con el único deseo de que éste fuese eterno, con el alma anclada a tus caricias y el corazón latiendo a un ritmo desenfrenado, sobre una cama que habíamos compartido durante horas completas, a tu lado y contigo; durmiendo, contemplándote cuando soñabas; soñando que todo lo tuyo que aún tenía mi cuerpo no había sido producto de la fantasía ni de mis enormes ganas de verte. Con la misma fuerza con la que me agarraba a las sábanas iba poco a poco quedándome contigo; con el mismo deseo con el que te pedía un beso nuevo suscribía cada palabra que se escapaba entre tus brazos y mi espalda, entre mi pelo y tus labios, entre mi cuello y tu boca. De pronto, descansé. Me miraste con los ojos clavados en los más profundo de mi alma, desnuda ante ti.

—Te quedaste muy callada, ¿qué te pasa?
—No me queda aliento...
—¿A qué hora te vas?
—Eso es lo que me pasa...

06 December, 2006

La importancia de los croquis...

«¿Cómo enamorarte de alguien
que nunca has conocido?»






-¿Quién es? ¿Quién es, insisto? Abrí, con miedo.
-¿Pero no dijiste que no ibas a venir?

Y me agarraste por la cintura. Y me besaste sin siquiera decir hola. Me agarrabas con fuerza como si quisieras hacerme tuya allí mismo... Quién lo diría. Tú, que tenías ese semblante tan serio, que sólo decías lo adecuado en el momento adecuado, tú, esa voz sensual y a la vez tan varonil. Cerraste la puerta mientras me besabas y te apresuraste a desabrocharme el albornoz que tenía puesto. ¿Me esperabas?No, me iba a meter en la bañera... Luego. Ahora quiero besarte. Fue lo único que hablamos en más de dos horas. Eso, y algún que otro grito de placer. Seguías teniendo los brazos alrededor de la cintura y te apresuraste a ponerme contra la pared. Y de pronto, tu mano subió por mis muslos hasta mi cintura. Seguías besándome, con pasión, con furia, descontrolado. Yo me agarraba a ti porque tenía la sensación de que en cualquier instante iba a caerme. Aproveché para desabrocharte la camisa y te empujé hacia la cama. Pero no me dejaste. Me cogiste por los puños y me colocaste de nuevo contra la pared. Empezaste a besarme el cuello, y bajaste hasta el pecho. Recorrías cada poro de mi piel con tu lengua... Tenía la piel de gallina... Me recorría todo el cuerpo una sensación de escalofrío y de placer, del calor propio del momento y del frío de enero. Me agarraste de nuevo, pero esta vez por las piernas. Me subiste encima tuya y yo sentí como me partía en dos, sentí por todo el cuerpo como iba naciendo el placer, como iba moviéndome en busca de un lugar nuevo. No podía más... Estaba agarrada a tu espalda como una gárgola, clavaba mis dedos en tus músculos, te pedía que pararas, en silencio, porque mis suspiros te pedían lo contrario. Tus manos, sobre la puerta, aún, me acercaban a ti, me unían a ti. Recorrías mi pecho otra vez. Me agarraste por el pelo y yo seguía sin poder callarme...

Sobre la cama, me diste un beso... ¿Qué tal el hotel? No dije nada, con el silencio valía, o te hacía falta un croquis...

09 November, 2006

Sólo con buenas intenciones...



"Un día fuimos nosotros, ahora sólo tu y yo, y sin embargo, siempre, para alguna parte de nuestras vidas, seremos uno".

A veces creo que mis ganas de reír cuando te escucho vienen ya de fábrica. Vamos, que responden al sistema estímulo-respuesta. ¿Diga? Hola. Y con ese hola ya mi cuerpo dice... preparados, listos, ya... Ro, vas a reírte. Y eso que hoy me cuesta. Sé que es una tontería, pero me cuesta. Porque todo lo que hago con la intención más buena posible, sale mal. Y eso me desmoraliza mucho. Me duele porque no consigo devolverte todo lo bueno que me das. No imaginas cómo me ayudan esas risas que me invaden casi todas las noches. Y no es una obligación, espero. Ni estoy fingiendo, no sé... porque me sigo refiriendo a las risas, claro. En cualquier caso, la facilidad que tienes para hacerme reír no es sólo una excusa -qué bien se me da buscarlas últimamente- para escribir. Es un motivo, más bien. Porque hacía mucho tiempo que alguien no me arrancaba las sonrisas y las carcajadas con tanta facilidad. De hecho, termino cansada. Hablar contigo tiene, aparte del gasto... físico, un gasto anímico. De ese lado del corazón en el que tenía guardadas las lágrimas y las tristezas. Ese rincón es que el se gasta cada vez que hablo contigo. Es una suerte. Porque poco a poco parece que el corazón va recuperándose y empieza a respirar... a tomar el pulso. Muy poco a poco, eso sí. Sentí la necesidad de contarte, o más bien, de agradecerte esas risas, esas charlas, largas charlas, y a veces, esa forma de hacerme sentir. Alguien, especial, diferente... hacerme sentir, que no es poco a estas alturas. Hoy quiero cambiar mi discurso redundante sobre tristezas y soledades, sobre lágrimas, llantos y ausencias, porque por un momento, por unos instantes, me invade una extraña sonrisa al mirar el reloj... Sobre todo, porque apareces cuando ya no te espero; porque sonríes, o creo que lo haces, cuando no creo que quieras hacerlo; porque, como ya te dije un día, llegaste sin avisar, y siempre las sorpresas son encantadoras. Como tú.

29 October, 2006

Princesa, se me muere mi princesa...



Yo soy la princesa la del cuento
de hadas que por fin se
quiere despertar. Y tú eres
el héroe de los mil y un batallas,
ayúdame que me puedes salvar.
Belinda. Princesa.





Princesa. Sí, me llamas así. Así de cursi, que dirían muchos. Así de dulce, que me comenta el angelito que está sentado en una esquina del teclado. Enfrente, un diablo que se descojona cuando me escucha teclear "esa tontería". Lo dice y se queda tan pancho. Le he dirigido una mirada asesina. Nada inusual en mí en los últimos días. Y de pronto, el teléfono. Y de pronto, un sobresalto.¡Zas! ¿Diga? Hola. Y me asusto, más que tú. Me abruma lo que me ha invadido cuando te he escuchado. Me abruma, porque me alegra sin apenas contar con ello. Porque llega de pronto, sin avisar. Porque me haces reír cuando no hay ni un solo motivo, al menos en apariencia, para hacerlo. Porque me olvido de todo. Así de simple. Lo cierto es que todo ha sido y es, cuanto menos, inquietante. Tengo que reconocerlo. El momento de llegar no es el más propicio. En medio del vacío que me provoca saber que es imposible respirar sin notar en el alma la tristeza, en medio de un mar de soledad y miedo, en medio del abismo de una vida etérea y que corre aprisa dejándose en cada meta un trozo de corazón, en medio de todo, en medio de la nada, más bien, un día, cualquiera porque no tenía, como todos antes de aparecer, nada de especial. Sonrío cuando llega la hora, y me entristezco cuando vuelve a llegar. La entrada y la salida. Estar y no estar. Sentirse, y de nuevo, el vacío. Una dicotomía constante que me hace divagar sobre qué debo, qué quiero y qué necesito. Y ahora sí, aunque luego sería mejor. No debería, aunque. Y me zarandea algo aquí dentro que al menos me ilusiona. Al menos. Como si fuese poco, dadas las circunstancias. Y todo, sólo, con el Hola.

18 October, 2006

¿Pasión, pasiones o ambas? (II)




«Sé que vas a estar mejor cuando me vaya,
y sé que todo va a seguir como si nada,
mientras escribo sobre la arena
la frase tonta de la semana
aunque no estés para leerla en esta playa»
La quinta estación.
«Retomo el tema pasional. Me gusta, y también me distrae. Intento evadirme —es el enésimo intento de evasión, a ver si puede ser que cuaje—. Parece imposible, pero ahora me pasa lo contrario. Mi pasión contigo no atañe a besos, caricias y demás... Ahora, las pasiones que comparto, o intento compartir, contigo son aquellas que proceden directamente de la rutina, del día a día. Del te echo de menos y del tengo ganas de verte. No del cómo me pones o de qué ganas tengo de hacerte el amor. Es extraño. Debo reconocerlo. En el fondo, creo que siempre he querido compartir contigo este tipo de pasiones... ¿He querido? ¿O es que ahora estoy más cansada de todo y compartir contigo este tipo de pasiones me cuesta menos? Sabía yo que no iba a poder escribir nada sin darle cabida a mis continuas y ya un poco pesadas paranoias. Lo cierto es que, cuando siento tu mano recorrer mi espalda en busca de un broche que está atado casi con nudos de guerra, me vuelvo, me muevo, me escabullo... puede decirse que intento escaparme —empieza a ser preocupante esto de huir de todo—; lo cierto es que, cada vez que los besos, continuos y apasionados, al menos en apariencia, dan paso a algo más que ya empezaría a conformar lo que ha venido en llamarse preliminares —como si por fuerza tuviera que haber un principio, un nudo y un desenlace, no siempre feliz, por cierto, feliz por compartido, se entiende— soy yo quien pone música, comienzo a reírme o me invento cualquier cosa para hacer que los preliminares vuelvan a la fase cero y todo vuelva a la tranquilidad, fingida y escondida tranquilidad. Así es, cuando siento tu aliento más allá de mi cuello, cuando empiezo a sentirte ya a ti, ahí, acercándote, me pongo en guardia, porque en vez de estar acercándote estás acechándome, estás ahí, parado, preparado para morderme, supongo que esta vez sí en el sentido literal de la palabra. Retrocedo, y se me enciende la luz de alarma, el nino nino de incendio. Vaya palabra. No viene del todo bien. En cualquier caso, empieza a ser preocupante. Porque el gesto de tu rostro contradice claramente lo que sale por tu boca y te deja en evidencia: «No pasa nada». Cuando en realidad sí pasa. ¿Qué me está pasando? ¿Se acaba la pasión, se acabó, o quizá es que no hubo nunca una pasión y fue sólo el fruto de un yo tengo ganas y tú también? Vuelve a ser extraño, cuanto menos. Rarita que es la niña. Pero es así. El problema habría que localizarlo bien. Situarlo, en condiciones. Coordenadas, punto por punto, un lugar. ¿Es por ti?¿Es por mí?¿Es por nosotros? ¿O es, quizás, porque no existe un nosotros y mi eterno intento de querer formarlo se ha desvanecido de nuevo y no ha dejado ya ni siquiera las ganas de estar juntos? Sí, juntos, pero juntos, juntos. No al lado. Al lado eres un desconocido. Junto a mí, alguien más. Y no es que no te quiera, que no, que el amor no está tan ausente como la pasión, las ganas de. En busca de un lado positivo, si lo tiene, pude decirse que ahora te quiero más, dado que quiero darte algo más que una noche, o varias, de pasión. En busca de un lado negativo, que sí que lo tiene, hay algo que no funciona. Aunque volvemos a lo mismo de antes. ¿En mí? ¿En ti? Vaya. Estamos como al principio. Sin nada en claro. O peor. Sin nada en claro pero con más cosas sin saber a la luz porque antes estaban ocultas o ni siquiera estaban. De todo, siempre saco algo. Realmente, hay algo por lo que preocuparme. Esto es de verdad. No es ficticio. No es paranoia. Mira, empiezo a recobrar mi racionalidad. Al menos, en apariencia. ¿No?»

