25 April, 2009

Pepe y sus cosas

Resultan sorprendentes las declaraciones del personal del Real Madrid tras salir la sanción a Pepe. “Injusta”, “exagerada” bla bla bla… Ya. Y ahora vamos y nos lo creemos.
Hombre…

A ver, pongamos un ejemplo.
Imaginemos que usted están en su oficina, despacho o similar dentro de la empresa donde trabaja (no valen ejemplos de organismos públicos, por favor, si no, no hacemos nada…). Usted trabaja, por ejemplo, para Orange.
Y llega, de pronto, un tipo que dice ser de Yoigo. Eso dice él y eso pone en la placa que lleva colgando de su camiseta, como si fuese un escudo. Y como está enfadado porque Orange tiene más clientes que su compañía, le tira de la silla. No contento, le pisa. En ese momento, el compañero de la mesa de al lado se levanta para defenderle (para dar una imagen corporativa o lo que se quiera entender) y el de Yoigo le atiza un puñetazo.

Pregunta: ¿Le echarán? ¿Le denunciarán?

Respuesta: Hombre, yo creo que, como mínimo, le echarán del trabajo. Personalmente no conozco la política de contrataciones de Yoigo (nunca se sabe qué te puede hacer falta, pero…), aunque creo que todo el mundo tiene la misma respuesta que yo.

Pues traslademos esto al fútbol. En vez de ser de Yoigo, resulta que es del Real Madrid. Y en vez de ser de Orange, resulta que es del Getafe. Y en vez de una placa, tiene un escudo en la camiseta. Un escudo al que besan y quieren porque es el equipo de sus amores, perdón, el equipo que les paga.
Pues la sanción no es la misma. 10 partidos sin jugar (que no sin cobrar, eso es competencia del club) y ¡hala!.
Casquero, ¿te duele?
Albín ¿te duele?

Pues lo siento chicos. Es culpa vuestra por plantarle cara a Pepe. ¿Quién ha visto?

Y claro, al final resultará que es que sois muy quisquillosos, que estamos aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, que es que todo el mundo va contra el Real Madrid. Ya. Claro. Y esta temporada, el Betis le quita la liga al Barça.
Vale, ya paro de reírme.

21 March, 2009

Sin título...

Ya me vale, no escribo desde el año pasado...

A mi favor, he de decir que en borradores tengo al menos cinco entradas para completar... pero no me convence ninguna.
He pensado escribir sobre los libros que he leído en los últimos tiempos. Magníficos. Últimamente, suelto uno muy bueno para coger otro mejor. Leí Perdona si te llamo amor, A tres metros sobre el cielo y Tengo ganas de ti, los tres de Federico Moccia. MAG-NÍ-FI-COS. Increíbles. Si tuviera que elegir, me quedo con el primero... aunque me cuesta.
He leído La elegancia del erizo, de Muriel Barbery; El consuelo y La amaba, de Anna Gavalda. También ¿Hay alguien ahí fuera? y Un tipo interesante, de Marian Keyes. IN-CRE-Í-BLES (creo que se dividía así).
Y me apasionó La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. NO TENGO PALABRAS. ME ENCANTÓ, ME APASIONÓ... NO TENGO PALABRAS. IM-PRESIONANTE.

En cuanto a la vida normal, pues nada... Normal. Bien. No me quejo. Aunque no es un buen día hoy. Te has ido de mi lado y estoy triste, muy triste. Muy muy triste. Pero...

Sólo quería retomar el blog... Espero no dejarlo tanto tiempo.

01 December, 2008

Capítulo II: El sexo matutino...


Tengo aquí bajo el vestido
bien escondiditos tus besos malditos...

LOVG. El último vals.


