Porque cada etapa tiene un principio y un fin, porque los ciclos terminan sin que exista un porqué.
31 May, 2013
Volver
Siento deseos de volver.
Volver a aquello que fui, a aquello que sentimos y que tan libre nos hizo, a lo que sentimos y nos hizo nosotros.
Quiero volver.
Respiro y sé que quiero sentirte como antes. No a solas, ni a escondidas. Quiero sentirte entre risas sinceras y mejillas sonrosadas.
Respiro y sé que ya estás presente de nuevo a cada paso, a cada latido.
Te siento respirar en mi lado de la cama.
- Enana, ¿qué haces despierta?
Estoy frente a la ventana. No reconozco esta habitación de hotel como nuestra. Miro por la ventana y sólo veo a un Madrid oscuro y negro, envuelto en un halo de esperanza, de cierta fantasía... La de nosotros juntos.
Me recorren las mejillas lágrimas saladas que queman la piel, que desgarran el alma.
- Enana -dices ahora más cerca- ¿qué haces despierta? ¿Por qué estás llorando?
Me abandono en tus brazos. Mis lágrimas empapan tu pecho y siento frío frente al ardor de mi piel.
- Volvamos a la cama.
Pero estoy inmóvil frente a la ventana. Desnuda ante Madrid, desnuda ante ti. Alguna luz tímida hace su aparición en un edificio a lo lejos, como queriendo terminar con esta tristeza.
Siento tus brazos alrededor de mi cintura. Tu aliento en mi cuello. Tu mano cercana a mi corazón.
No puedo dejar de llorar. Mi corazón se resiente.
Sabe que mañana todo volverá a ser oscuro. Tú te irás. Yo me iré. El hotel se quedará tan inocuo como antes de llegar y las tinieblas devorarán uno a uno mis días después de ti.
Tengo miedo.
Tengo tanto miedo.
Tengo tanto miedo que no puedo dejar de llorar. Quiero espantar este miedo a no volver a verte que me secuestra el te quiero que he dejado sobre la mesita de noche.
Suena el despertador.
Te miro. Me miras. Lágrimas recoriendo ya la comisura de los labios y el cuello.
- No te vayas, me susurras.
Te miro. Me miras. Una sonrisa emerge de lo más profundo del alma y espanta de golpe este miedo.
28 April, 2013
La cena de gala (IV)
"Me desperté con el sol en la cara,
y las arrugas de mi cama
y las arrugas de mi cama
eran las que más me pedían..."
Nuestra noche fue la mejor de cuantas pasamos juntos.
La cena transcurrió entre suspiros-sonrisas-suspiros cada cinco minutos. Yo te miraba mientras paseaba de tu brazo, miraba lo guapo que estabas de esmoquin, miraba mi vestido negro una y otra vez porque no me creía aún lo precioso que era.
¡Una cena de gala!
Bailamos, comimos, bebimos champán, degustamos pastelillos y saboreé el licor de almendras en tus labios. Después de las dos de la madrugada, sólo quedábamos tú, yo y cuatro músicos tocando Burbujas de amor. Bailamos nuestro última canción y me miraste con tanta pasión que creí derretirme sobre la pista de baile.
Eran las dos y media de la madrugada cuando decidimos volver a la habitación de hotel.
- Cielo, ¿volvemos?
- Sí.
Quise acostarme con el vestido y los zapatos puestos, pero no me dejaste.
- Quiero bailar contigo, esta vez, a solas.
- ¿Solos tú y yo?
- Solos tú y yo, sin tu vestido ni mi esmoquin.
Besos en el cuello para librarte de mi precioso -lo he dicho ya, ¿no?- vestido. Besos en la comisura de los labios, mordiscos en las yemas de los dedos, tirantes del sujetador que se deslizan entre tus manos y el calor de tus labios recorriendo mis pechos.
- ¿Bailamos?
Encontré tu mirada jugando con mis ligas. Grité de placer al sentir pasar el aliento entre mis piernas. Tiré -suavemente- de tu pelo mientras veía cómo perdía cualquier batalla que quisiese iniciar contra ti. Me tumbaste sobre la cama.
- Estás preciosa, así. Mucho más que con el vestido puesto.
Adoraba esa forma tuya de hacerme sentir única. Tus besos y tu aliento sobre mi cuerpo y mi boca; tus brazos y tus susurros corriendo por mi cintura y mis ojos; todo tú, todo yo, juntos haciendo del amor el único lugar del mundo para estar juntos.
Me coloqué sobre ti. Mis caderas se movían sobre las tuyas mientras acariciabas mis erizados pechos. Me acercaste tanto a ti que creí romperme dentro de ti. Y entre aquella pasión, entre tanto deseo inaudito, entre la lujuria y la ternura, la dulzura de los primeros besos y el delirio del contacto más íntimo, entre el calor del cuerpo a cuerpo, la vehemencia de labios chocando contra labios, entre tanto, tus ojos mirándome más allá de los míos, tus ojos buscando el lado más profundo de mi ser y sellando en él el te quiero más profundo de cuantos unos labios pudieron pronunciar.
12 March, 2013
La cena de gala (III)
Levanto la vista, tomo aliento y ahí
está.
Mi precioso vestido negro. Es largo.
Entallado en la cintura. Tiene dos finos tirantes con pequeñas piedrecitas
también negras que brillan un poco. No tiene tela en la espalda. Es muy largo.
Parezco una princesa. Soy tu princesa. Eso me encanta. Sonrío como una
tonta mientras lo miro con la adoración de una niña pequeña ante un disfraz de
Campanilla.
- Estás preciosa así, cielo, pero si no
comienzas a vestirte, jamás llegaremos a la cena. Es importante para mí que
estés conmigo. Y para ti.