10 October, 2006

Maru, yo quiero que vuelvas

«Anoche me llamó la atención sobremanera ver una flor, preciosa donde las haya, al lado de un surtidor de una gasolinera, un sitio, cuanto menos, insospechado. Lo cierto es que, cuando vi dónde y cómo estaba, me acordé de ti. Sí, de ti, amiga mía. Resurgir. Renacer. Volver a vivir. Después de la muerte, ésa a la que ahora te aferras por no tener ganas de salir a un mundo que te amenaza en cada esquina, en cada uno de los rincones que cruzaste entre lágrimas, en cada uno de los caminos que recorriste en busca de una respuesta, después de esa muerte que has anunciado, vuelve a haber vida. Porque hay vida en cada una de las palabras que escribes, ya que, aunque tristes, consuelan a aquellos que como yo, buscan en ellas un reflejo de lo que mis manos quieren escribir pero mi corazón no le permite porque no podría resistir escucharlas; esas palabras que muchos, quizá no quienes deberían, desean cada día que aparezcan en su vida como un salvavidas, como la respuesta a un SOS ahogado entre líneas de caracteres vacíos, de canciones sin letras, de tardes sin sol... Esas frases, tan duras a veces, tan ciertas casi siempre, son, en esos días en los que yo también deseo encontrar en la muerte una respuesta a una vida vacía que se pierde en las entrañas de un cuerpo sin alma, sin corazón, el alimento necesario para volver a nacer. Quizá no sean las palabras más alegres que tu corazón pueda o necesite escuchar, lo sé, pero son las que tengo. Sobre todo, desde que decidiste privarme de las tuyas. Las necesito. Y a ti también».

02 October, 2006

Mi trato con el tiempo


«Volver a verte otra vez,
con los ojitos empapados en ayer,
con la dulzura de un amor que nadie ve,
con la promesa de aquel último café,
con un montón de sueños rotos,
volver a verte otra vez,
volver a verte otra vez,
con un montón de sueños rotos»

La quinta estación.
Siento unas ganas inmensas de salir corriendo. El problema es que no sé hacia dónde debo ir. Quiero correr, pasear, andar, moverme, dejar de estar estancada. Siento cómo me crecen en el alma raíces que me atan al suelo, ficticias, fugaces, casi etéreas, pero presentes en todo y cada uno de los sitios en los que he estado contigo porque me atan a ti. Comienzo cosas nuevas movida por el único afán de hacer algo que no me recuerde a ti —el interés que le pongo es mínimo, infímo, inapreciable— y, sin embargo, vuelvo, otra vez, sin piedad, sin permiso propio, a hacer lo mismo. Miro hacia la ventana, pienso, te recuerdo y sonrío. Es raro. Me siento rara. Me siento justo como hace un año. Exactamente igual. Es curioso. Dicen que los ciclos siempre se repiten. Ojalá. Ojalá se repitiese este ciclo. Es lo que tiene el tiempo. A veces quiero que pase deprisa, otras, como ahora, que se detenga. A veces le pido y casi le suplico que vuelva atrás, pero él, nada, ahí, to chulo, sin decir nada, y se va y no vuelve. Al menos, no se lleva lo que tengo guardado tuyo. Hemos firmado un acuerdo. Él se lleva el día a día, yo me quedo con el pasado. Dice que me lo regala. Sabe que me ayuda a seguir, supongo que entonces y de cualquier modo, he de estarle agradecida. Él me trajo a ti, aunque ahora también me aleje poco a poco. Él fue protagonista en mis alegrías, junto a ti, porque siempre pasó más lento cuando me agarrabas por la cintura; también estuvo en los llantos y en las desilusiones, porque pareció ir más rápido. Al menos siento como tengo una compañía y no ya no estoy tan sola. Pero sé que, cuando llegue el final, que llegará, él también se marchará contigo. Se irá. Como tú. Tengo miedo, de ahí que quiera salir corriendo. Mis ansias por alejarme de ti ahora que tengo fuerzas para hacerlo es culpa de esta angustia que me provoca saber que esto se terminará. «Esto», sí... Por eso hago y deshago cuando estoy contigo, intento buscar un rincón nuevo en el que no te haya descubierto, una caricia nueva que regalarte, un beso nuevo que robarte y sobre todo una sonrisa nueva que arrancarte para guardarla y poder tenerla conmigo cuando ya ni siquiera el tiempo me acompañe en el camino. Para llevarla en mi equipaje, para tenerla conmigo cuando sienta las mismas ganas de correr que ahora mismo, para aferrarme a ella cuando crea que nada tiene sentido. Egoístamente, tengo que guardarlo todo porque llegará un día en que mi trato con el tiempo se termine. Llegará un día en que él me abandone, y serán dos los abandonos. Pero tranquilo, seguirás siendo el primero. El tuyo, seguro, me dolerá más. Porque el tiempo siempre es remplazable, tú, nunca.

27 September, 2006

En busca de un consuelo que nunca llega...

Siempre he estado pensado como agradecerte, por hacerme el regalo más grande, más fuerte, haberme regalado todo lo que tienes... Has perdido tu tiempo por mis ilusiones Y cambiaste llorar por luchar en mi nombre Por buscarme un lugar donde fuera valiente Para ser feliz, conmigo misma
Siempre me has demostrado que eres como un milagro
Algo tan especial que siempre me ha arropado
Le has ganado mi pulso al que te haya retado
Si es así, es así
El canto del loco. Zapatillas

«La canción me sirve de introducción. O mejor, de pretexto. Es la segunda vez que intento escribirte algo. La primera sigue archivada en el cajón, supongo que por el mismo error que me arrastra cada día a volver a sonreír cuando en realidad tengo unas ganas inmensas de llorar: mi más que dolorosa y cobarde falta de valor para decirte las cosas. «Sí, lloro a menudo; sí, me duelen las cosas. Y qué, qué pasa». Es así de simple. Si tampoco tengo que decirte tanto. En fin. Supongo que es lo mismo de siempre. Incapaz, incapaz de hacer nada. Siempre lo mismo, y una vez y otra. Y ahora te odio y, al instante, vuelves a ser ese hombre encantador del que me enamoré hace tiempo. Y ahora vuelvo a llorar y ahora salgo a correr; y ahora te miro, sonrío y por dentro me recorre una eterna y fría sensación de vacío porque sé que el final está muy cerca. Demasiado. Demasiado para lo que ahora mismo es capaz de soportar mi corazón. Probablemente, tal vez, demasiado cerca para lo que yo misma soy capaz de asimilar. El tiempo me roba a pasos agigantados todo lo que tengo tuyo. El tiempo... y muchas cosas más. Y me siento vacía, aunque lo detestes de esa forma tan hiriente. Y me siento sola, como antes de conocerte. Y me lleno de celos y de ira, y me derrumbo y me vuelvo a levantar. Lo peor son los celos. Me enfurecen. No puedo soportarlos. Tengo en los labios el sabor amargo que me dejó tu último beso; en cualquier caso, los besos vacíos no saben a nada. Ni siquiera son amargos. Los tuyos no fueron, no saben, no tienen nada. El vacío que pruebo ahora mismo es el del recuerdo de lo que pudo ser y nunca fue; por mi falta de valor para pedirte las cosas. Aquellos que se suponían que sabían a ternura y a besos de niña chica. Besos de enana. Sigo con la misma idea en la cabeza. No es la misma, es la de siempre. Es la única. La única. Curioso, irónico, tal vez. Otra vez los celos. Siempre dándole vuelta a lo mismo. Me vuelve a enfurecer, me hace vulnerable, me convierte en alguien estúpido, incapaz de pensar. Y me para el corazón, y me roba el aliento. Y corro por las entretelas de una cabeza llena de telerañas
Y el texto estaba escrito con la intención —en la primera línea— de dedicarte algo que pudiera asemejarse a una carta de despedida y agradecimiento. Pero como siempre, otra vez los cambios de humor. De pronto, entro, salgo, respiro, te extraño, te recuerdo —no por ese orden necesariamente—. Y esos cambios de humor me impiden ver lo que probablemente pretendía agradecerte. Sólo, probablemente. Supongo que era agradecimiento. Pero ahora, me es imposible. Estoy demasiado triste. Todo esto no es más que un intento, otro, de querer alejarme de ti sin sentirme hundida. Todo esto no es sino otro intento más de olvidarte, como si eso fuera algo tan fácil. Vuelvo a estar cansada. ¿De qué? No lo sé. Si de ti, si de mí, si de ser tan estúpida, si de ser tan inocente, si de ser tan vulnerable... sí, de esto último sí. No quiero estar así. No quiero echarte de menos en contra de mí misma; no quiero llorar cuando te marchas y temblar cuando pienso que voy a perderte. Empiezo a no alegrarme de haberte conocido. Bueno, quizá no debo ser tan drástica. Pero, no sé, me siento tan mal. Me siento tan triste. Aunque todo tiene su lado positivo. Me siento. Al menos, sé que hay algo ahí dentro. Sí, al menos sé que cuando siento moverse algo aquí dentro no es una paranoia nueva. Es un consuelo. O no».

25 September, 2006

Una pasión inexplicable...

Con todos los respetos a quienes sienten otros colores, a aquellos que suspiran por otra bandera y esos otros que aman incodicionalmente a otro equipo. Sin ningún ánimo de comparación, de querer ser los mejores, de intentar pasar por encima al otro. Nada. Lo pongo porque lo siento. Porque soy así de pasional, de llorona o de hipersensible, como te ha dado por llamarme ahora.
Es imposible no emocionarse. Porque te seguimos aún sabiendo que las alegrías serán mínimas, pero las que haya, nos harán eternamente felices. Te seguimos porque te necesitamos, porque a pesar de que domingo tras domingo, temporada tras temparada nos quejamos amargamente de lo mal que lo pasamos, seguimos sintiendo algo cuando llega el primer partido. Te seguimos, inducidos, abocados, a veces, con miedo; otras, con resignación. Pero siempre, con el corazón entregado. Siempre, con los sentimientos por delante. Siempre, porque pasen 100 años, quien pase, esté quien esté, y dónde esté, seguiremos sintiendo todo y nada en el mismo instante... La tristeza será fugaz si siempre volvemos a verte. Por eso, TUYOS CIEN AÑOS, TUYOS SIEMPRE.


