07 February, 2007

He muerto... aunque siga respirando...


Me alimenté de ti por mucho tiempo,
Nos devoramos vivos como fieras,
Jamás pensamos nunca en el invierno,
Pero el invierno llega, aunque no quieras.


Ha caído. Cayó. No hay más. Ahora, el frío del suelo me da en la cara. De lleno. Tan duro, que me hiela la voz. Es la quinta vez que comienzo a escribir esto. No tengo ilusión por soñarte para escribirte; no tengo ganas de reír cuando te recuerdo porque no tengo recuerdos tuyos, porque hemos vivido tan al límite que al final caímos; solo que tú decidiste dejarme en lo más alto de la montaña y bajaste sin mí.

Lo peor es el momento en el que llega. Eras lo único que me hacía sonreír desde el 7 de enero. Eso, y mi visita cada dos semanas. Y ya no te tengo, y ya no me quieres, o sí, no lo sé. Ahora voy a trabajar porque es lo que debo, llego a casa porque es lo que debo, y voy a todos sitios con una sonrisa pintada a fuerza de lágrimas y el pensamiento en todo lo que fue tan nuestro. Me he arrinconado en un lugar del olvido en el cual aún me mirabas con deseo. Hace tanto tiempo de aquello, tanto… que ahora cuando me abrazas apenas se queda en mí el calor del roce de tu piel. No sobrevive porque me siento tan vacía que no encuentra sitio alguno en el que alojarse; porque al perderte he caído hasta lo más hondo de la tristeza, hasta el final de un abismo al que no consigues llegar, por más que lo intentas. Porque te necesito a cada instante, en cada respiración, porque cuando recorro medio segundo de mi vida sin ti se me clava en el alma tu sonrisa; se me hiela la sangre y me convierto en nada, en aire, fugaz… Te echo tanto de menos que a veces siquiera recordarte me consuela. Llorar, largo y tendido, sobre la almohada, escondida bajo las mantas, oculta tras el dolor. Es lo que ahora me mantiene viva. Llorar. Porque al perderte, me perdí a mí misma; porque al perderte, perdí mis ganas de luchar, esas mismas ganas que tanto intentaste inculcar en mí. Perderte ha significado el fin; el principio de un fin desolador. Y lo peor es que no quiero estar así. No quiero llorar en cada esquina porque alguien me pregunte por ti. No quiero echarte de menos cuando respire; no quiero seguir soñando que aún te tengo. Porque no creo en los cuentos. Porque es mentira. Porque me siento engañada, porque me siento hundida, porque me siento vacía. Porque no me siento. Porque sólo cuando, un día cualquiera, decides volver a mi vida, por un segundo, vuelvo a ser feliz. Y la vida no se sustenta de segundos felices. Ni de ratitos alegres. La mía, no. Al menos, no podría llamarse vida. Tampoco muerte porque sigo respirando. Paradójico. Aunque hay muchas formas de seguir viviendo sin estar vivo, y de morirse sin dejar de respirar… Porque vivir, vivir no es sólo respirar.
Sirva este último post para agradecer a todos los que un día me leyeron su presencia a mi lado... He perdido mis ganas de escribir, creo que también se las llevó el destinatario de este post cuando se fue...