29 May, 2011

Sola

 No estarás sola, 
siempre habrá quien se parta en dos
en cada despedida...
Ismael Serrano. No estarás sola. 

Me asalta y me hunde este aroma a tiempos pasados que me han traído tus viejos recuerdos. Pasando de puntillas por lágrimas amargas que vuelan a una velocidad de vértigo, apareces como si pensaras que ya no te pienso, como si me miraras imaginando que cuando te miro no te encuentro, como si creyeras que ya no creo que eres tú por quien un día construí este valor al que me aferro para olvidarte. 
Pero ahora lo que más me aturde, lo que más ahoga en silencios oscuros este llanto casi maldito es esta soledad que has dejado, esta soledad que vas alimentando a tu paso, este vacío, esta tierra estéril, este cuerpo inerte, esta alma rota e insulsa, inocua, que sobrevuela tiempos pasados que por emitirse en pretérito ya fueron mejores. 
De todas formas, pese a todo, pese a que sé que aún me sobran lágrimas para odiarte y me faltan sonrisas para amarte, pese a ello, pese a mí misma incluso, sigo buscándote con ahínco, con ansia, torturándome una vez más, deseando perder en el camino la poca razón que me queda, el poco juicio que aún conservo y que me conduce hasta ti inexorablemente, temiblemente. 
¿Por qué? 
Porque sin un porqué, porque sin esa razón que busco aunque no te encuentre, porque sin ese valor que tú me hiciste creer que tenía, porque sin tu recuerdo, porque sin el aroma de tus labios, porque sin el calor de tu aliento, sin el olor de tu pelo, sin ti, sin ti no hay un yo que mantener en pie. Sin ti no hay un yo por el que seguir luchando para olvidarte.

21 May, 2011

Ya no estás

Nada más buscarte con este deseo supe que habías vuelto a desaparecer. Tú eres así. Volvemos al principio, al primer día. Al último día antes de conocerte.
Nada más buscarte con esta pasión oculta en sonrisas bobaliconas y miradas perdidas supe que ya no estabas. Otra vez. 
¿Por qué te has ido? 
¿Por qué sigo buscándote con ahínco en medio de papeles arrugados con versos anodinos e inocuos? ¿Por qué sigo queriendo encontrarte en palabras vacías, tan vacías como el aliento que me mantiene con vida, tan vacías como las estaciones en plena noche, sin trenes, sin pasajeros, sin nada más que los secretos que guardaron con pasión y vehemencia aquellos que se fueron para no volver? 
¿Por qué sigo buscándote aún sabiendo que todo lo que puedo encontrar va a estar cubierto por una capa de olvido y tristeza porque está enterrada para siempre? 
¿Por qué aún hoy, después de tanto y tantos, después de días enteros, meses completos y horas interminables, sigo anhelándote como si fuese ayer aquella primera vez que nos amamos?
Porque hoy, después de todo, pese a todo aquello que creí haber guardado para siempre, pese a que todo lo que guardé lo creí mío para siempre, pese a que siempre he creído que tus besos eran y serían míos mientras pudiese recordarlos, sentirlos, pese a ello, hoy te he buscado y no estás. 
Y es entonces cuando he cerrado los ojos con fuerza, como tú me enseñaste, como tú quisiste que siempre lo hiciera, para buscarte entre los entresijos de nuestro pasado, para encontrate donde prometiste que siempre estarías... Pero allí tampoco estabas. 

El hechizo se rompió. 
He dejado de creer en aquella princesa que construiste. 
He bajado los brazos. 
Me rindo. Sin ti, no puedo. Sin ti, no merece la pena. Sin ti ya sólo me queda esperar que el músculo que alberga mi pecho y que me concede la vida siga manteniendo tu aliento como coraza y no se rompa.

10 May, 2011

Sólo en esos días...