18 September, 2006

Sin nada, sin nadie...

«La tristeza. El vacío. Redundante, repetitivo, latente. Siempre en el mismo sitio, con el mismo ahínco. Y ahora, la desilusión. Y después, la decepción. El ser invisible. Sentirse invisible. Siento como todo se repite, como vuelvo a recaer, como el enfermo, el moribundo. Al final, la muerte. Al final, el vacío. Ese respirar sintiendo la angustia de no ser nadie. Dejarse llevar por la rutina, el gentío, la masa. Esconderse. Ocultarse del mundo, en una burbuja, en un pensamiento, sola. Ya, sin ti. Sin ti no porque no estés, sin ti porque no te encuentro. Sin ti porque no te siento. Porque te busco con pasión pero el frío me hiela el aliento. Porque corro tras tu sombra pero me pierdo entre las calles vacías. Porque te anhelo en cada respiración pero el dolor de sentirte tan lejos me roba el oxígeno y me hace caer. Sucumbo, como un día sucumbí ante ti. Sentir frío, miedo; sentirse atado. Necesitado. Hasta dependiente, incluso. Y eso te provoca un miedo infinito, miedo a no ser nadie cuando apareces, a ser invisible. Otra vez. A cada instante. Siempre, cuando te escucho respirar. Cuando son tus latidos el único silencio que quiero escuchar pese a estar invadida por un temblor que me destroza. Cuando eres tú lo único que quiero ver reflejado en el brillo que le provocan a mis ojos las lágrimas que derramo por ti. Cuando busco, a tientas, un abrazo que casi nunca llega. Un calor que me robe el frío, que me secuestre, que me provoque, que me despierte de esta apática situación tan dolorosa. Los celos, sentirte ausente, no sentirte. La ira, y de pronto, el llanto. Tan frío, poco alentador, destructor, cansino. Apareces, de nuevo, sin avisar. Y me recorre el alma un arrebatador suspiro que crea y alimenta una sonrisa sin apenas contar con estos labios que la visten. Y respiro, hondo, profundo, para no volver a sucumbir. Pero caigo, me lanzo, despego y te encuentro. Sin ganas, sin fuerzas, y prácticamente, sin querer. Y sin embargo, sigo, lo intento, contra ti, contra mí, contra mi orgullo, mi dignidad, mis sentimientos. Hago y deshago sin saber por qué, pero siempre con el mismo fin: acercarme un poco más a ti. Aunque no lo consiga, aunque encuentre un muro más frío aún que tus besos. Aunque sepa que no hay nada que merezca la pena más que sentir el calor de unos besos, esos tan fríos, que nunca existieron. Que estuvieron vacíos. Que sólo sirvieron para que, al recordarlos, el daño sea infinito. Y pese a todo, pese a tanto, pese a tan poco, pese a mí misma, incluso, sigo igual. Entre las mismas tesituras, en medio de un desengaño y una esperanza, entre la decepción y la ilusión de ser, aunque sea un sólo segundo, la misma a la que conseguías ruborizar con sólo un cruce de miradas. Pero ya, es imposible. Imposible por ti, por mí y por el tiempo, ese maldito tiempo que un día me acercó a ti, que me llevó a ti, y que ahora me aleja poco a poco, sin piedad, sin permiso, casi con alevosía, de todo lo que ahora mismo considero necesario: tú».

05 September, 2006

Mis ganas de ser normal...



Vamos a la cama
que hay que descansar
para que mañana
podamos madrugar


«Empiezo a tener ganas de sentirme «normal». De ser normal, de no sentir ganas de llorar a cada momento, de no sentir ganas de correr por una playa desierta, de no sentir ganas de que sólo estés tú en esa misma playa, de no sentirme culpable por querer que estés conmigo; quiero hacer todo lo que hacen los que me rodean. De pasear por el parque sin sentirme sola, de abrazarte sin tener que pedírtelo, casi suplicártelo; de besarte como una niña chica. Tengo ganas, siento deseos de marcharme, lejos; ganas de aislarme sin sentir ese miedo aterrador que me provoca saber que voy a perderte, ganas de quererte sin sentirme culpable, también. Quiero hablar sin temor a que te moleste lo que voy a decir, quiero sonreír sin tener que dar una explicación y llorar sin tener que esconderme. Quiero vivir, respirar sin la angustia de que algo pueda llevarme lejos de ti, aunque, probablemente, eso sea ya imposible de lograr. Y sobre todo, quiero dejar de tener miedo, dejar de sentir esta angustia que me presiona el pecho como si tuviera una pesada carga sobre él, dejar de llorar, dejar de intentar mantener en pie algo que nunca tuvo sentido, que nunca existió; quiero dejar de sentirme triste cuando te vas, de sentirme alegre cuando llegas. Quiero dejar de buscar en tu día a día un motivo para sonreír, dejar de querer encontrar a toda costa un motivo para hablar contigo, y más que un motivo, una excusa. Quiero dejar de dar explicaciones por todo a todos, dejar de excusarme a cada instante, dejar de sonreír cuando no me apetece hacerlo, incluso, quiero llorar desconsoladamente cuando me apetezca. Quiero dejar de pensar qué va a pasar cuando me vaya, dejar de sentirme aislada e invisible. Dejar, al fin y al cabo, de sentirme tan sola como me siento; tan triste como me siento; tan invisible como me haces sentir a diario cuando pasas por mi lado y no me ves, cuando me miras y no me ves, cuando me oyes pero no me escuchas, cuando me miras y finges comprenderme aunque en realidad estés en otro sitio, en otro lugar. Empiezo a odiar escribirte. Casi, empiezo a odiar quererte. ¿Eso es posible? ¿Te puedo odiar y querer al mismo tiempo? A tenor de la información que me proporciona este nudo en la garganta, sí. Sé que te quiero porque siento cómo se revoluciona todo aquí adentro cuando llegas. Sé que te quiero porque a diario, a cada instante, te busco con cualquier excusa, aunque a veces tenga que inventar toda una historia para encontrarla. Sé que te quiero porque te anhelo en cada beso que me roban, en cada abrazo que me piden, en cada caricia que me regalan. Sé que te quiero porque pese a todo, toda y cada una de las mañanas que paso lejos de ti eres lo primero que aparece en mi mente al desperar, tal vez porque has sido lo último que ha recorrido mi corazón antes de dormir. Pero hay días que no entiendo por qué te quiero. Días en los que me haces sentirme enana, invisible, casi, un fantasma. Días en los que no comprendo esa forma tuya de tenerme aprecio. Días en los que por más que te busco, no te encuentro. Y lo intento, y te busco, y no te encuentro. Y miro al pasado, a las noches, a los días, a las mañanas y a las tardes, a las horas y los segundos, y no te encuentro. Y miro al futuro y no te veo. Y empiezo a llorar desconsoladamente, aunque sin saber por qué. O puede que precisamente llore porque sí sé por qué no estás en ese futuro. No porque el tiempo me vaya a llevar lejos de ti; no porque probablemente la distancia sea cada vez más grande —y no sólo la física—; no porque no tenga fuerzas ni probablemente ánimos. No estás en ese futuro porque es difícil estar en días venideros cuando no estás en los presentes y tal vez siquiera estuviste en los pasados. Porque cuando no se quiere estar, no se está, por más que yo me empeñe en encontrarte. Por más que yo siga queriendo verme en tus ojos como aquel día, cuando me sentí una enana, una niña chica que recibe el beso más dulce del mundo».

30 August, 2006

Se lo merecía...



si te vas, pondré una flor en un jarrón por ti,
me perderé con tu recuerdo hasta encontrar
algún amigo a quien hablar de ti...
si te vas, no me preguntes si te amé o no,
tan solo escucha esta canción de amor
y entenderás lo que sentí por ti...


Se fue. Por unos días, pensé que todo sería otro bulo nuevo. Que no se iría, que al final, volvería a llevar ese color verde que tan bien compenetra con sus ojos. Pero no, se fue, y ahora, no volverá a repetir el locuaz speaker del Ruiz de Lopera su nombre mientras el estadio es secuestrado por esa profunda alegría que sentíamos cuando saltaba al campo. El blanco no le sienta bien. Le vi sobre el césped de Mestalla. Se fue. Otro. Él, que durante tan tiempo fue motivo de alegrías para este corazón verdiblanco tan maltrecho; él, que fue el santo y seña de aquel maravilloso día del Calderón; él, que en el balcón del Ayuntamiento -ése que ahora usurpan otros...- Copa en mano, alentaba a unos béticos orgullosos de que fuese el ídolo del equipo. Atrás quedan la primera entrevista, el primer autógrafo, la primera sonrisa a escasos centímetros de distancia, la primera rueda de prensa... Atrás quedan aquellos ojos verdes que iluminaron tantas y tantas concetraciones; aquellas apariciones en la radio con un desparpajo increíble, hasta encantador. Atrás quedan esas carreras interminables por la cal de Heliópolis. Como atrás quedan aquellas lágrimas de Corea, a las que acompañaron amargas las mías, cuando falló aquel fatídico penalti con el 22 a la espalda. Ahora es ché, del Valencia, viste de blanco, y sonríe, como lo hizo cuando debutó con el Real Betis. En su despedida, amargas siempre, lloró. Buscó guardar las lágrimas con ahínco, pero no pudo. La emoción le robó la elocuencia, esa elocuencia de la que hace gala allá donde va. En cualquier equipo, Valencia o Albacete, para mí seguirás siendo el mejor.

