Anoche, camino a casa, las lágrimas me abordaron con una naturalidad tan cotidiana como dolorosa. Lo cierto es que vuelvo a estar cansada, o quizá, llevo mucho tiempo cansada. De ti, de mí, y de esta maldita obsesión por seguir manteniendo en pie "algo" que ya ni pende de un hilo de esperanza. Y cuando no hay esperanza no hay nada, porque era la único que quedaba y ya no está. Y quizá, era lo único que me ataba a ti.
Ni siquiera puedo escribir sin echarme a llorar. Me duele en el alma un corazón roto, más roto aún de lo que ya estaba. A diario, casi a cada segundo, he intentado encontrar algo por lo que luchar y siempre has aparecido tú. Sea como fuere, o estuviese donde estuviese, siempre, en cualquier lugar y bajo cualquier circunstancia aparecías tú. Pero ahora ya no queda nada sabes, nada de nada. Estoy vacía, tan vacía que me atraviesa todo lo que me rodea y eso me enfurece. Me atormenta el pasar desapercibida delante de todos, el mirar hacia otro lado o correr a un lugar sin sentido, a un horizonte que no existe. Y todo esto es por ti.
Más de dos años a tu lado, y aún después de tanto tiempo y de tanto tiempo juntos, seguía pensando -hasta ayer- que era posible sacar todo esto a flote.
Ahora no. Quizá sea la definitiva, o quizá sea sólo la enésima vez que me prometo a mí misma que ésta será la última vez que confíe en ti. No lo sé.
Sigo teniendo miedo a perderte, mucho, pero ahora es más el vacío de sentirte tan lejos lo que me inunda, es mucho más la tristeza en la que se ha convertido cada una de mis días lejos de ti, que ese antiguo miedo a no saber qué hacer cuando te necesite.
Voy a intentar ponerle remedio a todo esto. Como dicen muchos, voy a "comprarme" una coraza, ya que mi corazón siempre acaba empujándome hacia ti. Hoy, ahora, espero que no.
Aunque probablemente, sólo tú y yo sabemos qué pasará... sólo tú y yo.
Porque cada etapa tiene un principio y un fin, porque los ciclos terminan sin que exista un porqué.
29 August, 2005
07 August, 2005
El prototípico y doloroso Te echo de menos
Estoy un poco cansada. Pero no sabría definir muy bien de qué. Lo cierto es que, a pesar de intentar disimular esta tristeza que ahora mismo llena todas las horas que paso lejos de ti, sucumbo sin querer a un desencanto que me aprisiona en lo que he venido en llamar el olvido. Con el temor de recurrir a frases tópicas y sin poder definir demasiado bien por qué me siento tan sola, he de decirte -si a tí, que sé que lees estas letras- que te echo de menos, mucho, aunque tal vez demasiado. Es típico en mí, pero es el sentimiento más claro que ahora mismo puedo definir, aunque tenga otros que se agolpan en la antesala de este alma vacía.
Lo cierto es que no sé porqué te echo tanto de menos. Pero tengo una necesidad intrínseca en el alma de verte a todas horas, un deseo de besarte que se agarra con ahínco al corazón y que apenas puedo disimular cuando te tengo delante. No sé porqué ahora, no sé porque de esta forma, sólo sé por qué contigo. Contigo porque sigues siendo aquel héroe al que un día escribí, contigo, porque sigo escribiéndote pese al tiempo que ha pasado desde la primera vez que lo hice. Contigo, porque sigues siendo el único al que tengo la necesidad de sentir cuando ni siquiera quiero abrir los ojos al mundo; cuando por la mañana, me lamento por no tenerte y respiro con fuerza para encontrarte escondido en algún rincón de este alma vacía. Tan vacía sin ti, tan vacía que te echo de menos más de lo que querría. Incluso, más de lo que un día pude imaginar que lo haría.
Sea sólo esto tal vez, maneras de pasar el tiempo, tal vez, maneras de no entristecerme más aún. Pero lo cierto es que cada una de las sinceras palabras que conforman esta carta lleva inscrito un solo sentimiento: la sensación de estar vacía cada vez que cuelgo el teléfono y termino de hablar contigo. Cada vez que dices adiós y temo no volver a escucharte nunca más.
