17 April, 2006

Quisiera...

Acabo de verte marchar, con todo lo que eso implica. Sentada en este banco que empieza ya a echarte también de menos, como yo, me anega el corazón una profunda sensación de vacío, un hueco en el alma de esos que te llenan de frío y casi te hielan la voz. Pese al frío, que hace, no tengo ganas de moverme. Creo que ni siquiera fuerzas. Las lágrimas ya están empezando a aflorar y aún creo que no habrás ni doblado la esquina. Quiero retenerlas, esconderlas, ocultarlas, pero ahora mismo me hace más daño guardarlas que ver cómo se derraman. A medio camino entre unos ojos llenos de tristeza y un alma casi vacía que pese a todo sigue teniendo a tu recuerdo como su mejor aliado, me encuentro yo. Sentada en medio de la nada, mirando a un horizonte tan lejano que no alcanzo a vislumbrar siquiera un final pero contra el que lucho casi a cada segundo por encontrarte en alguno de sus múltiples huecos, vuelvo a sentir tu aliento en mi espalda. Arriba, las estrellas. Aquellas que un día prometiste mirar conmigo tumbados en un césped que también prometiste buscar para mí. Quizá ya ni lo recuerdes. Hace pocas horas que estuve intentando explicarte el por qué de unas lágrimas que condenaste casi sin preguntar a qué se debían. Qué pena que no podamos volver atrás. Las cosas han cambiado tanto, tú has cambiado tanto... que casi cada segundo de los que paso a tu lado lo vivo a caballo entre lo que fuiste y lo que fui cuando eras así, y lo que somos ahora que me miras y apenas me ves. Siento como tu aliento me atraviesa y me hace temblar, pero me destroza el alma, aún más si cabe, saber que apenas me miras con esos ojos llenos de dulzura con los que un día me miraste para no dejarme llorar más. Es la causa de este sinfín de lágrimas tan tuyas, tan tan tuyas que empiezo a pensar que duelen más por ello. Quisiera poder cerrar los ojos y escribirte, sin llorar. E incluso, quisiera poder cerrar los ojos y sentirte, sin llorar. Pero sobre todo, quisiera sentarme a tu lado, una noche cualquiera, en un lugar cualquiera, y poder decirte, llorando, qué me angustia el alma, qué me quiebra la voz cuando te miro, qué me roba la elocuencia cuando me rozas la piel; decirte, mirándote a los ojos que te quiero, que te quiero muchísimo, y que sólo tener en mi mente un esbozo del día que te pierda me provoca un miedo que apenas me deja respirar, que me bloquea y hace que te mire y sólo sonría cuando me preguntas qué me pasa o el por qué de mi gesto.

2 comments:

Anonymous said...

Tengo insomnio, por eso escribo a estas horas, no por nada más. Conozco a un amigo que empezó como tú. Hace ocho años que rompió con su pareja y ahora está mucho mejor. El otro día tardó diez minutos en hablar de su ex mujer. Es una gran mejoría. Hasta el año pasado sólo tardaba cinco minutos, y ya han pasado ocho años. O empezamos a pasar del asunto o te veo en la misma vía muerta. No merece la pena. Aquí estamos dos días, y uno de ellos lloviendo, así que ya estamos espabilando. Parece duro el asunto, pero no queda otra. A levantarse y a seguir adelante. Lo digo por tu bien. En serio, las lamentaciones y lloriqueos no llevan a ningún lado, sólo a seguir haciéndose daño. Hazme caso, que diría Manolo Lama. Es un mal ejemplo, pero viene al caso. Ánimo y arriba.

Anonymous said...

vamos mi RO...COMO TU ME DIRIAS A MI...ERES LA MEJOR NIÑAAAA...ELLOS S LO PIERDENNN...TU SIGUE CON TU FORMA D SER Y TU SIMPATIA X BANDERA.BESIÑOSSSSS AMIGA