18 August, 2006

Reformas en el cáracter: no quiero ser tan vulnerable


«Enamorada, tejiendo lunas en la madrugada, aunque otros brazos calmen mis deseo... en cada beso sin querer te buscaré Enamorada, aunque haya otro que me encienda el alma. Será el secreto que llevo tan dentro, que en el fondo me desnuda la verdad... ».
Malú. Por una vez
«La importancia de mantener en secreto los sentimientos. Más allá del sexo, bueno o malo —aunque quizá diste más del malo...—, más allá de la “amistad” formalizada con actos protocolarios tales como llamar, una vez al mes, al menos, a alguien para preguntarle qué tal está cuando en realidad no te roba ni un ápice de sueño; más allá, sin duda, de saludar y mantener las distancias con aquellos que un día fingieron estar a tu lado, pero sólo lo fingieron... Más allá de cualquier acto que responde sólo al puro formalismo, los sentimientos están, siempre, mejor, escondidos. Y sí, digo siempre, con total y absoluta certeza. Aún sabiendo que corro el riesgo de perder en la generalización lo que siempre tiene de especial ser único en algo, lo detallo así. Siempre. Cuando hablo de sentimientos, evidentemente, me refiero a sentimientos que no son, a priori —y también, supongo, provocado por el hecho de que el otro o la otra sabían, a diferencia de mí, la importancia de mantener los sentimientos en secreto— , correspondidos. Lo cierto es que, hoy por hoy, aspiro a convertirme en alguien frío y distante, cuyo carácter empiece a parecerse al ogro Shrek antes de conocer a la princesa Fiona. Salvando la distancia de que vivir en esta jungla en una casita aislada es prácticamente imposible —más bien sin el prácticamente—, y de que es difícil encontrarse un Burro tan “encantador” como el de la citada película —a veces empiezo a pensar que siquiera un humano con dichas características—, lo de vivir “aislada” es una opción que está tomando peso a marchas forzadas. ¿Por quién? Por muchos, de ahí la velocidad que está adquiriendo. Volviendo a las obras que quiero realizar en mi carácter, el tema de la frialdad y, sobre todo, del “autocontrol” es el que más importancia tiene y el que mayor cambio va a provocar en mí. Radica, principalmente, en saber decir en cada momento lo que te está gritando la cabeza y no el corazón. No hay nada mejor para entender una teoría que un ejemplo: Cuando tu mueres de ganas de abrazarle, de decir que le echas de menos, de preguntarle por qué no te ha llamado en tanto tiempo, es necesario, sólo, una sonrisa. Vacía, probablemente, pero será sólo el reflejo de lo que un día será el carácter que menos daño te hará —que no el que más feliz— y conseguirá reprimir esas lágrimas que afloran con una cotidianidad tan dolorosa como destructiva. Esas mismas lágrimas que a diario son motivo de las críticas de aquellos que fingen estar contigo, de aquellos que un día eligieron ser tus amigos —como si eso pudiese elegirse...—, de esos mismos de hace tres o cuatro párrafos. Así, el hecho de salir a correr en busca de un sitio donde nadie te vea llorar y te considere, por ello, vulnerable y débil, y se crea, por conclusión, con derecho a pisotearte y hacerte daño, cobra, aún más después de la conversación de los últimos días, un protagonista tan grande que no deja ver siquiera una opción alternativa. Ser fría, dura, distante y empiezo a pensar que también calculadora es lo mejor que te puede pasar. Al menos, a mí. Al menos, a mí, ahora.
Hasta ahora, me había definido siempre como alguien visceral, que ponía el corazón en cada cosa y a la que le molestaba que se hicera daño a aquellos a los que realmente quería e incluso también a esos otros a los que, aún sabiendo que era sólo formalismo y protocolo, seguía llamando una vez al mes. Alguien que hacía, pese al daño que sabía que en momento determinado podía provocarme, lo que fuera por hacerte feliz; lo que fuera, por arrancarte una sonrisa en un día triste; lo que fuera, aún inventado, por estar contigo cinco minutos. Así era yo antes. Antes, cuando te creía, o quería creerte, mi amigo. Antes, cuando creí que podía confiar en ti por encima de todas las cosas. Antes, cuando era feliz con sólo verte feliz, cuando me entristecía al verte buscar en los cristales un horizonte que yo no alcanzaba a ver, porque sabía que el motivo de tu búsqueda podía ser un ápice de tristeza. Yo era así antes, y aún más, quería ser así. Ahora no. La apariencia lo es todo. Mi primera meta es empezar a parecerme a una mujer fría. Mañana, cuando te vea, mis labios no mostrarán una sonrisa que a veces sólo he buscado por ti. Mañana, o pasado, o cuando vuelva a verte, siemplemente te “soltaré” ese hola frío y distante que siempre he criticado. Porque cuando te vea, ya no seré yo. Ya no existirá ésa que te busacba siempre entre lágrimas aún sabiendo que las odiabas; ya no seré aquella que te entregaba el último rescoldo de alegría que quedaba en este cuerpo tan vacío sin ti; ya no, ni a ti, ni a nadie. Porque, los sentimientos, aunque no desaparecidos, están ocultos. Ocultos, escondidos, a salvo».

09 August, 2006

Sin definición posible...

«El instinto maternal. Ese deseo de coger a un niño en brazos. Un bebé. Una ilusión. El vacío de no sentirse. La ausencia del amor. Sensaciones diferentes, a la postre, el mismo fondo. No querer salir a esa gran cueva que te amenaza en cada esquina. Todo, contigo. Todo, conmigo. Nada, sin ti. Palabras vacías porque el manto que las cubre es un disfraz, mentirsos, inocuo, vacío, al fin y al cabo. Ningún sentido en lo que escribo. Ningún sentido, en lo que seinto. No hay nada en común, nada que te ayude a seguir, nada que te empuje a caer al precipicio. Y sin embargo, te tiras. Ese sentimiento de vacío te empuja al vacío. El encontrarte con el origen. Más de dos días de búsqueda... llega un sólo instante de vacío y te sientes liberada. En resumen, conflictos. Interiores. Exteriores. continuos. Contigo, conmigo, con los que están, con los que se fueron, con los que aparentan estar pero en realidad no están. Con todo, siempre, a cada segundo. Conflictos de ideas, conflictos de sentimientos, al fin y al cabo. Discusiones, orgullo, miedo, silencio. Y al final, siempre, tú. Sin nada, vacía, sola. Sólo, el sentirte. Nada. Tú».

31 July, 2006

Esa ausencia que te pide a gritos que vuelvas...

«Hace varios días que ando especialmente nostálgica. Y en realidad, no sé muy bien por qué. Cuando hace frío, sentarse en la ventana a recordar tiempos mejores siempre se antoja placentero, una taza de chocolate, una estufa y el vapor empañando unos cristales que te catapultan directa al pasado. Pero con este calor... Pues ahora he trasladado la mecedora de la ventana al sillón de mi coche. Los 140 kilómetros que recorro cada día (Morón-Sevilla, Sevilla-Morón) los ocupo pensando en todos esos temas que suelen ser mi "pan de cada día", aunque, como digo, de un tiempo para aquí —aunque más bien debería decir de unos viajes para aquí— me siento invadida por los recuerdos, me han absorbido, como a un extraterrestre. Tanto, que me cuesta escribir, escribirte. Recae sobre mí un peso enorme cuando cierro los ojos y apareces en mi mente, haciendo subir un escalofrío inmenso que me recorre el alma como un huracán el desierto. Un peso que, aunque invisible, se apodera de mí y me roba la poca fuerza que aún me queda desde que te marchaste. Un peso que me deja aún más vacía de lo que tú me dejaste ese mismo día. Y todo, siempre ocurre en el mismo instante, en el momento en el cual un recuerdo tuyo decide merodear por las entretelas de mi corazón y hurgar en un pasado demasiado doloroso para llevarlo en la maleta que me acompaña día a día. El recuerdo, el tren que pasó, lo que nunca fue y pudo ser, lo que imaginé, las estrellas y el césped. Todo me atormenta, me roba las sonrisas y se las lleva a no sé dónde, pero se las lleva y eso me enfurece. Me hace sentir triste, me hace vulnerable, me convierte en vacío. Todo lo que tanto odias. Todo lo que tanto odio. Y sin embargo, llama la atención que sólo pensar en ti, en dónde estás o cómo, me reconforta y a la vez me destruye, me entristece y a la vez me hace soñar, me zarandea una y otra vez, como el viento a un barco a la deriva, como la noche a un moribundo, como el amanecer a unos amantes furtivos. Al fin y al cabo me confunde, casi tanto como tú. Recordar, que es lo que suelo hacer ahora que ya no estás y que es lo que me mantiene aún en pie, aquello que un día fue tan nuestro, aquello que un día me hizo tan feliz, aquello por lo que merece la pena seguir anclada en el pasado, aquello, tú y yo, los de entonces, aún sigue doliendo aquí adentro. Probablemente, porque aún sigue vivo. Porque, en realidad, no está más cerca del pasado que del presente, porque quizá, se encuentre, como yo, a medio camino entre el día a día y el pasado, entre hoy y ayer, entre hoy y mañana. Y ese estancamiento en el que he caído, ese pozo sin fondo, ese mar sin horizonte, esas tardes sin sol, esas canciones sin letras, me provocan una tristeza infinita. La ausencia, la ausencia de no tenerte, la ausencia de sentirte tan mío que siento tu recuerdo clavado en mí como parte de mi piel, suave piel, me hunde en una mísera tristeza, me destruye, pero, al fin y al cabo, me sigue manteniendo en pie por el simple hecho de saber que un día, un día cualquiera, volverás».

18 July, 2006

¿Pasión, pasiones, o ambas?

"Lo cierto es que es difícil saber qué tenemos en común. Me esforzaba en dejar de llorar, en parar por un instante ese continuo y agotador flujo de ideas que atravesaba mi cabeza, y sentarme a pensar. Empezaba a cuestionarme si nuestra buena sintonía se daba sólo en la cama. ¿Quería compartir pasiones, además de pasión? O más bien, ¿necesitaba compartir pasiones además de la pasión que compartimos siempre en lo que a sexo se refiere?
Lo único cierto sin duda alguna es que empezaba a necesitar algo más que alguna escapada nocturna -o diurna, pero al fin y al cabo escapada- cada vez que te volvía a ver. Aparte de "todo", quería sentarme un rato acurrucada en tus brazos, escuchar el silencio que suele abordarnos "después", sentir cómo tu aliento recorría mi espalda sin ninguna intención salvo la de hacerme sentir especial. Más allá del buen sexo, las buenas maneras y la pasión propiamente dicha, ¿tenemos la intención de llevar eso a un terreno más cotidiano y hacer al otro partícipe de aquello que odiamos o amamos, nos hace daño o nos tranquiliza? ¿Y es, entonces, ese momento, en el cual deseamos no ser sólo dos en la cama sino también en una fiesta o en un entierro, cuando la relación empieza a tomar cuerpo de tal y deja de ser un mero deseo físico?

10 July, 2006

De infidelidades, cuernos y sucedáneos...(I)


De sobras sabes que eres la primera,
que no miento si juro que daría
por ti la vida entera,
por ti la vida entera,
y sin embargo, un rato cada día, ya ves,
te engañaría con cualquiera,
te cambiaría por cualquiera.
Joaquín Sabina. Y sin embargo...




