20 February, 2011

El extraño más guapo...

Hoy te daría los besos que yo por rutina a veces no te di...

Apareciste con la una sonrisa dulce y tierna, una sonrisa que desde entonces no he podido olvidar. Apareciste para hacerme reír en medio de un millón de lágrimas. Porque yo, yo suelo reír entre lágrimas.
- Seguro que no es para tanto.
Yo estaba allí sola. Quería estar sola. Y, si en esta maldita ciudad hubiese habido un desierto, me habría largado allí, pero no lo había. Lo único que había era un parque solitario, lleno de flores marchitas cubiertas por el rocío más helado. Pensé que quería matarte cuando te escuché.
- No es para tanto, seguro.
Qué elocuencia. No quería compañía. No quería ver a nadie.

Demasiado cerca. Estabas demasiado cerca para la hostilidad que yo estaba demostrando. Había conseguido adivinar el color de tus ojos: azul. Tan azul como el cielo de la primavera más bonita. Tan azul como el mar más idílico. Y allí estaba yo, dejándome consolar por el extraño más guapo que había conocido.

Recogiste una a una mis lágrimas con la ternura más infinita que mis ojos habían visto, con la ternura más dulce que nadie me había enseñado jamás. Estas lágrimas tan tontas. Y me hiciste reír. Y volver a llorar. Y me hiciste tener el deseo eterno de besarte, de acurrucarme en tu aliento, de enroscarme en tu pelo, de anidar en tus brazos, de alojarme en tu cuerpo. Me mirabas sin presión, sin preguntas, sin juicios. Me mirabas por mirarme. Como dijiste, me mirabas por el placer de mirarme: "Porque tus ojos, aún empañados y tristes, son los ojos más bonitos del mundo. Del mundo que conozco y del que quiero que me enseñes". Y sonreí.
Y me besaste. Y me raptaste de aquel parque vacío y oscuro para llevarme a casa.
Y entre tus brazos conocí el amor más puro. Tus labios recorrieron mi alma con cada beso; tus manos recorrieron mi cuerpo buscando con ahínco un rincón nuevo; tus brazos se aferraron a mi cintura con deseo y pasión. Poco a poco, fui abandonándome a ese amor tan dulce, fui dejando que me dejases desnuda, fui quitándote la ropa y sintiendo el calor de tu piel al paso del tacto de mis dedos. Y tú, con la misma dulzura con la que me habías mirado hacía unas horas, me cerraste los ojos y te adentraste en mí, tan en mí que llegué a sentir tus latidos en mi alma, tan en mí que llegué a sentirte mío, sólo mío. Desde mi pecho a mis rodillas, desde la punta de mis dedos a mi nariz, desde mi cuello a mi barriga, desde mis manos a mis labios... Cada segundo un camino nuevo, cada instante, un beso nuevo. Haciendo poco a poco el amor contigo, haciendo poco a poco el amor juntos. Juntos.

03 February, 2011

Tan cerca y tan lejos

Te siento dentro. Me gusta cómo me hace sentir el recuerdo de tus besos en mi pecho. Me gusta el olor que dejan tus caricias en mi pelo... O quizá debería hablar en pasado, porque, ineviblamente, perteneces a él por más que yo me empeñe en querer que formes parte del presente.

Fui feliz contigo, y eso no me lo podrá robar nada ni nadie nunca. Ni el tiempo, ni el frío. Pero el pasado me anega el alma y me hunde en la tristeza de saberte perdido; me recuerda que tal vez nunca fuiste mío; me recuerda que lo nuestro nunca fue nuestro sino tuyo y mío. O tal vez sólo mío.

Quizá te ahogue en palabras llenas de amargura o quizá te esconda en ese lugar del corazón tan tuyo. Me encuentro a medio camino entre querer olvidarte y querer recordarte siempre.

Ahora no sé si te he perdido para siempre o si tal vez nunca te tuve.

A diario, cuando apareces en un rincón de un día triste o en medio de un mar de lágrimas amargas, ansío volver a sentirte como antaño. Anhelo con toda el alma, rota en mil pedazos y casi sin entidad, volver a sentirte dentro; respirar y verte, amanecer y verte. Abrir los ojos y encontrarte abrazado a mí como aquella fría mañana de marzo.

Anhelo tus besos, ansío tus abrazos, extraño tus ánimos y tu aliento.
O tal vez sólo eche de menos la alegría oculta que recorría mi cuerpo y me llenaba de vida cuando descolgaba el teléfono todas las tardes: hola, cielo.