30 August, 2006

Se lo merecía...



si te vas, pondré una flor en un jarrón por ti,
me perderé con tu recuerdo hasta encontrar
algún amigo a quien hablar de ti...
si te vas, no me preguntes si te amé o no,
tan solo escucha esta canción de amor
y entenderás lo que sentí por ti...


Se fue. Por unos días, pensé que todo sería otro bulo nuevo. Que no se iría, que al final, volvería a llevar ese color verde que tan bien compenetra con sus ojos. Pero no, se fue, y ahora, no volverá a repetir el locuaz speaker del Ruiz de Lopera su nombre mientras el estadio es secuestrado por esa profunda alegría que sentíamos cuando saltaba al campo. El blanco no le sienta bien. Le vi sobre el césped de Mestalla. Se fue. Otro. Él, que durante tan tiempo fue motivo de alegrías para este corazón verdiblanco tan maltrecho; él, que fue el santo y seña de aquel maravilloso día del Calderón; él, que en el balcón del Ayuntamiento -ése que ahora usurpan otros...- Copa en mano, alentaba a unos béticos orgullosos de que fuese el ídolo del equipo. Atrás quedan la primera entrevista, el primer autógrafo, la primera sonrisa a escasos centímetros de distancia, la primera rueda de prensa... Atrás quedan aquellos ojos verdes que iluminaron tantas y tantas concetraciones; aquellas apariciones en la radio con un desparpajo increíble, hasta encantador. Atrás quedan esas carreras interminables por la cal de Heliópolis. Como atrás quedan aquellas lágrimas de Corea, a las que acompañaron amargas las mías, cuando falló aquel fatídico penalti con el 22 a la espalda. Ahora es ché, del Valencia, viste de blanco, y sonríe, como lo hizo cuando debutó con el Real Betis. En su despedida, amargas siempre, lloró. Buscó guardar las lágrimas con ahínco, pero no pudo. La emoción le robó la elocuencia, esa elocuencia de la que hace gala allá donde va. En cualquier equipo, Valencia o Albacete, para mí seguirás siendo el mejor.

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