No he conocido, al menos hasta el momento, término con más variantes, explicaciones, argumentaciones y desvaríos que el de infidelidad. Desde el clásico... si es sólo sexo, no traicionas los sentimientos hasta el si no significó nada... Más allá de cualquier excusa "barata", la infidelidad tiene su qué, su por qué, una víctima y un verdugo para unos, o dos víctimas para otros.
Aunque haya quienes sean infieles por naturaleza, son varias las explicaciones que he recibido cuando he preguntado por este tipo de "actos" -tengo que llamarlos de alguna forma-. En el caso de un matrimonio, hay un error común: siempre es la mujer la que se mete por medio y destroza el matrimonio. Sino, siempre, casi siempre. Pero, olvidamos que es el hombre quien está comprometido, quien rompe la unión, quien decide, libremente -salvo casos de coacción por parte de otr@, que son los mínimos- mantener una relación paralela. Cierto grado de machismo, hemos de reconocerlo...
No obstante, y como todo en la vida, la infidelidad tiene grados. Abiertamente hablando, no es lo mismo dar un beso a alguien que mantener una relación sexual... En mi caso, podría perdonar una noche de pasión, pero no una relación paralela, porque una relación que se mantenga durante un tiempo implica más cosas, nacen sentimientos, aunque no sea la intención de los que la mantienen, y empieza a nacer un "algo"...
Un componente esencial de la infidelidad es el morbo, prohibir es despertar el deseo, el miedo a ser descubiertos es para muchos un aliciente excelente para mantener una relación "extraoficial".
Otro ingrediente es el despecho, después de una pelea, una discusión fuerte, una desilusión con la pareja... aparece alguien que te da lo que necesitas en ese momento y surge.
Las infidelidades sólo la comprenden aquellos que la protagonizan, y por más que se intenta explicar al otro, nunca se logra entender. Es difícil de perdonar, muy difícil.
Es duro, además, mantenerla. Duro para el que es infiel, duro para quien mantiene la relación viva en contra de todo y de todos, incluso, a veces, en contra de la propia persona.
A veces intento encontrale una explicación. Antes, solía pensar que nadie busca "fuera" lo que ya tiene "dentro"... Y en cierto modo, sigo mantieniéndolo. Aunque no es tan simple. Me cuesta saber por qué se hace, pese al miedo a perder a la persona que quieres, porque, en mi opinión, una infidelidad no tiene por qué ser muestra de que ya no quieres al otro... No tiene por qué. O sí. Seguiremos mañana.

30 June, 2006

El deseo de que la pasión fuese eterna...





«Lo mucho se vuelve poco
con sólo desear otro poco más»



Apenas hacía dos segundos que había tenido tu aliento en mi espalda, tus manos enlazadas con mis brazos, mi cuerpo, reposado, sobre el tuyo, después de estremecernos como si se hubiera apoderado de nosotros un frío viento ártico... apenas hacía dos segundos y ya estabas rondando mis piernas de nuevo...
Y todo empezó cuando yo tarareaba, con aquella copa de vino en la mano, aquella canción de Rocío Jurado... porque contigo vibro, cuando despiertan tus besos, mis dos palomas dormidas; cuando tus manos caminan, por el borde de mi cuerpo; cuando tus brazos me amarran y me vencen y dominan. Porque contigo vibro, cuando tu boca se calla, lo que tus ojos me gritan... mientras paseaba por los pasillos de la casa, buscándote en cada rincón, anhelándote en cada lugar de aquellas habitaciones que te habían visto hacerme temblar, que me habían visto estremecerme, llena de pasión, escondida entre caricias tiernas, oculta tras besos infinitos.
Y llegaste tú, casi sin hacer ruido, casi sin molestar... Cuando sentí tus brazos intentado secuestrar mi cintura, se apoderó de mí un placer inaudito, casi, inalcanzable; aterrador por cómo se apoderó de mí, ilusionante, por lo que prometía... Y sólo me habías abrazado. Un abrazo de esos que me hacen temblar; sí, un abrazo de esos llenos de pasión, arrebatadores. Cuando quise darme cuenta, estabas desabrochándome el lazo que unía las dos partes de mi vestido. Demasiado rápido, parecías dominado por una pasión extremadamente veloz, casi llena de furia; por un momento empecé a sentirme volátil, etérea, sobre todo en el momento en el que me llevaste entre juegos al salón. Pocos metros en los que me besabas sin encontrar un lugar definido entre tanta piel, pocos metros en los que me llenaste de pasión y deseo. Empecé a moverme por el sofá, me perseguías, me tirabas los cojines porque me hacía la interesante, casi te esquivaba.
Entonces, la ropa dejó de ser un estorbo y pasó a ser un mero espectador. Curiosamente, sólo la mía. Eso me hizo enfurecer. Y fui yo quien empezó a desnudarte, esta vez no sólo con la mirada. Entre besos y caricias conseguí quitarte lo poco que te quedaba puesto. A partir de ahí, apenas recuerdo qué pasó. Lo cierto es que la pasión y el deseo hicieron los efectos de cinco o seis whiskies porque me robaron la poca cordura que me quedaba. Me abandoné a ti, en el más amplio sentido de la palabra. Y ambos empezamos a sentirnos. Tendida sobre el sofá, más que tendida, tirada, mis brazos se agarraban con fuerza, con ahínco, a las brazos del sillón mientras me acercabas más y más a ti. Un cambio brusco nos despertó del sueño. Nada de tiernas caricias y besos de amor; pasión y furia, casi pasión salvaje era lo que se estaba apoderando de nosotros. Me movías, me levantabas, me abrazaste con fuera y durante varios instantes perdí la consciencia, quizás esta vez, no en el amplio sentido de la palabra.
Y llegó el descanso. Tú, con la respiración entrecortada, yacías, casi muerto, sobre mi barriga. Seguías acariciándome. Yo, sin la elocuencia que me suele caracterizar, notaba como aún me faltaba el aliento. Y el descanso duró... dos segundos... apenas, dos segundos.

26 June, 2006

Qué no daría yo...


«Tú no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja como un aullido interminable.
La vida es bella, tú verás como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos».
José Agustín Goytisolo. Palabras para Julia.


Sí, efectivamente, guardo un anillo de compromiso en la mesita de noche... Como lo oís. Primera confesión...
Anoche lo pasamos realmente bien. Estas reuniones deberían producirse más a menudo (no, Raúl, no hartan.. en serio).
Lo cierto es que durante algo más de dos horas parecíamos abuelos contando batallita de juventud. Y es que cuatro años de facultad dan para contar mucho, y más, y más; si no que se lo digan al camarero de Capote, que el pobre estaba amargado con nosotros, que no parábamos de hablar y no nos íbamos del bar.
La noche dio para mucho. Recordamos motes... sapo, lagarta y jacuzzi... contamos viejas historias... sí, historias de esas que se cuentan siempre pero que con las que siempre te partes... Tipo Eeeeel caaaballo camina palante, el caballo camina patrás... eo eoeeeeeo y Juanjo haciendo su particular coreografía... Historias de aquellas que las cuente quien las cuente, a su forma, siempre provoca un millón de carcajadas; inevitable. También se recordaron viejas promesas, Raúl, la carne con tomate llegará, que sí, que llegará... Lo cierto es que tampoco estamos tan mal. Varios tenemos coches, algunos propio, otros prestado, pero esto, aunque no le creáis, lleva implícita una noticia: ¡¡¡ROCÍO HA DEJADO DE COGER AUTOBUSES!!! jajaj, veis, os lo dije, esto es un notición!!! jajaja.
En fin, algunos trabajan en lo nuestro, otros simplemente trabajan y algunos buscan un curro para el verano.
De todas formas, lo importante es que esto no se termine. Aunque las reuniones sean una vez al mes, aunque no estemos todos, porque a veces es imposible, estemos donde estemos, tenemos que seguir mantiendo ese espíritu de estudiante errante, aquel que empezó en septiembre de 2001 y cuyo final, espero, esté muy muy lejos. Gracias a todos por la noche de ayer...

23 May, 2006

Verdades que duelen, mentiras que hacen soñar



«Ahora quién si no soy yo, me miro y lloro en el espejo y me siento estúpido, ilógico, y luego te imagino toda regalando el olor de tu piel, tus besos, tu sonrisa eterna y hasta el alma en un beso, en un beso va el alma, y en mi alma está el beso que pudo ser...¿Ahora quién?»

Marc Anthony. Ahora quién...

Mentira (RAE): 1. f. Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa. 2. f. Errata o equivocación material en escritos o impresos. Se usa más tratándose de lo manuscrito. ~ oficiosa. 1. f. La que se dice con el fin de servir o agradar a alguien.
Durante más de la mitad de mi vida he creído que las mentiras siempre dolían y las verdades, aunque fuesen dolorosas, terminaban haciendo el bien. Hoy te pido que me mientas. Casi quiero pedirte una mentira cuando te pregunte si has dejado de quererme. Sobre todo, quisiera que me mintiera el tiempo cuando me cuenta que quiere llevarse consigo aquellos besos que me diste, que me mienta el atardecer cuando me dice que ya se va otro día a tu lado, que me mienta la noche cuando me amenzace con robar lo poco o lo mucho tuyo que guarde en mi almohada.
Las mentiras, aquellas que se dicen con el fin de servir o agradar a alguien, me duelen aún más si vienen de ti, aunque a veces sean lo único que desearía escuchar. No sé si quiero que me mientas o que me digas la verdad. No sé si quiero que me cuentes la verdad sobre tus sentimientos o que me mientas sobre la existencia de ellos. Quisiera que fuera verdad esas veces en que te miento cuando me preguntas qué me pasa. Quisiera haberte dicho la verdad aquella vez que te juré hace ya algún tiempo que no estaba enamorada de ti. Sobre todo, quisiera tener el valor de decirte la verdad sobre las lágrimas que a diario escondo en estos ojos cansados de rehuirte. Quisiera saber explicarte la verdad sobre por qué me destroza el alma tu indiferencia, por qué esta necesidad de escribirte con tanta frecuencia. Pero realmente, quisiera decirme a mí misma la verdad cuando, cada noche, me pregunto por qué sigo queriéndote de esta manear tan dolorosa.
En el fondo, también quisiera escuchar de tus labios, aunque fuese una sola vez y aún sabiendo que es mentira, que sí, que aún sigues queriendo besarme.

21 May, 2006

Aunque con miedo, vuelvo a escribirte




«Necesito que estés conmigo en la oscuridad, en esas noches que dan miedo y que tanto me recuerdan a ti; en esas noches, en las que la única estrella eres tú»
Rocío Ramos. 11 sonetos para olvidar un amor



Ahora tengo cierto miedo a escribir, a escribirte. Y ese miedo empieza a atenazarme y a secuestrar mis ideas. Probablemente, estoy casi segura, ese miedo sea infundado, tal vez, apenas exista y sea sólo un atisbo de una amargura que se vislumbra en el horizonte de mis últimos días a tu lado, pero el miedo, como la tristeza que provoca en mí, está ahí.
Anoche volví a soñar contigo. Tus abrazos, en sueños, son más dulces, también, más frecuentes. Es lo poco que quedaba en mi cama cuando desperté hoy. Cerré los ojos con fuerza y me agarré a la almohada que tanto tenía de ti buscando en ella alguna parte de tus besos, pero ya no había nada. Volví a cerrar los ojos pero sólo encontré oscuridad. Esa oscuridad a la que sucumbo cada vez que veo cómo te alejas; esa oscuridad que me aturde cuando, pese a tenerte al lado, te siento lejos; esa oscuridad que tanto miedo me da porque, de aquí a unas semanas, será quien usurpe en mi corazón el lugar que ahora es sólo tuyo, sí, tuyo.

