Anoche estuve pensando en ti. Demasiado pronto, pensé. Tal vez.
Durante el día me habías invadido varias veces de golpe, pero había conseguido enterrarte entre un sinfín de documentos, trabajos y alguna que otra clase. Todos asuntos vanales, pensé cuando decidiste imponerte en mi nocturna rutina.
Tendida sobre la cama intentaba concentrarme - sin éxito - en aquel libro tedioso. Por un momento cerré los ojos y un escalofrío recorrió mi cuerpo, eras tú. Ya te habías cansado de esconderte.
Me impedías pensar en otra cosa que no fueran tus besos. Sonreí al recordarlo, y eso me dio miedo. Me quedé en blanco. No sabía reaccionar. Estaba tendida en a cama y sentía como caía a un vacío, como el cuerpo entero se evaporaba... y me dejaba solo con tu recuerdo.
Y te eché de menos. Eché de menos aquellos besos... aunque, al cerrar los ojos con mucha fuerza, conseguí sentirte a mi lado. Podía saborear tu sonrisa, podía temblar con el roce de tu piel, podía sonreír y sentirme nerviosa como la primera vez que me besaste.
Y pude cerrar los ojos y dormir. Cuando desperté, sentí una alegría desconocida en el alma. Y tal vez, sea demasiado pronto para albergarte en ella. O no.
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