20 April, 2005

El amor y el olvido

Un título tan usual y a la vez tan contradictorio nos hace plantearnos nuestra vida, y tal vez también la de los que nos rodean. Ayer realicé una visita a una amiga. Estaba igual de guapa que siempre. Un poco más feliz, se le notaba un brillo especial en los ojos. Tal vez.

Estaba rodeada de flores, esas flores amarillas que tanto le gustaban, y cuando la vi, las lágrimas me abordaron sin poder esconderlas en la sonrisa que mi alma buscaba con un afán desconocido. Con el mismo afán con el que ella solía agarrarse a la vida.

Y allí, a su lado, comencé a recordar todo el tiempo que viví a su lado. El cine, el parque, el río, todo, todo lo que un día fue nuestro y se llevó el tiempo sin avisar, sin ni siquiera dejar un recado en el corazón. Ahora no tengo nada, ya no tengo nada. Me lo robaron, igual que a ella le robaron las ganas de vivir, la ilusión por seguir, la alegría que inundaba su sonrisa siempre.

En España, aquí donde presumimos de democracia, donde la libertad es el principio que inculcamos con afán a nuestros hijos, en este país, aquí se fue ella.

Y sin embargo, no se puede hacer nada por evitarlo, o al menos eso parece. Allí estaba ella, sin nada que decir de todo lo que sufrió, sin poder gritar quién la mató, mientras algunos hacen de tripas corazón y seguimos viviendo como podemos.

Hoy he venido a verla porque hoy cumplo dieciocho años. Lo que más le he pedido a Dios, ese mismo Dios al que ella le rezaba cuando la puerta se abría, que todo esto fuera un sueño y que ella me despertase cuando el despertador sonara, es que ella no se fuese nunca... pero no debí gritar muy alto, porque ella no va a volver, ya nunca va a volver. Y en fin, no puedo hacer nada. Sólo llorar. Al que durante cerca de diecisiete años he llamado Papá llegó un día, y empezó a pegarle, sin parar, ella apenas gritaba porque como decía siempre, no quería asustarme, y cuando ese hombre, que ya no llamo Papá, la empujó por las escaleras… ella cerró los ojos para siempre.

Por eso, ahora que cumplo la mayoría de edad, quiero gritar a los cuatro vientos que las cifras que leo en los periódicos sobre mujeres maltratadas, quemadas, violadas y asesinadas por sus amorosos maridos, son y serán para siempre cifras. Y eso es lo que más nos duele a aquellos que lo hemos sufrido tan de cerca.

Invito a luchar contra lo que todos llaman Violencia de género, con el fin de que un día, aquellas mujeres que digan sí quiero, no tengan en el alma el miedo a morir un día en las manos a las que un día se entregaron.

01 April, 2005

Más allá del valor de un te quiero…

Hace pocas noches estuve pensando en ti, con todo lo que eso conlleva. Lo cierto es que ahora mismo no encuentro demasiado bien las palabras para definir lo que me viene atormentando desde entonces. Es una angustia en el alma que no me deja respirar, es una tristeza grabada a fuego en la piel, es… es… no sé… supongo que es ésta angustia lo que me impide describir exactamente lo que siento.

Releyendo por enésima vez un relato antiguo, las lágrimas me abordaron en aquella solitaria habitación. Abrí el cajón de los recuerdos olvidados, y encontré aquellos momentos tan nuestros que ya creí olvidados. Y encontré un te quiero, el primer te quiero que me habían regalado. Sincero, dulce, un te quiero que escondía mucho más de lo que se puede vislumbrar a simple vista. Más allá de ese te quiero había mucho de inquietud; había un sinfín de ilusiones, un sinfín de historias. Y todo, en menos de un segundo, salió disparado con ese te quiero.

Pero ahora, el progreso le ha quitado cierto valor a la palabra. Tal vez sean hipótesis de una mujer triste, en estos momentos. Enfadada con el mundo quizá, porque tras ese te quiero, ya no hubo más. Porque tras ese te quiero que tanto escondía, sólo hubo y hay tristeza. Apenas puedo recordar tus ojos, apenas puedo recordar tus besos, y cuando lo hago, la amargura de saberte lejos de mí, me roba toda ilusión, y me hace llorar de una manera desconsolada.

Sólo me queda cerrar los ojos y recordar el momento. Encerrarme en este maldito cuarto, sentada frente al único consuelo que tengo, tu foto y el ordenador, el único que sabe todos mis secretos. El único desde que te perdí.

31 March, 2005

Cuando el amor no es suficiente...

Dicen que el amor es lo mejor que tenemos en la vida... para vivirla. Dicen que el amor lo cura todo... un corazón roto, una amistad imposible... todo. El amor sabe hacer que digas en cada momento lo que tienes que decir, sabe encontrar el momento preciso para cada cosa, sabe lanzarte cuando no te lanzaría la razón, y sabe esperar cuando todo el mundo está a favor de que desesperes. El amor vuelve loco a cualquier corazón, sea grande o pequeño, altera el ritmo de una vida tranquila, rutinaria, sin grandes momentos o llena de ellos. El amor es grande cuando se alimenta… pero a veces permanece intacto aunque creamos que ya no existe. Nace cuando nadie apuesta nada por él… y duerme cuando estamos cansados y queremos que muera. Dicen que sin el amor no se puede vivir… se pueden pasar los días, contar los meses que va regalando el calendario, pero no puedes vivirlos todos al cien por cien.

