24 April, 2011

Entre el pasado y el futuro

Quiero olvidarte. Y en el intento pierdo mis ganas de vivir.
Quiero olvidarte. Y en el intento pierdo las sonrisas que me enseñaste a construir.
Quiero olvidarte. Y en el intento pierdo el hilo de voz que me queda.
Quiero olvidarte. Quiero aislarte. Sacarte del alma, a base de gritos, de golpes, de lágrimas...

Y cómo olvidarte si a cada paso apareces en el alma, sin avisar, sin hablar, recodándome por qué te he querido tanto y por qué no puedo siquiera querer olvidarte. Son palabras vacías. Son palabras teñidas de tristeza, tan vacías como el aliento que me dejaste al marcharte.
Te escribo para olvidarte cuando, siendo sincera, te escribo para no olvidarte. Te escribo para contarte que sigo aquí, para gritarte que te echo de menos, para golpear la amenaza de olvido que ha sobrevolado toda la tarde este cuerpo inocuo y vacío y enviarla al rincón del cuerpo donde las telarañas se hacen hueco y los recuerdos no llegan.
¿Olvidarte? No, no puedo, no quiero. Sí quiero. Como si tuviera opción.
Cómo voy a poder olvidar la forma en que me mirabas, la forma en que me hacías sentir guapa, la forma en que agarraste mi barbilla y me obligaste a mirarte a los ojos, la forma en que, entre el tenedor y el cuchillo, mientras estaba haciéndole la autopsia a una dorada a la sal, acariciaste mi mano con suavidad y deseo; aquella forma en que tú me besaste bajo ruido de trenes que llegaban y vidas que partían, aquella forma en la que acariciaste mi cara en la última despedida dejando entrever un adiós entre lágrimas furtivas.

El problema es que todas estas frases se han construido en pasado. Siquiera en presente. En futuro era impensable.

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