Hoy me ha vuelto a faltar el aliento porque has aparecido de pronto a mi lado. No creí que pudieses hacerme sentir de nuevo de esta forma tan inquietante y tan dolorosa a partes iguales. Pero sigo aquí. Sigo sintiéndome tuya aunque ya siquiera sé si sigues guardando en tu alma ese lugar que un día me regalaste. Sigo sintiéndome tuya, dentro de ti, tan tuya y tan dentro que sé que cuando me falta el aire para respirar sigo corriendo a esconderme en el único lugar donde aún me siento guapa, tu rostro. Porque todavía me siento tuya cuando recuerdo cómo me mirabas y, sobre todo, todavía me siento tuya porque siempre quisiste que lo fuese, incluso cuando yo siquiera sabía que quería. 
Sigo sintiéndome tuya aunque la mayoría de días no te sienta mío. Pero hay días, unos cuantos días a la semana, varios días al mes, en los que me sigue temblando la voz cuando recuerdo aquella forma tuya de amarme con la mirada; aquella forma tuya de abrazarme sin rozarme la piel; aquella forma tuya de acariciarme el rostro con un beso que no tocaba mis labios. 
Sigo sintiéndome tuya aunque haya días que no pueda recordar a qué supo aquella cena tan nuestra o de qué color era el taxi que me recogió aquella tarde de febrero en que el sol se abría paso entre unas nubes rebeldes. Porque salvo esos días, esos días tontos en los que no te quiero o creo no quererte ya, salvo esos días tontos, el resto de minutos sigo pensando que soy tuya, tan tuya como lo fui aquella primera vez en que me amaste hasta el fondo del alma, como aquella primera vez en que llevaste a ver el primer amanecer o como aquella primera vez en que supe a qué sabían tus labios. Justo como aquella vez en la que me faltó el aliento al sentir el calor de tu cuerpo junto a mis manos, enredado en mis brazos, atado a mis latidos, anclado a mi huesos hasta usurpar cada uno de mis latidos. Justo como aquella vez en que recorrí con el corazón en la mano y el alma en un billete de tren los pocos kilómetros que faltaban para empezar a vivir.

30 April, 2011

¿Por qué has tardado tanto?

Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Pablo Neruda.

¿Acaso pensaste que ya te había olvidado? Por un solo instante, ¿creíste que había logrado enterrar todo lo que me diste? ¿De verdad?
Apareciste sin más. De golpe. Sin avisar. Sin anuncios. Sin preguntar. Apareciste como antaño, ataviado con tus mejores galas, lleno de sonrisas y radiante de alegría. Llevaba tanto tiempo sin sentirme así que mi corazón se sobresaltó y pensé que exhalaría su último aliento, pero aguantó. Aguantó un asalto más. En el último intento le arrebató a cada uno de mis huesos un poco de la fuerza que tú le infundiste, sacó del tuétano de mis huesos cada uno de los besos que tú escondiste, expulsó del alma la tristeza y el vacío y la llenó de besos, de tus besos, y se levantó.
Y allí estábamos, contigo. Mi corazón y yo. Mi alma y yo. Mi cuerpo y yo. Llenándose de tu amor, absorbiéndote en cada latido, empapándose de la ternura de tu aliento y absorbiendo el calor de tus ojos, guardando con ahínco cada una de tus palabras de consuelo.
Te había echado mucho de menos, a ti, a tu cuerpo, a tu amor, a tu ternura, a tu aliento, a tu voz, al olor de tu pelo, al tacto de tus manos, a la dulzura de tus ojos. Te había echado tanto de menos.
Pero allí estábamos, juntos, de nuevo, como antes, como antaño, como cuando éramos inseparables, con distancia o sin ella. Juntos, al calor de las sábanas blancas de una habitación de hotel. Juntos, unidos en cada latido. Atados al mismo deseo y a la misma pasión. Encadenados a la felicidad que estábamos viviendo, a la felicidad de la que estábamos siendo partícipes. Juntos. Sí. Juntos. Tus manos recorriendo mi cuerpo, mi cuerpo recorriendo tus manos. Llenándose de ti, galopando entre suspiros y retando al tic-tac del reloj. Mi ropa por el suelo, tu ropa junto a la mía.
Poco a poco fui sintiéndome tuya, tan tuya que dejé de sentirme mía. Tan tuya que volví a encontrar mi hogar en ti, tan tuya que me abandoné a la vida para alojarme en tus besos, para quedarme por siempre unida a ti. Tan tuya y tan mío, juntos, volviendo a hacer el amor más puro, volviendo a disfrutar de la pasión más inaudita. Tú y yo dejando de ser tú y yo para ser nosotros. Para ser uno. Como antaño.
Cómo te había echado de menos... ¿Por qué has tardado tanto?