26 August, 2014

No atino a respirar...



Estoy nerviosa. 
Me tiemblan las manos, me cuesta respirar, sonrío, me acuerdo de nuestras conversaciones por whatsapp –el progreso nos invade-, me acuerdo de las notas de voz con besos, me sigue costando respirar.
El tren se mueve a 235 km/h, según pone en la pantallita que tengo delante. Están echando un tostón de película. Intento leer algo a Carmen Amoraga pero no me concentro. Media sonrisita. Miro el móvil. Ni rastro tuyo. ¿Te escribo? Bah! Otra vez no, que va a decir qué pesada es.
Casi estoy en Madrid. Lo siento. Es que yo, yo, yo lo siento. Atocha me espera. El cercanías, por primera vez. Qué pava. Tener miedo de perderse cogiendo el cercanías. Estoy en el cercanías. He tenido una suerte impresionante. Creo que estaba esperándome en el andén.
Te veo. Vienes a recogerme (sinceramente una parte de mí pensó que te ibas a quedar dormido). Estoy tan nerviosa que voy a caerme de estos malditos zapatos de colores de unos 10 centímetros. Me subo a tu coche y empiezo a hablar. A hablar por los codos. No paro de contarte cosas. Llevamos escasos 3 minutos y he hablado más que en las últimas 24 horas. Qué intensa soy, pero es que cuando me pongo nerviosa me da por charlar por los codos. Me pones la mano en la pierna. Me acaricias. Sonrío nerviosa. Me miras de reojo mientras conduces. Estoy pava, pava, pava. Parece que tengo 15 años y es la primera vez que estoy con un chico a solas. Qué guapo eres, pienso. Qué bonito eres. Me gusta tu sonrisa.
Me siento en tu cama. Te doy tus regalos. Te acercas por detrás, me das pequeños y dulces besos en la mejilla, en la comisura de los labios. ¿Qué me está pasando? Me galopa el corazón en el pecho como si tuviera dentro de mí 100 caballos desbocados. Me duele, físicamente, el corazón por cómo late. Tú me sigues besando, poco a poco, despacio. Besos dulces, cortos, tiernos, delicados, afectivos.
- ¿Cómo estás?
- …
Te beso para no tener que responder. Nos tumbamos en la cama. Me acaricias la cara. Me sonríes. Me besas mucho. Eso debería tranquilizarme, pero no lo hace. Siento calor recorriendo mi cuerpo. Tu mano se desliza un poco, escasos centímetros, por debajo de mi vestido. Poco a poco se va acercando a mi ropa interior. La ropa interior tan bonita que compré para ti. O sea, para mí, pero para que tú me vieras un poco menos fea con ella. Recuerdo que te reíste cuando dije eso y me dijiste que eso era imposible. Sonrío. Estoy muy muy nerviosa. Intento no aparentarlo. No quiero que pienses que soy tonta. Pero es que… Besos nuevos. Ahora un poco más apasionados, más profundos. Tu mano ya roza el encaje de mi ropa interior, tus dedos me tocan suavemente y siento crecer el placer dentro de mí.
- Quítate el vestido y déjame ver esa ropa interior tan bonita.
- …
(Me muero).
- Preciosa.
- …
Besos. Me quito el vestido. Tú, la camiseta. Me quedo tan vulnerable ante ti. Sujetador rosa precioso, con minúsculos detales en terciopelo, tela rosa claro claro, encaje de color beige por el filo. Creo que me queda bien. El pecho se me ve bonito. Besos y más besos. Me acaricias el pecho por encima del sujetador. Si te detienes un poco más incluso puedes sentir mis latidos. Nos besamos. Sigues acariciándome el cuerpo, desde el pecho hasta los muslos. Tu mano se adentra, curiosa, en mí. Respondo. Siento el placer ya tanto que respiro con dificultad. Pierdes lo que te queda de ropa. Yo también. Sigues adentrándote en mí, cada vez más. Apenas entra aire en mis pulmones. Grito. Grito. Grito. El placer desbordándome. Gripo de nuevo. Más placer. No atino a respirar. Me falta el aire. Grito.
Me coloco sobre ti. Te siento. Me gustas. Tu olor me invade, tu sabor me recorre. Cada vez te siento más dentro de mí. Me muevo hacia delante un poco y sigues avanzando. Cada vez más. Vuelve a faltar el oxígeno en esta habitación. Grito un poco. Me da vergüenza. El placer me coge desprevenida en una embestida que no esperaba. Grito. La vergüenza se ha ido asustada. Como el gato.
Estás sobre mí. Me abrazas. ¿Cómo estás? Susurras. Sé que no te refieres a físicamente. Sé que no hablas de orgasmos ni deseos. Sé que no estás refiriéndote solo al sexo. No respondo. Sonrío y miro hacia abajo, me escondo en tu abrazo. Me agarras fuerte por el cuello, me agarras fuerte el pelo, te siento tan dentro que puedo compartir mis latidos con los tuyos. Te das a mí, todo tú, todo entero. Grito. Grito. Grito.
Me rindo.