13 May, 2006

De sentimientos y Copas de UEFA...


Llevo más de una semana escuchando el himno del Sevilla, escuchando a los sevillistas cantando el himno del Sevilla, escuchando cómo ponen en la radio el himno del Sevilla... y hasta yo, sí, yo, la misma que viste y calza, ha tarareado el himno del Sevilla.
Lo cierto es que, aunque nunca pensé que escribiría algo así, en el fondo me alegro de que el Sevilla haya ganado la Copa de la UEFA. En contra de lo que muchos puedan pensar, es verdad lo que escribo. Además, no suelo mentir en el blog. Un año de prácticas en Deportes dan para mucho y sobre todo, enseñan mucho. Sobre todo, la gente con la que compartes el día a día durante 52 semanas. Sin duda alguna, la sonrisa que te vi cuando el Sevilla marcó el tercer gol, cuando el gran Maresca marcó el tercer gol, me hizo saber que a veces no hay colores, que hay ilusión y satisfacción, y ver tu cara llena de felicidad con los ojos emocionados y la elocuencia secuestrada por el momento, me ha hecho ver que lo importante es que la gente que quieres esté feliz. La final, la celebración en Holanda, el trabajo en el periódico... todo, de todo he aprendido. Del partido no me quedo con los cuatro goles, me quedo con Maresca. El italiano dio toda una lección de clase dentro y fuera del césped. Movió el balón como nadie, le dio serenidad al equipo cuando tuvo el esférico y supo ver siempre los huecos en el campo. Marcó dos golazos, el último sobre todo, qué clase. Sin embargo, me quedo con su cara al final de la celebración, ya en el estadio, sentado en los altavoces mirando al suelo. Tal vez cansado, pero sobre todo, satisfecho.
Y que conste, mi corazón aún sigue latiendo en verdiblanco. Y por mucho tiempo más...

05 May, 2006

El primer apunte sobre la aventura de aprender a ser periodista

El otro día leí un artículo en la revista Mujer Hoy (Diario ABC, los sábados) escrito por Edurne Uriarte que se titulaba "Vestir demasiado sexy". Al final del artículo, me quedé con la sensación de que las mujeres seguimos siendo tan objetos -sexuales- como antes. De un lado, la discriminación (y no hablemos de discriminación positiva porque es una de las estupideces que más me sacan de mis casillas), sigue existiendo. Ahora tiene un nuevo disfraz, hay varias cosas nuevas que intentan ocultarla pero no dejamos de ser unas presentadoras guapas o monas ante un buen presentador o un presentador que habla de forma excelente.
Asimismo, en dicho artículo se mencional una tal Comisión de la Igualdad en el empleo del Estado de Nueva York. Y cito textualmente: "... recomendaciones, según las cuales no es conveniente vestir demasaido sexy en el trabajo para no obstaculizar el ascenso profesional y, además, es aceptable que las empresas puedan establecer códigos razonables de apariencia".... " Para hombres y mujeres, claro". Ah!, gracias, ya me quedo mucho más tranquila. ¿¿Cómo vestir?? Un hombre con traje siempre viste elegante. Si la mujer va sexy va buscando tema (créedme, sé de lo que hablo) y si va con traje riguroso o con ropa ciertamente sobria (colores grises y tonos oscuros) es que es "sosa" y no quiere relacionarse con nadie. Y no, tranquilos, no estoy diciendo que todo el mundo sea así, ni que siempre se cumpla. Pero sí en determinados sectores llamados "masculinos".
Me atrevo, porque realmente es osado o así lo considero, a hablar del DEPORTE, en concreto, del fútbol, y lo hago porque me interesa, y mucho.
No, ya no se escuchan aquellas barbaridades de "usted señorita debería estar fregando en casa que es lo suyo y cuidando a su marido"... No, ahora es mucho más cuidado todo, no vaya a ser que nos sentamos ofendidas y denunciemos a alguien por daño moral o no vaya a ser que nos pongamos a llorar... Como si cada vez que nos hicieran algo salieramos a llorar desconsoladamente, porque ya se sabe, los hombres no lloran... al menos no los hombres duros; bueno, eso era antes, ahora, no.

Ahora cuando haces una pregunta en una sala donde la inmensa (y abrumadora) mayoría son hombres hay, al cien por cien, el típico comentario de... ¿una mujer, hablando de fútbol??.. SIEMPRE. Y sí, las cosas han cambiado mucho, pero aún sigue siendo un mundo de hombres. Por desgracia, al menos para mí. Por qué una mujer consigue algo de un determinado famoso o famosa que le reporta en algún que otro caso un ascenso o felicitación (algún que otro caso deberíamos cambiarlo por un caso de cada cien... pero no tengo las cifras exactas) y hay quien pone en duda su profesionalidad.. porque los hay y lo peor aún, LAS hay. Nosotras a veces somos más crueles con nosotras mismas que el género masculino.
Lo cierto sin duda es que machismo aún hay y mucho. Es la verdad. Un caso: ir a un campo de fútbol, siendo periodista, con zapatos de tacón... puede derivar en:
a) Esta tía lo que busca es llamar la atención

b) Después dicen que somos machistas, pero mira que venir en tocanos al fútbol, si son mujeres, solo vienen a presumir y a buscar algo con los futbolistas.
A ver, ¡¡¡ QUE AMÍ NO ME GUSTAN LOS FUTBOLISTAS, QUE ME GUSTA EL FÚTBOL!!! El fútbol, el baloncesto, el tenis, el motociclismo, la fórmula uno... No me gustan los futbolistas más que los fontaneros. Me gustan los hombres, igual que a los hombres (aunque sean periodistas o fontaneros) le gustan las mujeres.
En resumen, con lo de los tacones enlazo con lo que empecé: la manera de vestir. Si vas a trabajar con falta, tacones y maquillada, seguro, vas buscando algo. Y si vas vestida para pasar desapercibida es que vas a tu bola.. y digo yo... ¿Qué pasa cuando vas vestida como te da la gana... bueno, mejor dicho, como crees oportuno? Pos nada, que alguien considerará que no, que no es oportuno vestir así... porque para qué ir a trabajar tan arreglada... ah! claro, porque te gusta pasearte y que te miren. Por mire, sí, me gusta, claro... pero sobre todo me gusta trabajar y me gusta lo que he estudiado (periodismo, en mi caso), igual que a un hombre le puede gustar ser peluquero (y no, no es ni machismo ni feminismo, lo decía porque es una profesión que ha estado durante mucho tiempo asociada a las mujeres, nada más). Ojalá todos pudiésemos trabajar en lo que nos gusta. No me cierren más puertas de las que ya me cierro yo por meterme donde no me llaman, que dirían algunos.

01 May, 2006

El principio del fin

"Yo quiero amarte como la nata al chocolate..." La frase me encantó... y me sirve para empezar a escribirte esta vez. Yo quiero quererte así, sí, exactamente así. Sabía que no entenderías cómo... La nata y el chocolate son dulces, provocan pasión, se compenetran a la perfección. Quisiera tener fuerzas para quererte sin lágrimas, para mandarte mil besos dulces -como el chocholate- y sin temores ni angustias. Quisiera quererte sin complejos, sin pensar en el qué pasará o en qué puede molestarte. Así quiero quererte; sin pensar si debo olvidarte, si debo enterrar este amor por ser equívoco, sin está bien o está mal.
Pese a todo, hay una parte de mí que sigue siendo tan tuya como al princpio. Desde que te la entregué hace ya cierto tiempo -exactamente no sé la hora de aquel beso "de niña chica"... y digo la hora sólo porque sin duda fue ese día cuando me robaste mucho de la parte de mi corazón que ya es tuya, pese a que te burles de ello-, sigue sintiendo exactamente lo mismo que provocaste con ese beso. La misma reacción que provoca en mí el sabor del chocolate...
En cierto modo, el beso escondía apoyo -ambos sabemos que escondía muchas cosas más, aunque coincidimos también en señalar que en aquel momento el disfraz de apoyo con el que estaba cubierto era el que mejor le sentaba y el menos sospechoso- pero consiguió despertar cierto temor en mí. Sí, ese miedo tan absurdo del que durante tantas semanas te burlaste y que no llegaste nunca a comprender a qué se debía. Tú y tu forma de entender mis jeroglíficos. Me gusta recordar aquello. Y probablemente sea un error, lo sé. Vivir del recuerdo no es vivir, dicen muchos, pero no quiero llenar este post de tópicos varios a los que tanto he criticado. El recuerdo de mis momentos a tu lado me hacen ser feliz muchas más horas de las que a diario paso contigo, porque como te he dicho varias veces, las cosas ya han cambiado demasiado. Demasiado para intentar recuperar aquello. Me quedo con el sabor de aquel beso, como siempre me quedo con el sabor del chcolate y de la nata. Es parte de lo que me quede en el corazón cuando llegue el día, el principio del fin, el final de un camino, el adiós... porque todo lo bueno, como el chocolate, termina acabándose.

28 April, 2006

Anoche volvía sentir tus besos a mi lado, durmiendo plácidamente en mi almohada. Ese vacío que me aturde cada vez que te siento tan lejos hizo que recordara aquella noche otra vez, por.... no recuerdo qué vez es ésta.... perdóname... Por un momento, volvió a envolverme un halo de recuerdo y por un momento, volví a estar sentada a tu lado...
Estoy ciertamente nerviosa, aquí a tu lado... Si cierro los ojos, será más fácil besarte, supongo, espero, aunque... me da miedo. ¿Por qué? Porque quizá no pueda olvidarme de estos besos nunca, quizá me encanten, quizá me aten a ti con demasiada frecuencia... No te enfades, que ya me callo... Es que tengo una angustia aquí, no me deja respirar, me roba la tranquilidad y la serenidad que suelo tener en estas circunstancias. Si te pones tan cerca mandarás bastante lejos la poca elocuencia que me queda... Vamos, no te burles, que sí, que estoy nerviosa, qué quieres... No, no sé por qué, de veras, no sé, tenerte tan cerca... Claro, claro que me gusta cómo me acaricias. Sí, y también me han encantado esos cuatro besos que me acabas de dar, han sido especiales, diferentes, dulces... Tengo miedo. Tengo... debo irme. Vamos, debo irme...
Parece que fue ayer, sólo lo parece. En pocas palabras, un mundo de sentimientos; sentimientos que han nacido, han crecido, otros han desaparecido, otros cambiaron... pero todos, desde el primer guapa hasta el último hasta pronto son absolutamente tuyos, dolorosamente tuyos.

17 April, 2006

Quisiera...

