28 April, 2013

La cena de gala (IV)

"Me desperté con el sol en la cara,
y las arrugas de mi cama
 eran las que más me pedían..."


Nuestra noche fue la mejor de cuantas pasamos juntos.

La cena transcurrió entre suspiros-sonrisas-suspiros cada cinco minutos. Yo te miraba mientras paseaba de tu brazo, miraba lo guapo que estabas de esmoquin, miraba mi vestido negro una y otra vez porque no me creía aún lo precioso que era.

¡Una cena de gala!
Bailamos, comimos, bebimos champán, degustamos pastelillos y saboreé el licor de almendras en tus labios. Después de las dos de la madrugada, sólo quedábamos tú, yo y cuatro músicos tocando Burbujas de amor. Bailamos nuestro última canción y me miraste con tanta pasión que creí derretirme sobre la pista de baile.

Eran las dos y media de la madrugada cuando decidimos volver a la habitación de hotel.
- Cielo, ¿volvemos?
- Sí.

Quise acostarme con el vestido y los zapatos puestos, pero no me dejaste.

- Quiero bailar contigo, esta vez, a solas.
- ¿Solos tú y yo?
- Solos tú y yo, sin tu vestido ni mi esmoquin.

Besos en el cuello para librarte de mi precioso -lo he dicho ya, ¿no?- vestido. Besos en la comisura de los labios, mordiscos en las yemas de los dedos, tirantes del sujetador que se deslizan entre tus manos y el calor de tus labios recorriendo mis pechos.

- ¿Bailamos?

Encontré tu mirada jugando con mis ligas. Grité de placer al sentir pasar el aliento entre mis piernas. Tiré -suavemente- de tu pelo mientras veía cómo perdía cualquier batalla que quisiese iniciar contra ti. Me tumbaste sobre la cama.

- Estás preciosa, así. Mucho más que con el vestido puesto.

Adoraba esa forma tuya de hacerme sentir única. Tus besos y tu aliento sobre mi cuerpo y mi boca; tus brazos y tus susurros corriendo por mi cintura y mis ojos; todo tú, todo yo, juntos haciendo del amor el único lugar del mundo para estar juntos.
Me coloqué sobre ti. Mis caderas se movían sobre las tuyas mientras acariciabas mis erizados pechos. Me acercaste tanto a ti que creí romperme dentro de ti. Y entre aquella pasión, entre tanto deseo inaudito, entre la lujuria y la ternura, la dulzura de los primeros besos y el delirio del contacto más íntimo, entre el calor del cuerpo a cuerpo, la vehemencia de labios chocando contra labios, entre tanto, tus ojos mirándome más allá de los míos, tus ojos buscando el lado más profundo de mi ser y sellando en él el te quiero más profundo de cuantos unos labios pudieron pronunciar.