Lo cierto es que no sé porqué te echo tanto de menos. Pero tengo una necesidad intrínseca en el alma de verte a todas horas, un deseo de besarte que se agarra con ahínco al corazón y que apenas puedo disimular cuando te tengo delante. No sé porqué ahora, no sé porque de esta forma, sólo sé por qué contigo. Contigo porque sigues siendo aquel héroe al que un día escribí, contigo, porque sigo escribiéndote pese al tiempo que ha pasado desde la primera vez que lo hice. Contigo, porque sigues siendo el único al que tengo la necesidad de sentir cuando ni siquiera quiero abrir los ojos al mundo; cuando por la mañana, me lamento por no tenerte y respiro con fuerza para encontrarte escondido en algún rincón de este alma vacía. Tan vacía sin ti, tan vacía que te echo de menos más de lo que querría. Incluso, más de lo que un día pude imaginar que lo haría.
Sea sólo esto tal vez, maneras de pasar el tiempo, tal vez, maneras de no entristecerme más aún. Pero lo cierto es que cada una de las sinceras palabras que conforman esta carta lleva inscrito un solo sentimiento: la sensación de estar vacía cada vez que cuelgo el teléfono y termino de hablar contigo. Cada vez que dices adiós y temo no volver a escucharte nunca más.
16 May, 2005
Tan sólo tuya
Tuya, solamente tuya, aunque busque en otros labios lo que mi corazón le pide a los tuyos. Tuya y tan solo tuya, aunque robe de otros besos el sabor de la pasión que un día me regalaste. Tuya es como soy y como me siento, aunque haya quien desee robarme del alma todo lo que es nuestro. Es un secreto a voces, un susurro escondido en estos gritos ahogados, una lágrima que se esconde en el temrs de perderte, un corazón que se refugia en el recuerdo imborable que el olvido persigue con el mismo afán con el que un día lo guardé. Es eso y aquello, lo mío y lo tuyo, lo nuestro, todo. Es esto lo que siento por ti, cuando cierro los ojos y busco tu calor. Es así como me siento cuando tu voz resuena en mis oídos como el temblor de una antigua y casi olvidada galera romana. Es todo lo que te pertenece de mí, todo lo que te llevaste de mí, todo lo que robaste del fondo de mi alma.
Me siento tuya y sólo tuya, y cuando me siento así es cuando soy yo. Mientras el tiempo me roba un día más, una noche más de las que pudieron ser nuestras, siento como el mundo se derrumba a mis pies y me tambalea creando un miedo infinito. Tan infinito como la tristeza a la que sucumben mis ojos cuando te echo de menos, cuando respiro y te echo de menos, cuando viviendo sin ti, lloro la ausencia de tenerte al lado y no poder tocarte.
Me siento tuya y sólo tuya, y cuando me siento así es cuando soy yo. Mientras el tiempo me roba un día más, una noche más de las que pudieron ser nuestras, siento como el mundo se derrumba a mis pies y me tambalea creando un miedo infinito. Tan infinito como la tristeza a la que sucumben mis ojos cuando te echo de menos, cuando respiro y te echo de menos, cuando viviendo sin ti, lloro la ausencia de tenerte al lado y no poder tocarte.
10 May, 2005
De imprevisto
Anoche estuve pensando en ti. Demasiado pronto, pensé. Tal vez.
Durante el día me habías invadido varias veces de golpe, pero había conseguido enterrarte entre un sinfín de documentos, trabajos y alguna que otra clase. Todos asuntos vanales, pensé cuando decidiste imponerte en mi nocturna rutina.
Tendida sobre la cama intentaba concentrarme - sin éxito - en aquel libro tedioso. Por un momento cerré los ojos y un escalofrío recorrió mi cuerpo, eras tú. Ya te habías cansado de esconderte.
Me impedías pensar en otra cosa que no fueran tus besos. Sonreí al recordarlo, y eso me dio miedo. Me quedé en blanco. No sabía reaccionar. Estaba tendida en a cama y sentía como caía a un vacío, como el cuerpo entero se evaporaba... y me dejaba solo con tu recuerdo.
Y te eché de menos. Eché de menos aquellos besos... aunque, al cerrar los ojos con mucha fuerza, conseguí sentirte a mi lado. Podía saborear tu sonrisa, podía temblar con el roce de tu piel, podía sonreír y sentirme nerviosa como la primera vez que me besaste.
Y pude cerrar los ojos y dormir. Cuando desperté, sentí una alegría desconocida en el alma. Y tal vez, sea demasiado pronto para albergarte en ella. O no.
Subscribe to:
Posts (Atom)