Acabo de verte marchar, con todo lo que eso implica. Sentada en este banco que empieza ya a echarte también de menos, como yo, me anega el corazón una profunda sensación de vacío, un hueco en el alma de esos que te llenan de frío y casi te hielan la voz. Pese al frío, que hace, no tengo ganas de moverme. Creo que ni siquiera fuerzas. Las lágrimas ya están empezando a aflorar y aún creo que no habrás ni doblado la esquina. Quiero retenerlas, esconderlas, ocultarlas, pero ahora mismo me hace más daño guardarlas que ver cómo se derraman. A medio camino entre unos ojos llenos de tristeza y un alma casi vacía que pese a todo sigue teniendo a tu recuerdo como su mejor aliado, me encuentro yo. Sentada en medio de la nada, mirando a un horizonte tan lejano que no alcanzo a vislumbrar siquiera un final pero contra el que lucho casi a cada segundo por encontrarte en alguno de sus múltiples huecos, vuelvo a sentir tu aliento en mi espalda. Arriba, las estrellas. Aquellas que un día prometiste mirar conmigo tumbados en un césped que también prometiste buscar para mí. Quizá ya ni lo recuerdes. Hace pocas horas que estuve intentando explicarte el por qué de unas lágrimas que condenaste casi sin preguntar a qué se debían. Qué pena que no podamos volver atrás. Las cosas han cambiado tanto, tú has cambiado tanto... que casi cada segundo de los que paso a tu lado lo vivo a caballo entre lo que fuiste y lo que fui cuando eras así, y lo que somos ahora que me miras y apenas me ves. Siento como tu aliento me atraviesa y me hace temblar, pero me destroza el alma, aún más si cabe, saber que apenas me miras con esos ojos llenos de dulzura con los que un día me miraste para no dejarme llorar más. Es la causa de este sinfín de lágrimas tan tuyas, tan tan tuyas que empiezo a pensar que duelen más por ello. Quisiera poder cerrar los ojos y escribirte, sin llorar. E incluso, quisiera poder cerrar los ojos y sentirte, sin llorar. Pero sobre todo, quisiera sentarme a tu lado, una noche cualquiera, en un lugar cualquiera, y poder decirte, llorando, qué me angustia el alma, qué me quiebra la voz cuando te miro, qué me roba la elocuencia cuando me rozas la piel; decirte, mirándote a los ojos que te quiero, que te quiero muchísimo, y que sólo tener en mi mente un esbozo del día que te pierda me provoca un miedo que apenas me deja respirar, que me bloquea y hace que te mire y sólo sonría cuando me preguntas qué me pasa o el por qué de mi gesto.

15 April, 2006

Tan fácil...

Estaba pensando cómo empezar a escribir esta vez para que no resulte repetitivo el discurso... Esa elocuencia que casi a diario es centro de tus críticas ha desaparecido casi por completo dejando su hueco a una tristeza demasiado dolorosa, a juzgar por cómo duelen cada una de las lágrimas que ahora mismo están resbalando por mis mejillas. Es difícil expresarme de manera distinta cuando el sentimiento sigue siendo el mismo. Me sigue ahondando el alma una especie de vacío, una angustia que me provoca miedo y casi me enfurece, porque me ata a ti con demasiada frecuencia.
Aún sigo dándole vueltas a eso de que lo mío es sólo una obsesión... que dura, por cierto, casi ocho meses ya.. Sobran las palabras ahí, creo. Sólo me queda refugiarme en lo de siempre, tus recuerdos. Y vuelvo a repetir el discurso.
Ayer estuve recordando varios de los días que pasé contigo. Y volví a entristecerme. Cuando te vi hoy, sentí una alegría inmensa... y casi sin explicación. Se evaporó. Ahora no queda nada. Sólo ese vacío tan tuyo.
Después de todo, sería tan fácil arreglar todo esto... sería tan fácil como decirte... te quiero (sea un te quiero obsesionado o no)

11 April, 2006

Me cuesta un mundo escribirte hoy. No sé demasiado bien por qué. Últimamente, me siento decepcionada. No contigo... no siempre contigo. Conmigo misma, casi todos los días. Es increíble cómo puedo olvidar las cosas cuando me miras a los ojos...
Y ya es la segunda vez que me pasa. Eres el segundo que me hace sentir algo así, porque pasarme, me pasa casi a diario. Lo único cierto, sin duda, es que siento algo por ti que no debería sentir. Es así. Las cosas pudieron salir bien, pero no salieron, y quizá ahora no haya nada por lo que seguir "sientiendo" esto que me inunda cada vez que siento ligeramente el roce de tu piel. Probablemente, la soledad que me ahonda en el alma cada vez que me siento tan lejos de ti sea muy culpable de las lágrimas que me suelen abordar cada noche cuando intento sucumbir a los encantos del sueño.
Más allá de todo, sigo aferrándome cada noche a los pocos recuerdos que aún conserva mi piel tuyos. Cerrando los ojos durante varios instantes, me recorre el cuerpo un escalofrío que casi me tambalea. He vuelto a sentir tus besos en mis labios. Por el sabor de los mismos, parece que te tuviera ahora mismo frente a mí, parece que estés aún agarrado a mi cinturra, parece que... y de pronto, la realidad. Esa tonta y absurda manía mía de estar soñando siempre aún me mantiene ciertamente feliz cuando navego por mis recuerdos, pero cuando algo o alguien me despierta -incluso, en pleno día- vuelvo a estremecerme al pensar que todo fue de nuevo un sueño.
Ahora sólo me queda pensar que esto a lo que tú te empeñas en llamar amistad (ambos sabemos que no es así, pero, si te complace mirar para otro lado...) aún me hace feliz por momentos, porque, al fin y al cabo, es lo único que tengo, y es lo que, hasta que se termine, me seguirá manteniendo a tu lado, pese a esos momentos en los que me siento tan decepcionada.

09 April, 2006

Mi cumpleaños

Faltan escasamente dos horas para mi cumpleaños: 24 añitos. Aunque no sé muy bien dónde los guardo. A menudo me acusas de unos altibajos sentimentales propios de una niña de 15. Y probablemente, lleves tu parte de razón. Pero no sé qué me duele más, si tu "acusación" o esos altibajos que últimamente son demasiados frecuentes. Me pediste anoche, antes de irte, que olvidara todo lo que había pasado (hoy voy a permitirme la licencia de centrar este relato en la pura realidad), como si eso fuera tan fácil. Cuando sólo habían pasado unos escasos diez segundos de tu marcha, ya estaba llorando de nuevo. Las lágrimas volvieron a abordarme sin apenas poder oponerle resistencia. Eran lágrimas más amargas que las que acostumbro a derramar cuando discuto contigo, más amargas, porque eran incomprendidas. Me miraste antes de marcharte con una dulzura ciertamente infinita y que durante un instante me hizo plantearme el por qué de esos te quiero que casi nunca me atrevo a decirte. Me miraste, y volviste a hacer saltar en mí una alegría que, pese a ser efímera, consiguió sacarme por un segundo de aquella tristeza a la que me habían abocado tus palabras.
Pero todo se esfumó cuando vi cómo te alejabas. Y lo peor es que cuando te veo partir cada noche, me asalta otra vez esa angustia que no me deja respirar. Esa angustia que me provoca saber que llegará un día en que te pierda para siempre. Y no puedo hacer nada por evitarlo. Parece mentira que esto se pueda terminar, pero se termina. La puerta se cierra. Y aún no veo cuál es la que se va a abrir, si es que se va a abrir alguna.
Vuelvo al principio, ya son 24 (dentro de ná, vaya) y no encuentro, mirando al pasado, ningún día previo de cumpleaños que me haya pasando llorando. Supongo que cuando cumplí un añito.
Anoche me sentí tan sola. Tan sola que las lágrimas se convirtieron en una vía de escape, en un escondite perfecto para intentar no sucumbir a esta soledad tan dolorosa que me atormenta cuando te vas; las lágrimas fueron anoche, como son ahora mismo, el reflejo de que el daño que me hiciste ayer aún duele, y mucho. Tal vez demasiado, probablemente sea lo que piensas. Ahora, viéndote, sé que hay un sinfín de razones por las cuales debería darte las gracias, pedirte perdón, e incluso, decirte cuánto te quiero. Probablemente.
Estoy ciertamente cansada de estar así, sabes. Ciertamente cansada de recordarte entre lágrimas, de encontrarte en unos sueños que apenas me dejan conciliar tranquilidad por las noches. Quizá, ciertamente cansada de buscar ese cariño que tanto dices que me tienes pero que me cuesta un mundo encontrar días como ayer; días en los que te miro y no me veo, días en los que tu aliento puede atravesarme. Ciertamente cansada y ciertamente triste.
Probablemente, estas palabras se las lleve el viento dentro de muy poco. Dentro de escasamente una hora, cuando den las doce y sea mi cumpleñaos. Un cumpleñaos tan especial, un cumpleaños contigo. Qué mayor regalo que ése...

27 March, 2006

Cómo han cambiado las cosas...

Pese a todo, y sabes muy bien a qué me refiero con todo, sigo teniendo unas ganas enormes de que me abraces. Te echo de menos, aunque no te lo creas. Una inmensidad, te echo de menos una inmensidad. Echo de menos aquellas largas charlas donde me abrazabas mientras acariaciabas mi espalda, aquellos besos de niña chica que tengo guardados en lo más profundo de mi alma pero que ya nunca encuentro en tus labios... en vez de ellos, ahora sólo recibo esos "malditos" besos de compromiso, aquellos que das a cualquiera llenos de un cariño ínfimo.
Lo único cierto ahora, tras más de ocho meses, es que consigues hacerme sonreír cuando no tengo ninguna gana de hacerlo; consigues que al final, te mire y busque en tus ojos una sóla razón para sentirme tan tuya como me siento. El paso de los días me concede un valor que nunca he tenido. Ahora, que empiezo a ver el final del camino, el principio del abismo, me invade un miedo terriblemente doloroso, una soledad inmensamente triste. Es otra vez ese miedo a no saber qué hacer cuando me vaya, ese antiguo miedo que un día me impidió acercarme a ti, esa tonta vergüenza de la que tanto te burlaste. Releyendo un viejo email, el progreso nos invade, he vuelto a sentir esa inquietud al mirarte, pero sobre todo, al verme reflejada en tus palabras. "Yo también tengo ganas de verte"... cómo han cambiado las cosas...

06 March, 2006

Demasiado tarde...

