30 March, 2011

Buscando un lugar donde esconderme

Y ahí sigo, dándole vueltas al mundo más rápido de lo que él lo hace solo. Dándole vueltas a los días buscando un refugio, un lugar donde poder esconderme, un sitio para gritar sin que me tomen por loca, un sitio donde llorar de verdad, sin preguntas ni porqués, sin nada y sin nadie...
Porque no tiene sentido, porque quiero correr y correr, porque me ahogo, porque me desaliento. No quiero seguir asomada a un mundo que sigue sin mí, que no se para pese a verme hundida, que no se detiene pese a ver la tristeza clavada en el tuétano de mis huesos, que avanza sin piedad, que sigue adelante pese a que yo le grito que se pare con la voz más honda que sale de mi alma rota. Pero no es suficiente. Sigo anclada al mismo día a día. Anclada, atada, hundida, desalentada pero siempre, siempre, en la oscuridad. Siempre, salvo en los momentos en que apareces y me besas, en los momentos en los que me abrazas, cuando me siento enamorada, cuando siento que me quieres, cuando sé que podría escaparme y tú me seguirías. Nuestros momentos.

19 March, 2011

Esa forma tan tuya...


Me gustaba sentirte así de cerca. Me enamora. Me enamoras. Me gustaba cuando te acurrucabas conmigo en la cama y me besabas con los ojos cerrados, con las manos llenas, con los brazos calientes. Me gusta, todavía hoy, sentir tu piel con la mía. Sentir cómo me quitabas la ropa entre risas y mordiscos.
Adoro esa forma tan tuya de hacerme el amor. Esa forma tierna y apasionada, llena de ansia y deseo. Esa forma tan tuya de arrancarme el alma en cada latido. Adoro esa forma tan tuya de hacerme el amor. Como la primera vez. Siempre, como la primera vez. Como aquella primera vez que queda tan lejos en el calendario y tan cerca en el rincón del alma que llevará tu nombre para siempre.
Pese a lo extraño del ambiente, el frío de la cama, el vacío de la habitación, pese a todo ello, te adentraste en mí con dulzura, con tiento, casi con ansia. Mi vestido gris cayó, mi blusa se abrió y tú me besaste el pecho, el cuello, los labios... Y ahí estabas tú, acercándote a mi pelo, a mi aliento, a mi calor. Despacio. Buscando mi sonrisa. Con ahínco, con fuerza. Y yo dejándome llevar, con miedo, aterrorizada, asustada, temblando de miedo y de deseo al mismo tiempo, temblando porque después de tanto tiempo estaba casi desnuda junto a ti; porque después de tantos sueños, de tantas risas y tantas, pero tantas lágrimas, de tantas cosas que contarte, de tantas historias arraigadas en el alma, de tantos sueños, el mayor de ellos se estaba haciendo realidad.
Allí estábamos los dos, juntos, sí, juntos, agarrados de los besos que quedaban por regalar, de los gritos que quedaban por callar, de las caricias que quedaban por entregar... Dándonos en cada beso, alimentándonos en cada latido. Y allí estaba yo, robándole segundos al reloj, robándole gotas de felicidad a mi vida, robándole sabor a tus labios, a tu piel; robándole abrazos a tu sonrisa, robándole secretos a tus silencios, robándole palabras a tus susurros.

Sí, allí estábamos. Porque hoy, hoy, tengo tantas cosas que contarte...