19 March, 2011

Esa forma tan tuya...


Me gustaba sentirte así de cerca. Me enamora. Me enamoras. Me gustaba cuando te acurrucabas conmigo en la cama y me besabas con los ojos cerrados, con las manos llenas, con los brazos calientes. Me gusta, todavía hoy, sentir tu piel con la mía. Sentir cómo me quitabas la ropa entre risas y mordiscos.
Adoro esa forma tan tuya de hacerme el amor. Esa forma tierna y apasionada, llena de ansia y deseo. Esa forma tan tuya de arrancarme el alma en cada latido. Adoro esa forma tan tuya de hacerme el amor. Como la primera vez. Siempre, como la primera vez. Como aquella primera vez que queda tan lejos en el calendario y tan cerca en el rincón del alma que llevará tu nombre para siempre.
Pese a lo extraño del ambiente, el frío de la cama, el vacío de la habitación, pese a todo ello, te adentraste en mí con dulzura, con tiento, casi con ansia. Mi vestido gris cayó, mi blusa se abrió y tú me besaste el pecho, el cuello, los labios... Y ahí estabas tú, acercándote a mi pelo, a mi aliento, a mi calor. Despacio. Buscando mi sonrisa. Con ahínco, con fuerza. Y yo dejándome llevar, con miedo, aterrorizada, asustada, temblando de miedo y de deseo al mismo tiempo, temblando porque después de tanto tiempo estaba casi desnuda junto a ti; porque después de tantos sueños, de tantas risas y tantas, pero tantas lágrimas, de tantas cosas que contarte, de tantas historias arraigadas en el alma, de tantos sueños, el mayor de ellos se estaba haciendo realidad.
Allí estábamos los dos, juntos, sí, juntos, agarrados de los besos que quedaban por regalar, de los gritos que quedaban por callar, de las caricias que quedaban por entregar... Dándonos en cada beso, alimentándonos en cada latido. Y allí estaba yo, robándole segundos al reloj, robándole gotas de felicidad a mi vida, robándole sabor a tus labios, a tu piel; robándole abrazos a tu sonrisa, robándole secretos a tus silencios, robándole palabras a tus susurros.

Sí, allí estábamos. Porque hoy, hoy, tengo tantas cosas que contarte...

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