Terriblemente triste. Nunca hasta ahora había conseguido saber qué me pasaba con tanta lucidez. Ya no hay mezcla de sentimientos ni angustia, sólo tristeza. Me cuesta un mundo seguir en pie, esconder unas lágrimas que se apilan en unos ojos tan casados como tristes, unos ojos que ocultan sin saber muy bien cómo la tristeza de un alma vacía. Las horas pasan pesadas delante de mí, los días se caen del calendario ante una vida que siento llena de un silencio desolador desde que practicamente, tengo conciencia de que la vida es vida. Dicen muchos que la vida es una caja de sorpresas... tópicos varios y últimamente demasiado recurrentes para intentar buscarle una solución a todo esto. Sólo tengo ganas de llorar, así de duro, así de débil. Y lo último que necesito ahora mismo, es que tú TAMBIÉN me abandones. Aunque es cierto que no puedes abandonar algo que nunca has tenido...
Supongo que me aferraré de nuevo a lo poco que me queda tuyo para seguir luchando por no sucumbir a una tristeza infinita... aunque quizá, ya sea demasiado tarde.

27 February, 2006

Esa maldita sinceridad...

Nunca fue la sinceridad un don. Digan lo que digan, y lo haga quien lo haga. Odio el tópico de... "al menos, fue sincero...". La sinceridad siempre le duele a alguien, hace daño, y es difícil considerar que una virtud pueda lastimar a alguna persona. Una antítesis con demasiado peso.
Y es exactamente lo que me pasa contigo. La sinceridad con la que, en los últimos días, estás llenando tus palabras me está haciendo un daño terrible, y empiezo a pensar que irreparable también. De hecho, estoy pensando en dejar de intentar buscar una razón a todo esto que esto sintiendo por ti. Está ahí, y por más que lo niegue no va a desaparecer; y por más que tú me lo niegues, y lo intentes disfrazar de mil vestimentas distintas, tampoco. La tristeza de sentirte tan lejos y el dolor que me provoca saber que un día te tuve tan cerca y te perdí, me abocan a una soledad que no me deja respirar sin llorar. Cada noche alimento con tus ya gastados "cuatro" besos esta alma casi vacía desde que decidiste, siempre con palabras sinceras, dejarme a un lado en tu vida.
Pero ahora lo que más llena este corazón roto es la resignación. No tengo fuerzas para seguir luchando... tu indiferencia hacia mí me duele tanto que me deja el cuerpo vacío, tan vacío que apenas alcanzo a sentir ese cariño que tanto dices que me tienes pero que no consigo sentir. Aunque sí supongo que en eso, también eres sincero.

26 January, 2006

Ahora mismo, me invade una extraña sensación, como una mezcla de sentimientos en la que no alcanzo a vislumbrar ninguno, como un "quiero y no puedo" desprenderme de esta necesidad de abrazarte continua, por más que el tiempo me recuerde a cada instante que ya no hay nada que salvar, y ni siquiera nada por lo que luchar. Y el problema es que, si hace "x" tiempo, me hubiera pasado algo como lo que me está sucediendo contigo ahora, estaría, casi al cien por cien, tumbada en la cama día y noche dándole vueltas al tema, buscando un error en mis actos, intentando encontrar una solución... Pero ahora, no puedo buscar una solución porque simplemente pienso que no la hay. Quizá haya caído en las garras de una rutina llena de una tristeza demasiado pesada para un corazón tan débil, o quizá, simplemente, se haya acabado todo lo que sentía por ti, y sólo quede el olvido, el maldito y doloroso olvido. Te echo de menos, mucho, y mucho más de lo que puedes imaginar. Pero no todo es eso, aunque en el fondo, espero que todo esto se arregle, no quiero pensar que es el fin. Ni quiero ni puedo.

18 January, 2006

Siempre, en el mismo instante

Me da un poco de miedo escribir estas letras, pero describen lo mejor que sé cómo me siento, y me ayudan a no echarte tanto de menos.
"En la oscuridad de este cuarto vacío, eres la persona que más aparece cuando sucumbo a la tristeza de una soledad que me aturde.
No sé qué me pasa contigo, ni conmigo, ni con nosotros. Te echo de menos a cada instante, cada vez que te recuerdo en un momento distinto; cada segundo que se cae de este maldito reloj del tiempo que tanto me aleja de ti, pienso en ti y en todo lo que me das y regalas sin ni siquiera, creo, darte cuenta.
Cada sonrisa tuya se hunde en mi alma, tan desconsolada que a veces, me cuesta un sinfín de lágrimas encontrarla en este pecho vacío.
Cada vez que busco en tus caricias, el apoyo y la igualdad para mantenerme en pie, hay algo que resuena en mí que hacía mucho tiempo que no despertaba.
Cada vez que te busco, esperando encontrar un roce espontáneo y casi fugaz, cada vez que siento el calor de tus palabras, el aliento de tu voz, me encuentro una alegría extraña y a la vez aterradora en el cuerpo, pero alegría al fin y al cabo.
Y lo peor de todo es que ese maldito mostruo que roba los días al calendario y las noches a mi soledad, me aleja de ti, te aleja de mí; y por más que grito y grito, mi voz se quiebra siempre en el mismo instante: cuando mis labios te gritan un te quiero.

11 January, 2006

A ti... no por ser tú, sino por cómo soy estando tú...

Y es cierto, las cosas han cambiado, y mucho, entre nosotros. Probablemente, tenían razón aquellos que me decían que llegaría un día en el que el amor que sentía por ti se terminaría. Pero no, me niego a pensar que eso pueda ser así. La verdad.
Nadie puede decirme que no te quiero, eso es seguro. Te lo diré a ti y a quien haga falta. Pero no sé exactamente qué le está pasando a nuestra relación, a nuestra amistad. Todo lo que hago te molesta y todo lo que haces me molesta. A veces, siento una necesidad infinita de abrazarte... pero es sólo a veces, y eso es lo más llamativo, y a la vez, lo más desconcertante. Antes no era a veces, antes era siempre. Antes daba todo lo que tenía por pasar un rato contigo porque me hacías reír, me hacías sentir bien, me hacías sentir alguien especial por poco tiempo que estuviera a tu lado. Ahora, sigue siendo así, pero, pero no lo siento así... y ya no me cuesta un mundo decirte que te quiero, porque quizá el valor de la palabra ha decaído, y mucho. Las peleas, las terceras personas y como no, el tiempo, han hecho mella en unos sentimientos que un día creí imborrables.
Te considero mi amigo, mi gran amigo, mi mejor amigo, pero ahora no me afecta tanto como antes que se te olvide llamarme, que no me devuelvas los tokes, que no me respondas a los sms. Ahora nada es como antes y tú, uno de los pilares que ha sustentado mi vida desde que te conocí, te estás derrumbando en mi alma y no puedo hacer nada por evitarlo.
Me duele mucho que nos peleemos y nos enfademos por tonterías, pero el desánimo y tal vez la rutina de no verte se han apoderado de mí y no sé cómo encajar estos golpes que me está dando el olvido.
Sólo quiero decirte que te quedes con lo que tuvimos, y por supuesto, con lo que creo que aún tenemos. Pero hoy, hoy no me siento demasiado culpable y ni siquiera tengo muchas ganas de llorar. Me duele no poder hablar contigo y saber qué te pudo hacer daño, pero... pero no sé muy bien cómo arreglarlo y no sé siquiera si tú quieres que lo arregle. Supongo que le seguiré dando vueltas, claro, pero ahora, ahora te toca demostrarme que verdaderamente sigues siendo aquel hombre del que un día me enamoré y aquel al que durante más de cuatro años, he querido con toda mi alma: como sueño, como amante y como amigo. Por ese orden.

03 January, 2006

Y todo por un par de palabras...

No sé muy bien cómo empezar a escribir esta vez. Y es raro en mí, al menos, en los últimos días. Empieza el año y, aunque como he dicho siempre, odio los tópicos... ahora he de recurrir a uno... año nuevo, vida nueva. Lo cierto es que he empezado el año como lo terminé, ciertamente triste. ¿A qué se debe? Ya sabía yo que tarde o temprano saldría esa pregunta. Pues sinceramente, se debe a que esto es un querer y no poder; se debe a que, pese a los intentos de mi corazón y hasta de mi cuerpo por estar a tu lado, nunca consigo acercarme a ti lo suficiente como para sentir un calor que me hace, empiezo a pensar, demasiada falta. Falta no para vivir, tranquilo, sino falta para respirar... para respirar sin llorar, para respirar sin sentirme triste, al menos, para respirar sientiendo en el pecho algo que se mueve... para sentir cómo palpitan los restos de un corazón roto que sin querer, siguen manteniendo en pie este cuerpo tan vacío de esencia desde que decidiste marcharte de mi lado.
Aunque lo verdaderamente cierto es que, aunque me duele, y mucho, he de empezar a pensar que olvidarte es el mejor regalo que puedo tener. Pese a que me duele, como he dicho, y mucho, porque sé que eres de lo mejor que tengo ahora mismo, ahora en estos días en los que las lágrimas son la única compañía que tengo. Eres lo mejor que puedo tener a mi lado, si no tú sí tu recuerdo, en esas noches que paso pensando cómo conseguir de ti una sonrisa que hasta hace un mes me habrías regalado por el simple hecho de cruzarte conmigo.
No sé qué me pasa contigo. Es extraño, ciertamente extraño. Incontrolable por momentos, cambiable a cada segundo. Paso de la alegría de sentirte cerca a la desilusión de saber que sólo eres un recuerdo, que solo eres un intento de mi corazón por sacarte del olvido y convertirte de nuevo en mi presente. Ahora vivo atada a aquellos días en los que, por primera vez en mucho tiempo, sonreía por cualquier ápice de ilusión que veía en tus ojos. Ahora, soy sólo el reflejo de lo que fui en aquellas noches en las que la pasión de tus besos me encendía el alma y me hacía temblar con sólo mirarme. Y te vuelvo a repetir que no sé qué me pasa contigo. Hasta ahora, nunca me había sentido así. Pensé que serías la última persona que me haría llorar de esta manera tan desconsolada, pero mira, como en casi todo contigo, me equivoqué. Porque sí, me equivoqué al pensar que tú serías quien me ayudaría a salir de esta tristeza en la que estoy sumida. Y pensé esto, porque hubo demasiados días en los que al recurrir a ti en medio de un mar de lágrimas, no saliste corriendo despavorido ni me rehuíste la mirada como lo haces ahora. Y no sé qué me duele más de ti. Si la cobardía de no querer siquiera mirarme a los ojos por temor a sentirte arrastrado a la mirada que un día buscaste con ahínco, o la indeferencia de rozarme y no sentir nada, ni tan siquiera odio. No sé qué me duele más, pero lo cierto es que ambas cosas me duelen en el alma y se me va la vida en ello. Sino la vida, sí los días que paso junto a ti, que hasta hace muy poco tiempo, eran lo mejor que tengo. Pero, como es año nuevo y todo en la vida se acaba, he de hacerme el firme propósito de, sino olvidarte, sí querer olvidarte. Al menos, espero que sirvan de algo estas lágrimas que ahora mismo inundan este maldito ordenador y que me empapan el jersey de una tristeza infinita. Espero que sirvan de algo...