- Voooooooooooooy. ¡Pesado!
Eso me regala un buen beso y una miniregañina.
Ponerme el vestido es un ritual para
mí.
Ropa interior de encaje. Medias negras.
Ligas. Preciosas ligas.
- ¡Estate quietecito!
- Me gustan tus piernas. Con esas ligas más.
Quiero besarlas, amarlas, morderlas...
- Después de la cena. Tú quiere ir así
que...
No me dejó terminar la frase. El mordisco en
el labio inferior me dejó sin aliento. Con mil sonrisas más en la bolsa de los
recuerdos pero sin aliento.
Me maquillo ligeramente. Sombra de ojos gris
oscuro. Algo de sombra de ojos blanca en el párpado inferior. No me hace falta
colorete. Llevo las mejillas de Heidi gracias al amor que respiro a tu lado.
Labios rojo carmín, rojo pasión.
Salgo del cuarto de baño y me quedo
boquiabierta. No puedo creer que puedas estar tan guapo. Estás más guapo
incluso que cuando estás desnudo.
- ¿Qué? Deja de sonreír como una tonta.
No te quiero
nada y te quiero tanto que apenas
recuerdo cuándo tengo que respirar.
Me ayudas a ponerme el vestido y ahora te veo
con la boca abierta.
- ¿Qué? Deja de sonreír como un tonto.
Estoy lista. Estoy preparada para enfrentarme
al mundo porque te tengo colgado de mi vida en estos momentos, asido a cada uno
de mis latidos.
[…]
Tomo aire para salir del taxi. El taxista me
mira y sonríe.
Entro en el hotel Ritz. Alcanzo a leer el
cartel de la entrada: Premios de Novela.
No me habías dicho nada.
Estoy asustada. Me aferro con fuerza a tu
brazo. Temo caerme enfrascada en estos zapatos de 14 centímetros. El vestido me
da fuerzas, cada mirada tuya me roba el aliento. Estoy contigo. Estoy feliz.
Soy la mujer más feliz del mundo.
Y así comenzó la mejor noche… Nuestra noche.
07 March, 2013
La cena de gala (II)
Volvemos en taxi al hotel.
Adoro el recogido que me han hecho en la peluquería y que casi me estropeas en el taxi de vuelta.
¿Cómo se te ocurre querer acariciarme la espalda con el taxi a tanta velocidad atravesando Madrid?
Yo quería acariciarte, tú querías acariciarme, pero... ¡Me habías obligado a ir a la peluquería y ahora ibas a portarte bien!
Mi vestido negro me miraba fijamente y algo contrariado desde la percha del gran armario de la habitación de hotel. Creo que intuía que iba a pasar algo...
- Enana, ¿piensas llegar tarde a una cena de gala?
- ¿Piensas dejar que vaya a una cena de gala sin un beso siquiera?
- Enanaaaaa...
Nos besamos. Nos volvimos a besar. Cada te sentía más cerca de mí.
- Tendrás que quitarte la ropa para ponerte el vestido negro...
Me dejaste tan desnuda que sentí frío al calor de tus manos en mis muslos. Frío de nuevo al tocar la pared. Tu aliento atravesándome el alma, tu mirada atravesándome el corazón. Tus labios recorriendo de nuevo la comisura de mis pezones y yo sintiendo el calor más placentero de cuantos había sentido en los últimos días.
Noté tu mano más allá de cualquier límite que antes había sido infranqueable y supe que íbamos a llegar tarde a la cena de gala.
Te mordí el cuello, la espalda. Mis piernas abrazaron tus caderas y quedé suspendida ante tu cuerpo. De nuevo tú, mi único apoyo, literalmente.
Pasión, sexo en estado puro, tu cuerpo, sediento, mi cuerpo, deseoso de calmar tu sed. Piernas que se entrecruzan, tus manos aferradas a mi cintura, marcando tus dedos en cada uno de sus poros.
Llegábamos tarde a la cena de gala... Y mira que habíamos terminado rápido...
Adoro el recogido que me han hecho en la peluquería y que casi me estropeas en el taxi de vuelta.
¿Cómo se te ocurre querer acariciarme la espalda con el taxi a tanta velocidad atravesando Madrid?
Yo quería acariciarte, tú querías acariciarme, pero... ¡Me habías obligado a ir a la peluquería y ahora ibas a portarte bien!
Mi vestido negro me miraba fijamente y algo contrariado desde la percha del gran armario de la habitación de hotel. Creo que intuía que iba a pasar algo...
- Enana, ¿piensas llegar tarde a una cena de gala?
- ¿Piensas dejar que vaya a una cena de gala sin un beso siquiera?
- Enanaaaaa...
Nos besamos. Nos volvimos a besar. Cada te sentía más cerca de mí.
- Tendrás que quitarte la ropa para ponerte el vestido negro...
Me dejaste tan desnuda que sentí frío al calor de tus manos en mis muslos. Frío de nuevo al tocar la pared. Tu aliento atravesándome el alma, tu mirada atravesándome el corazón. Tus labios recorriendo de nuevo la comisura de mis pezones y yo sintiendo el calor más placentero de cuantos había sentido en los últimos días.
Noté tu mano más allá de cualquier límite que antes había sido infranqueable y supe que íbamos a llegar tarde a la cena de gala.
Te mordí el cuello, la espalda. Mis piernas abrazaron tus caderas y quedé suspendida ante tu cuerpo. De nuevo tú, mi único apoyo, literalmente.
Pasión, sexo en estado puro, tu cuerpo, sediento, mi cuerpo, deseoso de calmar tu sed. Piernas que se entrecruzan, tus manos aferradas a mi cintura, marcando tus dedos en cada uno de sus poros.
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