
Porque no tiene sentido, porque quiero correr y correr, porque me ahogo, porque me desaliento. No quiero seguir asomada a un mundo que sigue sin mí, que no se para pese a verme hundida, que no se detiene pese a ver la tristeza clavada en el tuétano de mis huesos, que avanza sin piedad, que sigue adelante pese a que yo le grito que se pare con la voz más honda que sale de mi alma rota. Pero no es suficiente. Sigo anclada al mismo día a día. Anclada, atada, hundida, desalentada pero siempre, siempre, en la oscuridad. Siempre, salvo en los momentos en que apareces y me besas, en los momentos en los que me abrazas, cuando me siento enamorada, cuando siento que me quieres, cuando sé que podría escaparme y tú me seguirías. Nuestros momentos.