Mi perdición, no sólo por esa noche... Hubo más noches, y más tardes, y más mañanas en las que hacer el amor sin apenas abrir los ojos. Aquellos labios, esos labios que ahora encuentro al despertar son pasión y deseo al mismo tiempo; son desenfreno y locura a partes iguales. Cada mañana, como ésta, en la que despierto a tu lado y te como a besos. Suaves, callados, intensos, tranquilos... Llenos del deseo más silencioso que puede fabricar mi cuerpo a esas horas. La piel, aún bajo las mantas, conserva al calor de tu último beso, guarda las caricias de tu último abrazo, poco antes de cerrar tus ojos frente a los míos. “¿Qué? Nada, sólo te miro”.
Mis besos se hacen más intensos, más fuertes, casi llegan a ser mordiscos. Te mueves, te zafas, escapas, te das la vuelta, me agarras del brazo y balbuceas un abrázame medio tristón, medio enfadado. Pero, a los dos segundos, cuando ya vuelves a dormir de nuevo, recorro con mi lengua la comisura de tus labios, me paseo por el cuello y me balanceo por tus orejas. Te recorre un escalofrío, pegas aún más tu cuerpo al mío y escondes tu cabeza bajo las mantas. Me incorporo de nuevo y me abalanzo sobre ti, consigo ponerte boca arriba y me siento junto a ti. Masajeo tu piel, desde la entrepierna hasta los pies, desde el cuello hasta el abdomen. Y saco la lengua, la paseo por tu pecho, me detengo en los pezones. Te haces el dormido pero tu respiración jadeante dice que ya estás despierto. Ahora te muerdo los labios, la barbilla, vuelvo a pasar la lengua por todo tu cuello, bajo hasta el abdomen. Te miro, sigues con los ojos cerrados, casi entreabiertos ya. Y mi lengua recorre tus zonas más oscuras, más llenas de deseo, la recorren de arriba abajo, se pasea, se entretiene, se detiene, le gusta, me gusta, te gusta. Y sigues tumbado. Me siento sobre ti, entro en ti -o más bien al revés- y me balanceo entre tu cuello y tu cintura, me dejo caer hacia atrás, me agarro a tus muslos y tú a mis caderas; vuelvo hacia adelante, me inclino hasta tocar mis labios con los tuyos y tú haces fuerza para subirme un poco más. Me tiras del pelo hacia atrás y yo te enseño la lengua. Sonríes, mientras yo vuelvo a tumbarme sobre ti, me agarro con fuerza a tus hombros y siento tus gritos ahogados en suspiros más dentro de mí que nunca... Definitivamente, me encanta el sexo matutino...

11 November, 2008

Capítulo I: Donde nace el deseo

Cuando te beso,
tiembla la luna sobre el río...

Hacía apenas dos horas que te había conocido. Dos horas, y ya corría por mis venas el sabor dulce de la pasión, el deseo de probar esos labios carnosos que te vestían la cara de una sonrisa preciosa y enorme cada vez que alguien decía alguna tontería. Hacía frío en la calle, y sin embargo, mi cuerpo aún conservaba el calor que le había producido aquel primer roce descuidado en la barra del bar. Casi sin darte cuenta, una mano en la espalda, en el final de la espalda... Pasa. Y mis ojos te miraron entreabiertos, con un escalofrío corriendo por los poros de mi piel, erizada por los 40 grados que había provocado el contacto de tu piel con la mía, el primer contacto. Intenté borrar aquella sonrisa maliciosa de la cara y crear una dulce e inocente, pero no lo conseguí. Tu mano se deslizó por mi pierna buscando bajo la mesa algo que estaba roto, y al sentir, bajo la fina media, el roce de tus dedos volvió a recorrerme el calor extremo, el deseo y la necesidad de besarte y tenerte recorriendo mis piernas completas, mis brazos, mi cuello... Estaba imaginándome cómo sería tenerte junto a mí cuando llegamos a aquel bar. Mi camisa se abría con demasiada facilidad, pero yo, recatada y respetuosa como la que más, volvía a cerrar aquel botón travieso. Pero quería más, quería que tus manos desabrocharan todos los botones de mi camisa, quería que me quitaras aquel vestido y me amases sólo con mi precioso conjunto negro, y después sin él. aproveché el gentío en el bar para arrimarme cada vez más a ti, poniendo como excusa que apenas podía moverme... Hay demasiada gente. Vi tu medio sonrisa aún más grande con esa expresión. Es cierto, balbuceé. Dejé caer un poco de tequila por la comisura de mis labios y, mientras me giraba buscando tu mirada, lo recogí de mi labio inferior con la punta de mi lengua... ¿Quieres probarlo? Y me acerqué a ti tanto, tanto, que sabía que ya no había marcha atrás. A escasos centímetros de tu boca, mis labios emanaban el calor propio del deseo más intenso, más sensual; al roce de mi piel con la tuya, tu mano agarró mi cintura y supe que aquellos labios serían mi perdición aquella noche, como mínimo...