01 February, 2013

Magdalenas de arándanos...

Me siento a quererte en una esquina del banco de la estación...
Te pienso. Me muerdo el labio como cuando estábamos juntos. Sé que estarías riñiéndome y diciéndome que te estaba poniendo nervioso. Sonrío. Se me acelera el corazón. Se me eriza la piel.
De pronto apareces.
- ¿Quién es él?
- ¿Quién?
- Pues ése, al que le estás sonriendo.

Abro los ojos y me doy cuenta que hay alguien a lo lejos que me mira sonriendo.
- Estaba pensando en ti.
- ...
- En serio. Tenía los ojos cerrados.
- Vámonos, tonta!

Me abrazas fuerte. Me besas en el cuello, en los labios, en las manos. Ya siento el calor de tu aliento en mis labios y me tiembla el pulso; tanto, tanto que apenas puedo mantenerme en pie.
- Venga...

Nos esperan un café y una magdalena de arándanos, como todos los viernes de los últimos meses.
Habitación  214.
- Quiero tu magdalena...
- Noooooooooooo. Mía...

Cosquillas en la cama. Arándanos por mi cuerpo. Magdalena en tus labios. Ropa que cae al suelo cubierta de besos y caricias tiernas y dulces, que abren la puerta a la pasión de cuerpo contra cuerpo, de manos contra pechos y piernas que se entrelazan. Y el sabor a arándanos traspasándonos los labios, la piel.
Y la pasión arrebatándonos la vida, y la noche abriéndose paso entre sábanas calientes.
Sonrisas que se escapan entre gemidos, gritos que se ocultan entre susurros, ansia de amarte así siempre, deseo de quedarme dentro de ti para siempre, de respirarte cuando respiro, de soñarte cuando me despierto. Ansia de sentirme tuya a cada segundo.

- Buenas noches, cielo.

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