Es esto lo que dicen… pero todo esto tiene demasiado de historia, de literatura e incluso de ficción. Porque hay veces, hay veces que el amor no es suficiente para que las cosas salgan bien. Y por eso escribo estas letras, desilusionada e indignada un poco, incluso. Indignada con todos aquellos que proclaman todas estas bellas cosas cuando son realmente felices, cuando en sus sedentarias vidas entra una persona que lo hace todo aún más perfecto de lo que ellos mismos podían pensar que era, cuando todo –según ellos, claro- es de color de rosa. Y me atormenta pensar que soy incapaz de darle amor a quien realmente quiero, me atormenta pensar que mis fallos son tan grandes y pesan tanto que no dejan ver todo lo que bueno que quiero hacer. Me atormentan los recuerdos de un amor, que no era tal, porque no era color de rosa, todo ello, según la filosofía de quien ama y es amado. Y es quizá esto lo menos difícil que haya. Y digo lo menos difícil, que no lo más fácil, porque no quiero que nadie se enfade. Son sólo palabras, nada más. Palabras que reflejan mi estado de ánimo, una vía de escape lo más digna que tengo, lo más digno a lo que puedo aspirar.

Y en estas veces en las que el amor no es suficiente, hay esfuerzo, ilusión, amor… claro que hay amor, nadie puede negarlo. Pero no es suficiente. No, porque por más ilusión que le ponga no funciona. Porque siempre hago o haces algo mal y todo vuelve a desvanecerse. Dicen muchos que porque no es un amor fuerte, o quizá, pienso, no somos demasiados fuertes para mantenerlo. Y entonces, qué hace que cada noche sean las lágrimas de este amor lo único que me acompañe; qué hace que viva pendiente de una llamada tuya; qué hace, entonces, sino es éste amor, que sólo piense en una nueva forma de arreglarlo todo, cuando el mundo entero me está gritando que ya nada tiene arreglo. Entonces, pregunto, os pregunto a todos vosotros, hijos de un amor eterno, amigos de una amistad ideal, enamorados de una vida perfecta, a vosotros os pregunto qué es lo que me tambalea la vida cuando le veo, qué lo que me mantiene con fuerzas cada mañana a pesar de pasar noches y noches en vela. No sé, y si esto no es amor, nunca lo encontraré. Es amor, si bien es cierto que no es suficiente. Te quiero, te quiero muchísimo, pero no funciona, no funciona por más que sea lo que más desee en el mundo. Ojalá encuentre pronto el fallo que estoy cometiendo contigo, ojalá… al menos, ojalá lo encuentre antes de que sea demasiado tarde.

29 March, 2005

Aquello será para siempre... inolvidable...

Aunque el título de estas letras suene un tanto a tópico, esos que tanto critico y odio... son tan sinceras como todo lo sucedido.
Alta mar... un inmenso Mediterráneo ante mí... un barco... de lo más parecido a cualquier escena de Titanic –era inevitable la comparación-, un intenso olor a sal mezclado con el aroma de deseo de nuestra piel... todo ello, todo... se anteponía frente a mí... incluido tú. Un cierto aire de tristeza aún guardaba en los ojos... un cierto aire de añoranza por... por el mismo amor de siempre, ese sentimiento de culpa que nunca me abandona... ni siquiera allí, perdidos, escondidos de todo progreso, ausentes de cualquier rastro de vida humana... solos, al fin, pensé. Por un momento, pude cerrar los ojos y al sentir tu aliento sobre mi espalda... al descubierto... un escalofrío me recorrió la piel y me hizo tambalearme para caer rendida en tus labios. Me abandoné sin dudar en ningún momento a cada uno de los impulsos de mi corazón que me acercaban más a ti... más y más… hasta el punto de que tus latidos eran tan míos como tuyos.
Respiré con fuerza... como si quisiese despertar del sueño... y me miraste con ternura, pasión, deseo y casi sin fuerzas preguntaste: ¿estás bien? ¿que te pasa?... Quizá nunca se habían interesado por mí con tanta dulzura... quizá; por un momento pensé en decirte que me daba miedo besarte como lo estaba haciendo... me daba miedo decirte que si seguías abrazándome así no querría dejarte nunca... me daba miedo decirte que aquello era sólo una semana y ya nunca más volvería a verte, quizá, nunca más volvería a saber de ti. Pero sellé mi miedo con un beso en tus labios ardientes. Te agarré con fuerza y te pedí un abrazo. Todo un lujo la situación, sin duda.
Aquellos labios despertarían la pasión del mismo hielo ártico. Y es esto lo que hicieron con los míos... despertar una pasión que llevaba mucho tiempo, quizá demasiado, dormida. Una pasión que parecía inaudita en mí, como si aún tuviera mucho que darte… después de todo lo que ya nos estábamos dando. Tus labios recorrían mi piel como si buscaran en ella pepitas de oro y cada poro moría cada vez que tus labios lo abandonaban. El deseo subía por mi espalda hasta la cabeza haciendo que cerrara los ojos y no los abriera hasta que los rayos del sol irrumpiesen en aquel espacio tan nuestro. Me robabas los besos entre risas, me abrazabas con una ilusión en los ojos desconocida para mí.
Me sentía feliz… simplemente feliz. Me divertía contigo. Era una pasión disfrazada de una ilusión nueva, era una ilusión disfrazada de una timidez que casi nunca había tenido en mi vida. Tus besos, tus manos, tus abrazos… todo era mío, te sentía mío y aquello me hacía muy feliz. Ponías la vida en cada roce de nuestra piel, el alma en cada beso en que se encontraban nuestros labios, el corazón en cada caricia que le regalabas a mi cuerpo.
Pero el mundo avanza aunque en momentos como éste deseemos que se pare. Debíamos seguir nuestro rumbo. Y así fue. Te dejé casi dormido en la cama y me fui, ya era la hora de desayunar. En menos de tres horas, volvería a verte… por última vez.